Si se le pregunta, ella responde que no. O que no fue pensado. Asume sus cartas de presentación, las diferentes versiones de sí, como un cúmulo de fragmentos: psicóloga, escritora, cantante... Pero no asume ninguna como una identidad que la defina en forma absoluta. O del imaginario que se tenga de esas tareas. Se asume –así lo pone por delante– como activista: una militante lesbofeminista de principios del siglo XXI, que estudió y se recibió en Psicología, que profundizó en estudios de género y sexualidades, que canta, escribe (canciones, cuentos infantiles o en este caso su primera novela) y baila.
Mariana Muscarsel Isla compuso una novela iniciática con un aplomo singular, y donde el universo polifacético de sus prácticas se plasma. Aunque Casino Casa Grande (EME Editorial) va más allá de las búsquedas concientes de la autora. “No creo que se vea mi activismo de forma líneal en lo que hago artísticamente, pero sí que lo pienso y veo desde esos ojos también”, dice durante la charla con el NO.
Según el texto que escribió para la contratapa Gabriela Cabezón Cámara –con quien trabajó sus textos antes de publicar–, se trata de un libro de “triple” iniciación: de la autora, de la protagonista Bruna y de los lectores que conocerán a una nueva escritora. Pero hay más: es iniciática porque permite descubrir el mundo a través de los ojos de Bruna, que no es otra cosa que la voz aniñada desde la que se posa Muscarsel para contar vivencias de su pueblo natal (Fiske Menuco) en los ‘90, con la mirada fresca de quien descubre el mundo a partir de las vivencias de su familia disfuncional. O funcional a la manera que podían serlo la mayoría de las familias en los ‘90: con vaivenes conyugales y económicos, con tabúes y descubrimientos.
“No es que elegí hablar desde esta voz. La historia original era una adulta que tenía flashbacks a recuerdos de su niñez, pero me di cuenta de que me gustaba mucho más hacer esos capítulos y fue pasando, más allá de hacerlo premeditadamente”, explica la autora sobre la voz de Bruna, niña y/o adulta de la que no se sabe su edad mientras va descubriendo(nos) el mundo. El vuelco de sus intenciones, reconoce, fue más conciente en su anterior trabajo, el libro de cuentos infantiles Un regalo de cuento, que publicó a fines de 2017, buscando proponer “otras infancias posibles”, y para el que mezcló literatura y música, ya que al libro lo acompaña un disco con cuatro canciones.
En su flamante novela, en cambio, tampoco hubo un vuelco consciente de sus identidades, pero aparecen la psicología –en la interpretación o descripción de sueños–, la música –con el soundtrack que acompaña y permite leer la novela como un road trip musical– y las anécdotas de pueblo patagónico. Del temor a que reviente el Chocon e inunde todo, por ejemplo. Sobre la playlist, disponible en YouTube, Muscarsel acota: “Son canciones que iba sintiendo que podían estar de fondo en algunas escenas”.
También emerge su militancia. Bruna cuenta su mundo con voz candorosa y, a la vez, ácida. Con un humor que se adivina como mecanismo de entender y aceptar el mundo complejo que se le presenta, entre deudas y oscilaciones económicas, vaivenes conyugales de sus padres, la muerte –que es, en su punto final, también una iniciación– de seres cercanos y la búsqueda en la historia de la disidencia: la tía abuela lesbiana, aunque esa palabra esté ausente.
Casino Casa Grande compone un universo conocido, un mundo íntimo ajeno al que se entra y del que no se quiere salir, una porción que es parte y en la que todos hallarán referencias de contacto. Las fobias del provinciano a los paseos de los taxistas porteños, por ejemplo. La vida en una ciudad patagónica, otro caso. O la presencia de la violencia machista, sin nombres ni denuncias panfletarias, como ocurre a diario hace cientos de años. “No es biográfico en nada, pero sí escribo desde escenarios que habité o de un universo para mí conocido”, explica Muscarsel Isla, que además trabaja en salud mental en el penal de Ezeiza.
La suya es, como buena novela de iniciación, un libro poblado de presencias y ausencias. El mosaico que recorre el recuerdo de una mente que se va formando al calor de la experiencia: que se mete en el mundo para narrarlo. Y comprenderlo.