A partir de la crisis cambiaria de las últimas semanas, parece haber fracasado finalmente la receta del “gradualismo” económico. Consigna que fue abiertamente criticada por economistas neoliberales e incluso ex-funcionarios, de su propio riñón. Sin embargo, la evaluación manifiesta por el gobierno había sido que no existían las condiciones sociales ni políticas para realizar un ajuste profundo y que los cambios debían ser graduales. La vuelta al FMI termina de echar por tierra esta opción al requerir el adelanto del recorte fiscal anunciado por Mauricio Macri y el ahora superministro Nicolás Dujovne.
La receta de Cambiemos desde el inicio de su gobierno pasó por recuperar la confianza de los inversores externos. En ese sentido fueron muchas de las principales medidas tomadas desde ese momento: el arreglo con los fondos buitres para retornar al mercado de créditos internacionales, la desregulación cambiaria, la quita de retenciones y la apertura importadora. También apuntaba a esta dirección la política de metas de inflación del Banco Central.
Sin embargo, los resultados de esta política fueron por lo menos cuestionables. En 2016 cayó el PBI y la reactivación de 2017 apenas alcanzó para recuperar lo perdido el año anterior. El crecimiento se explicó más por la inversión en obra pública y por las paritarias cerradas por encima de la inflación, políticas tomadas de cara a las elecciones de medio término, que por las virtudes del modelo de apertura y desregulación. De hecho, la inversión extranjera directa promedió en los primeros dos años de Macri 2.421 millones de dólares, apenas por encima del promedio del segundo mandato de Cristina Kirchner (2.291 millones).
En este marco, se presentaba al 2018 como el año para el despegue definitivo. Sin embargo, la corrida cambiaria obligó a reevaluar las metas económicas y las expectativas de crecimiento. El resultado final del proceso fue una devaluación de casi el 25% en menos de un mes, una caída de casi 10 mil millones de dólares de las reservas y la tasa de interés más alta del período (y la más alta de América Latina en términos nominales y reales).
Lo que estamos viendo no es más que la consecuencia de dar rienda suelta a la bicicleta financiera, donde cualquier sacudón en el contexto internacional puede derrumbar el castillo de naipes. Esto fue lo que sucedió ante el aumento de la tasa de interés de la Reserva Federal. Las condiciones para esta corrida fueron incubadas por el propio gobierno: un déficit en cuenta corriente récord (4,8% del PBI) y nuevo endeudamiento nominado en moneda extranjera por 70 mil millones de dólares, que en gran parte sirvió para financiar fuga de capitales, y el equivalente a 60 mil millones de dólares en Lebacs. La debilidad era tal que para frenar la corrida cambiaria el gobierno acudió al FMI, salvataje que requerirá aplicar recortes aún más agresivos.
El “gran acuerdo nacional” para reducir el déficit fiscal es la nueva cruzada del gobierno. Ni lentos ni perezosos, a partir de la crisis cambiaria buscan generar consenso en torno al ajuste fiscal como el único camino para evitar una crisis aún mayor. Este no será el único golpe al bolsillo. La devaluación de mayo impactará en la inflación. Hoy son pocos los pronósticos de una inflación anual por debajo del 25% cuando el grueso de las paritarias cerró en 15%.
La masiva movilización del 25 de mayo en el Obelisco y el rechazo de la mayoría de los actores políticos, sociales y sindicales al acuerdo del FMI muestra que el gobierno se encuentra en una encrucijada política complicada. Tiene que “acelerar” la baja del déficit fiscal en su peor momento político y sin indicios claros de que en el mediano plazo la situación económica mejore. Es nuestra tarea dar un debate público que la vuelta al FMI no era algo inevitable ni responsabilidad del “despilfarro” del populismo. Llegamos a esta situación por el resultado de las políticas neoliberales de apertura financiera, desregulación económica y endeudamiento. Pero esa conclusión no está dada de por sí es una disputa que hay que dar en el debate público y en las calles.
Itai Hagman: Economista - Patria Grande.