La Sociedad Deportiva Huesca subió a la primera española. ¡Enhorabuena!, como suelen decir allá. “Cojonudo”, ya esto es discutible en cuanto al tema de género que se contrapone a “Coñazo”. Pero para esta ciudad en la que habité casi cinco años de mi vida, es apenas un detalle cultural simbólico, en medio de una popular conjunción de alegría por el ascenso a “la mejor liga del mundo...”.
A los de Huesca se los llama regionalmente “los fatos”. Dicen los que no son de allí, por ejemplo los “maños”, que son los de Zaragoza, que se los llama así porque simplemente son “tontos”. Pero de tontos, la verdad que los oscenses no tienen nada. Una vez se dijo que después del diluvio universal salió un fato y se puso a regar... mitos. Entonces los de Huesca bautizaron a los de allá –apenas unos setenta kilómetros los separan en la común comunidad aragonesa, aunque no tienen, en primera a su equipo hoy en día, y eso hay que remarcarlo– como los “cheposos”. Pero no voy a ahondar en esa interna, solo quería presentar en sociedad a los naturales de esta tierra que tienen a su equipo en primera, equipo que contó con el cuarto presupuesto más bajo de la segunda división española. Un jugador clave cedido, Gonzalo Melero, a quien Zidane no quiso en el Madrid. Con un estadio, El Alcoraz, que alberga sólo 5346 asientos y 5100 socios y dos argentinos de origen humilde en sus filas: el “Chimi” Luis Ezequiel Avila (rosarino, quien jugó hasta en la final del Mundial de Clubes para San Lorenzo) y Ezequiel Edison Rescaldani (cordobés, jugó en Vélez y en Quilmes), ambos habitués con sus familias del mesón “Los argentinos”, en donde se dan cita varios conspicuos de la comunidad argenta, degustando pizzas a la argentina, carnes a la parrilla o empanadas, y así rescatan el espíritu en cofradía imprescindible a la hora de estar lejos.
Qué va a decir este cronista, que ha vivido horas imbatibles de su vida allí mismo, horas que incluyen unos años vitales en la ciudad que vio nacer a su propia hija Vera, y que al momento de nacer lo hiciera a pocos metros del estadio en donde hoy la ciudad aparece en el mapa del mundo, como solo el fútbol, para gusto o disgusto, puede conseguir. Acogedora y amistosa Huesca, con bares inevitables, como el Juan Sebastián, desde donde me cuenta Javi Alós sus impresiones del equipo de su ciudad, aunque no de sus amores futbolísticos, porque es un declarado forofo del Madrid. “El Huesca se lo merece por lo bien que lo han planteado, son un equipo, una familia por ir todos a una y disfrutar, mi deseo sería que el Zaragoza ahorita también hiciese los deberes y poder tenerlos a los dos en la mejor liga del mundo. Esta es mi modesta opinión y sé que no será compartida por muchos fatos en lo referente a lo deportivo y económico”, me dice.
Más allá, desde la barra del legendario “Bendita ruina”, bar en donde la barra se une con la antiquísima muralla que dio nacimiento al imperio romano, fundando la ciudad que en los años 700 se llamaba Waska, me comenta sensaciones espumantes Sebastián Hounau, un trasplantado de la zona norte del conurbano bonaerense, buscador de perlas en pantanos, músico, hincha de Tigre a medias repartido con River, quien habita hace años y lo hace ya como un natural reconocido.
Ciudad intensa Huesca, con esas crónicas antiguas de la que tal vez ni se enteró George Orwell quien, enrolado en las filas republicanas, mientras no dejaba de escribir ni reflexionar en 1937, entre las balas que lo herirían duro, soñaba de todos modos con llegar a la ciudad desde su trinchera en Alcubierre de la comarca de Los Monegros, en la provincia de Huesca, para tomarse aunque más no sea un café. Asignatura pendiente.
Toda esa historia parece tener música, poesía, que en el fútbol de España pareciera no tener cabida entre la intelectualidad. El paso del franquismo fue declaradamente una grieta entre el deporte rey y los artistas o intelectuales. Pero acontecimientos como este se despegan y ameritan abrazos en promesas de brindis con la bohemia de los “Creadores de ocio”, los Antonio Arazo –experto cocinero de entrañables sabores de la tierra– o la sabiduría musical de Luis Lles, quien programa unos de los festivales musicales más poderosos en cuanto a contenido multiétnico de España y que se llama “Pirineos Sur”. Allí cerca, entre las montañas del pre pirineo aragonés lindante a Francia, él mismo gestor cultural se alegra de este paso a la primera del equipo de su tierra. Sabedor seguramente de lo que significa en este mundo tecnificado y multimedia, de que el nombre de la ciudad y la provincia que habita y ama, estará al menos en boca y líneas de los medios mundiales como nunca antes. Por eso que en estos tiempos de los ultras del por ciento y las finanzas cojas, el fútbol adquiere otro valor, el cultural que es ajeno aunque a veces deudor penitente de lo que este deporte acarrea.
Por el honor del fútbol bien jugado y administrado. Por esta ciudad que amo. Por la luz encendida al mundo de mi hija. Por la amistad y la fraternidad que la posee, brindo por el ascenso del Huesca a la primera española. Siempre, la distancia, será esa frontera que se mueve (cito a la poeta Nora Perusin).
El fútbol las estremece.