La expresión punto y banca no tiene nada que ver con el juego de punto y banca (o de bacarat que es casi lo mismo) en el que el apostador puede jugar con chances bastante parejas al punto o a la banca. Si juega punto tiene un pelín menos de posibilidades, y si juega banca tiene ese margen chico a favor, pero le hacen un pequeño descuento. Al final del sabot lo más probable es que la diferencia nos sea muy grande a favor de la banca, y se compensa con los porcentajes que se le descontaron. El asunto entonces es elegir bien cuándo jugar a punto y cuándo jugar a banca. La expresión punto y banca en realidad viene de otro lado: punto es el que juega (a los dados, a la carta, a la ruleta o lo que sea) y banca es el dueño del casino, el que se queda con la torta siempre. “De enero a enero el que gana es el banquero”, es una expresión certera, muy usada por los que aborrecen los casinos. Cuando se dice que alguien va de banca, en definitiva, se supone que es candidato, que tiene muchísimas chances de ganar y cuando va de punto poco se espera de él, y solo puede sorprender con un batacazo.

Toda esta introducción con forma de escolaso viene a cuento porque en el fútbol argentino, en los Mundiales, hay múltiples ejemplos de equipos que fueron de superbanca y palmaron, de equipos que fueron de punto y ganaron (o en similar proporción perdieron) y hay otros casos de equipos inclasificables, que no se sabe si están de un lado o del otro.

La Selección de Sampaoli anda por el medio de todo. Iría de punto, más que punto recontrapunto si no tuviera a Messi. Y no llega a ir de banca a pesar de tenerlo a Messi. En el fondo es una gran incógnita y con el correr de los partidos vamos a escucharnos decir que “yo nunca confié en este equipo, se sabía que no podía llegar muy lejos”, o bien “siempre tuve confianza, yo me las veía venir que este equipo que no despertaba demasiada expectativa iba a llegar muy lejos”. Suele pasarnos.

Tal vez el ejemplo más claro de esto es lo ocurrido en la previa al Mundial de Corea-Japón 2002. Bielsa había arrasado en las eliminatorias y el entusiasmo era tan grande que daba la sensación de que todos los demás iban a jugar por el subcampeonato. Pero como el fútbol tiene mucho de azar y de cosa impensada, de escolaso, el equipo que iba derechito a la final se terminó volviendo en la primera ronda. Al revés pasó con la Selección del ‘86, a la muy poco apostaban hasta que se empezaron a encadenar las victorias, y el descreimiento se dio vuelta como una media y pasó a ser exacerbado optimismo antes de la final. Tampoco se creía mucho en el equipo de Sabella que tuvo el incomensurabale mérito de haber llegado a la final en Brasil, y cometió el pecado de no ganarla. De este modo, pudimos decir que siempre supimos que en el fondo eramos punto.

La Selección va de banca contra Haití en el partido de mañana, que se supone que se ganará con cierta facilidad aunque los jugadores se cuiden mucho de no hacer ningún esfuerzo extra, no vaya a ser cosa que se lesionen con el Mundial encima. Por ahí también va de banca a jugar contra Israel, pero ya sabemos que todo va a ser distinto en el Mundial. Que con Islandia por ahí no pasa nada, pero los otros dos, es decir Croacia y Nigeria, no van a ser sencillos. Si se pasa esa ronda, si se gana el partido de octavos entonces si llegará el momento de subir al equipo a la categoría de banca. Se los endiosará convenientemente si llegan a la final, y se los demonizará si se pierde, todo en cuestión de días.

¿Es bueno o malo que vayamos más de punto que de banca a Rusia? No sabemos, hay que esperar los resultados. Si salimos campeones como en el ‘86 fue muy bueno no contar con el optimismo previo de la gente y el periodismo, porque eso fortaleció al plantel. Pero si en cambio perdemos podremos decir sin ambigüedades que no fue bueno que lo consideraran punto porque eso bajó la autoestima del plantel, que llegó vencido antes de tiempo. Como siempre, dependerá de los resultados.