Para el sello de juke latino “Abyss”, que editó el EP homónimo de Yoto (alias del productor y performer cordobés Ignacio Sandoval), el género musical que “lo define” es “#Transgenre”, o transgénero, a secas. Al dar play entendemos perfectamente por qué. ¿Escuchamos canciones o experimentos o una mezcla de ambos? Y a los nueve minutos ya no nos queda nada más que oír. Sólo una sensación de que toda esa intensidad sonora, algo cacofónica pero con cierto ritmo cansino y amigable no pudo haber durado tan poco. No pudo haber salido de un cuerpo humano. En los tracks en los que aparece la voz, ésta no dice nada inteligible.
En su último disco, autoeditado en su bandcamp, “Acariciando los vidrios” queda en claro su fascinación por los ritmos destartalados pero esta vez acompañados por letras escatológicas que muchas veces recuerdan a Los Brujos de “Guerra de nervios”, por su imaginario hipermasculino y bélico. Sin embargo esta apuesta parece ir un poco más allá.
El show será la clave.
Vi por primera vez a Yoto (localismo de la palabra “roto” dicha en buen cordobés, por si quedaba alguna duda) en acción hace un mes en el Ciclo Ruido del Cultural San Martín. Mientras él saltaba, gritaba, bailaba y se metía entre el público con su traje de raso, cierto encargadx de las imágenes en pantalla (que responde al nombre de Leah Beo) disparaba de manera casi subliminal y repetida un fragmento de vaya a saber qué película (perdido entre otros más inocentes con estética gamer) que paso a describir. Un rubio desnudo tirado en una cama se masturba con mucha voluntad mirando al techo mientras que alrededor de él, y claramente fuera de su campo visual, al menos otros cinco rubios, también desnudos, golpean con ímpetu de hinchada de fútbol la cama en la que éste hace lo suyo. ¿Le harán apoyo logístico? Homoerotismo disidente, si los hay.
Fue inquietante ver a la gente bailar con ritmos tan raros en ese show, había algo que ocurría en la performance que hacía que la audiencia no pudiese creer lo que veía y sobre todo lo que escuchaba: sonreían boquiabiertos y seguían el ritmo como podían.
Luego de verlo en acción concluyo que tengo que ir a dónde vive, sea donde sea, hablar con él, saber qué peinsa de lo que hace. Toco el timbre puntualmente en lo de Ignacio. Una casa a la calle en la capital suburbana, en un pasaje soñado. En la mesa, todo su set musical armado: un pedal de loop, un sampler y una tablet. “Con mi proyecto paralelo Nachaku toqué muchas veces vestido con ropa de mujer, es algo que me relaja”, confiesa en la casa que comparte con su novia. Uy. Tiene novia pienso. Y luego no pienso mucho más sobre el asunto. Seguimos la conversación y antes de irme me pasa el dato de sus futuros shows a los que pienso ir.
“Me gusta componer pero no me interesa tocar demasiados instrumentos en vivo”, me dice mientras me muestra una aplicación con la que ejecuta samples en su tablet. “Me interesa más poner el cuerpo, concentrarme en la voz, en los personajes y en las historias de mis canciones.”
Yoto tiene en su agenda varios inminentes shows privados, le pueden pedir coordenadas escribiéndole a su cuenta de Instagram:www.instagram.com/todoyoto