Quienes se valen de la lógica de la coherencia para explicar a un artista, entendiendo por eso que el músico ha conservado una misma forma de componer y sonar a lo largo de toda una carrera, pueden esconder cierto conformismo del que hace y del que escucha. No sería ese el caso de Deftones, cuya coherencia no proviene de la repetición de fórmulas, sino en la exportación de un estado de intimidad a lo largo de sus producciones, algo tangible tanto para el éxito de White Pony (2000), con el grupo en pleno estado de ebullición, como para Saturday Night Wrist (2006), que encontró al cantante Chino Moreno física y mentalmente arrinconado por los excesos.
Los desbalances arremetieron nuevamente en Gore (2016), octavo y último trabajo de estudio a la fecha. Se trata del primero desde el fallecimiento del exbajista Chi Cheng, víctima de un accidente de tránsito que desde 2008 lo había dejado incapacitado y virtualmente afuera del grupo, con Sergio Vega de Quicksand como reemplazante. Después de Koi No Yokan (2012), el quinteto de Sacramento resolvió repetir a Matt Hyde (Slayer, Monster Magnet, Hatebreed) como coproductor para un transcurso que tuvo al guitarrista y pieza clave Stephen Carpenter prácticamente desafectado. “Cada uno lo trabajó desde un lugar diferente en lo personal, quizá no desde el más cómodo posible”, se lamenta Moreno desde California, a través del teléfono. “No conectamos de la mejor forma durante el proceso, aunque creo que logramos un buen disco. No diría que es el más experimental, sí que es diferente; de haber estado realmente conectados, el resultado podría haber sido brillante. Lo mejor es que nos dimos cuenta de que necesitábamos de esa conexión. Estamos trabajando con material nuevo, no hay fecha de lanzamiento, pero sí unos seis o siete temas, con un proceso que está siendo colaborativo de verdad, en el que todos opinamos y proponemos en partes iguales. Así hicimos siempre nuestro mejor negocio”.
Ese mejor negocio empezó en el garaje de la casa de Carpenter, a fines de los ‘80, cuando Moreno y el baterista Abe Cunningham podían apoyar sus skates al salir del colegio para ensayar las primeras creaciones. Más tarde, a las influencias del heavy metal de su época le sumaron algo de shoegaze y la potencialidad del rock alternativo (Weezer), hasta llegar a llamar a Terry Date para su placa debut epónima de 1994, trabajo que sentó algunas de las bases del metal alternativo posterior. Hoy, ya consolidados como referencia para la música pesada que cargara las radios y cadenas de videos hacia fines de los ‘90 y principios de 2000, retorna a Buenos Aires tras su última visita junto a System of a Down hace tres años, cuando compartieron cartel en GEBA. El cantante tiene una razón para guardar un grato recuerdo de aquellos días: “Fue divertido porque, si bien nuestros estilos en algún punto se parecen, son lo suficientemente distintos como para tener públicos diferentes, y es bueno que la gente pueda abrirse a escuchar otras cosas”. Lo dice Moreno, que varias veces rechazó girar con Korn o Limp Bizkit por “parecerse demasiado” en estilo. Esta cita será el viernes a las 21 en el Luna Park (Av. Eduardo Madero 470), con los neoyorquinos Quicksand como teloneros.
–La banda misma expuso el escaso vínculo de Carpenter con Gore. ¿Cómo se hace cuando una pieza fundamental tiene la cabeza en otro lado?
–Hubo que entenderlo a Stephen. Estaba atravesando algunas situaciones personales y cuando eso pasa los amigos tienen que apoyar. Una mayor colaboración de su parte habría hecho al disco mejor de lo que es, pero no hay que hacer un drama de eso, dimos lo mejor de nuestra parte. Nosotros no íbamos a dejar de hacer música, eso seguro.
–Mencionó que están componiendo. ¿Este momento es muy diferente de aquel?
–Sí, empezamos hace algunos meses, pero no lo estamos haciendo a tiempo completo: nos juntamos tres o cuatro días al mes. Todavía no puedo decir cuándo vamos a terminar, pero la estamos pasando muy bien; se viene algo poderoso, que seguramente no tenga nada que ver con ningún disco anterior. Es fundamental expandirse, buscar. Escaparse del propio pasado es lo más excitante que siento como músico, porque experimentar hace que tener una banda siga siendo interesante. Nunca perseguimos una fórmula, siempre seguimos nuestros instintos, que nos llevan a un lugar diferente cada vez. En esta oportunidad el esfuerzo es ciento por ciento en conjunto.
–Hace varios años dijo que bandas muy exitosas como Limp Bizkit o Linkin Park no existirían de no ser por usted, algo que no cayó bien. ¿Siente que Deftones fue minimizada frente al gran éxito de sus contemporáneos?
–Evidentemente, en algún momento estuve muy enojado con esa situación. Sabemos que fuimos una influencia para esas bandas, pero asegurar que no existirían sin nosotros fue una exageración y probablemente una mentira. Nosotros también tuvimos influencias, no hay nada malo en eso, por el contrario. Ahora estoy más maduro y menos enojado, me enfoco en lo nuestro y nada más. Lo loco es que hace treinta años que estamos en esto y todavía seguimos aprendiendo de nuestros errores.
–No es fácil soportar tanto tiempo. ¿Cuál fue su clave?
–Nada de lo que nos haya pasado fue lo suficientemente fuerte como para evitar que estemos donde estamos. Algo importante fue definir que no teníamos que girar más de un mes. Tenemos vidas por fuera de esto, y les queremos dedicar igual tiempo o más. Entonces, cuando nos juntamos nos entusiasmamos de verdad, sentimos la tensión y aprovechamos el momento. Mantener ese balance fue esencial.