PáginaI12 En Estados Unidos
Desde Nueva York
Hay chispas en Washington y no provienen de los fuegos artificiales: la transición entre Barack Obama y Donald Trump, que había comenzado tranquila, se tensionó en los últimos días luego de que el presidente electo criticara públicamente algunas de las decisiones que está tomando el actual mandatario en sus últimas semanas de gobierno. A través de twitter, como siempre, Trump acusó a su predecesor de poner “obstáculos en el camino” del pase de mando, apuntando contra movidas de política exterior que parecen ideadas para marcarle la cancha a partir del 20 de enero, cuando asuma el cargo.
Desde el gobierno saliente, acusan al republicano de haber interferido en las tareas de la actual administración, excediéndose del rol que se espera de un presidente electo antes de comenzar su mandato. Todo, en el marco de una escalada en las relaciones bilaterales con Rusia, a quien las autoridades demócratas acusan de haber interferido en la elección para beneficiar al magnate.
La relación entre Trump y Obama había comenzado bien luego de la elección, cuando ambos compartieron una extensa reunión y una breve conferencia de prensa en la Casa Blanca. Allí ambos se manifestaron gratamente sorprendidos por el otro (era la primera vez que se conocían personalmente) y dijeron que trabajarían en conjunto para garantizar una transición armoniosa.
Durante varias semanas, así funcionó todo. La administración federal se mantuvo al margen de las denuncias por irregularidades en el sistema de voto electrónico que hacían algunos sectores del Partido Demócrata, exigiendo recuentos en algunos de los estados que resultaron clave para el triunfo republicano. Los dos mandatarios, el electo y el saliente, mantuvieron una relación telefónica fluida en todo este tiempo.
Una fuente de discordia fue la decisión de Obama de cambiar el histórico veto de Estados Unidos a una resolución de Naciones Unidas crítica de los asentamientos israelíes en Cisjordania. Trump acusó a su predecesor de haberlo hecho para marcarle la cancha y dificultar su tarea una vez que asuma y asumió públicamente el compromiso de revertir esa posición a partir del 20 enero. Una serie de posteos al respecto también echaron dudas sobre el compromiso del próximo gobierno con los organismos internacionales y las instancias de multilateralismo para resolver conflictos de política exterior.
Pero lo que hizo estallar la relación fue el informe de las agencias de inteligencia norteamericanas confirmando la intervención de hackers rusos en la campaña para perjudicar a la rival de Trump, Hillary Clinton: mientras el presidente acusaba públicamente a Vladimir Putin de estar atrás del ataque al sistema político estadounidense, el presidente electo desestimaba el valor y la veracidad de esa información y acusaba al gobierno de utilizarla para desacreditar su legitimidad, minada por la desventaja nacional de más de tres millones de sufragios que arrojó el recuento definitivo del voto popular. Desde la Casa Blanca anunciaron y aplicaron medidas retaliatorias contra Moscú: en un acto inédito desde el final de la Guerra Fría, Obama decidió echar del país a 35 diplomáticos rusos acusados de espionaje.
Trump reaccionó: “Trato de no darle importancia a las muchas declaraciones agresivas del presidente O y sus bloqueos en el camino. Pensé que ésta sería una transición suave… ¡NO!”. El intercambio escaló incluso a nivel personal: el mandatario, en una entrevista, aseguró que él, a diferencia de Clinton, hubiera ganado las elecciones contra Trump. La respuesta del republicano: “Obama dice que piensa que me hubiera ganado. El puede decir eso, yo digo que DE NINGUNA MANERA. Perdemos empleos, ISIS, Obamacare, etc… El presidente Obama hizo campaña fuerte (y en persona) en los más importantes swing states y perdió. Los votantes querían HACER AMERICA GRANDE DE NUEVO”. Por Twitter, claro.
Pero en el peor momento de la escalada, el clima navideño imperante y la razón mediaron para bajar los ánimos. Los dos dirigentes volvieron a hablar por teléfono el miércoles; tuvieron lo que Trump llamó una “muy muy buena charla” que “cubrió un montón de terreno” respecto a los temas en la agenda. “Nuestros equipos se llevan muy bien y nosotros nos llevamos muy bien, excepto un par de cosas que dijo y yo le contesté. Pero hablamos de eso, nos reímos de eso y nadie va a saber jamás lo que dijimos porque nunca vamos a hablar mal del otro”, agregó el presidente electo.
La Casa Blanca complementó: “La llamada de hoy, como todas las anteriores, fue positiva y estuvo enfocada en garantizar una transición exitosa”. A través de un comunicado, el vocero del presidente agregó que “hay un compromiso mutuo de mantenerse en contacto durante las próximas semanas y mantener a los equipos trabajando juntos hacia un cambio de manos exitoso el 20 de enero”. Al parecer, el año nuevo, en Washington, comenzará en paz. De no mediar ninguna sorpresa, lo cual, estando Trump de por medio, ya es mucho suponer.