Se acerca a los 70, está terminando su segundo concierto para trompeta y orquesta –que quiere grabar lo antes posible–, toca habitualmente con su sexteto y a veces con su big band y acaba de sacar un disco de dúos, ese formato que la creatividad industrial reserva a los artistas que por recorrido y magisterio resultan personalidades importantes. Arturo Sandoval no se detiene y con figuras de la música pop, del jazz, de la lírica y de la música latina le dio forma a Ultimate Duets, un disco producido por Gregg Field, que en su variedad desbordante, si bien resulta bastante previsible, guarda algunas sorpresas. “Me siento muy feliz con este trabajo. Lo hicimos con nombres que llegan desde distintos lugares de la música, artistas importantes, con agendas muy apretadas. Me emocionó la disposición de todos ellos para participar de este disco. Lo tomo con un tributo”, dice desde Washington el trompetista y pianista cubano, radicado desde hace años en Estados Unidos.
“Andante, Andante”, con Anni-Frid Lyngstad (la morocha de ABBA), “People” con Stevie Wonder, de quien además está el tema “Don’t You Worry ‘Bout a Thing” pero llevado al universo bachata por Prince Royce. “Corazón Partío” con Alejandro Sanz, “El ruido” con David Bisbal, y con Plácido Domingo el clásico “Granada”, en una versión de la que también participa el guitarrista Vicente Amigo. Estos son algunos de los momentos del disco para el que Pharrell Williams compuso la canción titulada “Arturo Sandoval”, que el trompetista comparte con la joven cantante pop norteamericana Ariana Grande. “No fue un problema adaptarme a tanta diversidad. La música buena es una y eso se entiende enseguida. Además, toda mi vida estudié música, primero la clásica, después me metí en el jazz, y siempre tuve adentro la música cubana tradicional. He sido un fanático de aprender lo que más pude de los distintos géneros y con este disco también aprendí. Lo interesante de este proyecto es que hay para todos los gustos”, asegura Sandoval, y cuenta que cuando comenzó a trabajar en la idea de este disco, en la primera en que pensó fue en la cantante Natalie Cole. “Yo había tocado en su último trabajo, pero desafortunadamente en esos días en que empezábamos a grabar los primeros dúos, ella enfermó gravemente y murió. Fue una gran pena, habíamos compartido una bella amistad y mucha música”, recuerda el trompetista.
También las ausencias forman parte de este trabajo que por otro lado se las arregló para burlar a la parca. “Otro en quien pensé enseguida fue Al Jarreau, uno de mis favoritos, una persona de una musicalidad extraordinaria”, continua Sandoval. “Vino a grabar y nos pasamos el día entero haciendo música, en un momento tomó papel y lápiz y escribió unas palabras: “Las montañas pueden derrumbarse y las estrellas pueden caer... Todavía estaré aquí después de todo”, que son las que dice en la introducción de “After All”. Diez días después murió y entonces me di cuenta de que esas palabras tenían mucho de despedida. Ya estaba mal, pero cantó como los ángeles, como siempre”. El track final del disco es un dúo virtual con Celia Cruz, fallecida hace quince años, pero de regreso gracias a la tecnología. “En este disco no podía no estar Celia, una amiga querida con quien compartí mucha música. Así que tomamos una grabación en vivo de “Quimbará” y extrajimos su voz, que iba por canales separados, y la utilizamos con otros arreglos. Realmente quedó bien, parece que estamos tocando todos juntos”,
–¿Le faltó algo a este disco?
–No sabría decirlo. Yo invité a varios y estos son los que respondieron. Y con ellos lo hicimos. Y me gusta mucho lo que quedó.
Ganador de diez premios Grammy y varios premios Billboard, Sandoval fue artífice a mediados de los ‘70, junto al saxofonista Paquito D’Rivera y al pianista Chucho Valdés, del inolvidable grupo Irakere, emblema del jazz cubano, cuyo éxito en Estados Unidos le abrió las puertas de la música internacional, para una carrera que se refleja en una abundante discografía personal. “Actualmente toco con mi sexteto, porque con la big band es más difícil viajar. Para mí la música más que una profesión es una pasión y tengo que hacer siempre cosas distintas, buscar estímulos. He tocado música de los más variados géneros y pienso seguir haciéndolo. Tengo una salud de hierro y me queda mucha energía, y seguiré soplando hasta que Dios lo disponga”, dice el trompetista que también supo abordar el repertorio clásico, como testimonia su disco con obras de Leopold Mozart, Johann Nepomuk Hummel y el propio Concerto para trompeta, junto a la Orquesta Sinfónica de Londres.
Fanático declarado de la música de Sergei Rachmaninov, a quien considera “un melodista fabuloso”, Sandoval tiene a su gran ídolo en Dizzy Gillespie, a quien conoció en 1977 en Cuba, cuando el jazzista estadounidense viajaba por el Caribe en busca de oxígeno para su música. “Gillespie fue mi ídolo antes de conocerlo y cuando lo conocí enseguida se convirtió en mi gran amigo, mi inspirador, mi padrino. Él insistía en que la música debe llegar a la gente y así creó junto a Chano Pozo y Mario Bauzá lo que llamaron ‘jazz afrocubano’, que nunca entendí en qué momento se comenzó a llamar ‘jazz latino’. De todas maneras, con un nombre o con otro, se trata de una música muy apreciada, que tiene su público y sus estilos. Una música que se alimenta de dos usinas muy potentes, como son el bebop y los ritmos cubanos, que bien combinadas producen un efecto muy bueno”, concluye Sandoval.
–Y entre tanta música, ¿cuál le gusta tocar más?
–La que suena bien.