El Gobierno tiene la esperanza de distraer con brillitos. El lunes brillaron las lámparas Led. El brillito de hoy es el veto. El cálculo oficial es sencillo: está convencido de que perderá la votación y entonces ningunea el debate del Senado para limitar el tarifazo. Pretende saltearlo para que, como si la discusión sobre las tarifas no tuviera existencia real, lo único que quede en pie sea el derecho del Poder Ejecutivo a vetar una ley sancionada por ambas Cámaras.
Si hay sanción será patente que el veto podría generarle a Mauricio Macri un costo político. El costo surgiría de que la oposición no presentó, primero en la Cámara de Diputados y luego en la Cámara de Senadores, un tema ajeno al sentimiento de los trabajadores, la clase media y los pequeños empresarios. Después de la jubilación recortada en diciembre, los tarifazos son el tema más irritante. El asunto que más desgastó al oficialismo desde el 10 de diciembre de 2015. Y eso que el proyecto no retrotrae los aumentos a esa fecha sino solo a fines del año pasado. Sin embargo, a futuro propone relacionar los futuros incrementos con el ingreso de los empleados y la renta de las empresas industriales.
El tarifazo no solo marca la evidencia del fracaso PRO en el combate contra la inflación. Ilustra cómo el propio Gobierno estimuló la inflación mediante el aumento de tarifas. Revela que derrotar la inflación no es el principal objetivo de Cambiemos, o por lo menos no supera la meta de asegurar las superganancias de las empresas de energía como Metrogas, Edenor y Gasban.
En diciembre el macrismo ganó las votaciones en el Congreso sobre su primer ataque contra las jubilaciones y lo pagó con desgaste.
Es cierto que ni entonces ni ahora las elecciones están a la vista. Falta más de un año para las presidenciales de octubre de 2019. Es cierto que la pérdida del consenso PRO no implicaría automáticamente que otro, otra, otros u otras reciban los votos e inclinen la balanza para su lado. Si es que, al final, hay un lado electoralmente hablando.
Pero también es verdad que el tarifazo en medio de la inflación y el desbarajuste financiero va limando la credibilidad de Macri y alimenta las dudas no ya sobre su posición social, de rico que gobierna para ricos, sino también sobre la presunta eficacia del Ejecutivo.
El antimacrismo y el no macrismo se juntaron en torno del tarifazo. Por eso, antes que el veto, hay que esperar el resultado de la votación. Si Cambiemos zafa, respirará con alivio. Si es derrotado, habrá perdido un trozo importante de legitimidad política.