La charla entre el escritor y periodista, Sergio Olguín, y la escritora, poeta, traductora y periodista de Rosario/12, Beatriz Vignoli, en el marco del ciclo Lecturas Cruzadas en la Feria Internacional del Libro, tuvo todos los condimentos necesarios para acercarse, de manera espontánea y amable, a los procesos que inspiran sus obras. Les resultó sencillo empatizar con el público que se acercó a la Sala C del Centro Cultural Fontanarrosa. Luego de la presentación de rigor, contaron que habían descubierto que los dos nacieron un 29 de enero, Vignoli en el '65 y Olguín en el '67. "Hoy es 29", dijo una mujer, contenta por aportar más coincidencias por el descubrimiento. A partir de ahí, la conversación ingresó en una delicioso camino de anécdotas, novelas inconclusas, el cariño por los personajes, la crítica literaria, las lecturas e influencias que marcaron cada uno de sus proyectos.

Cuando era uno de los responsables de la revista V de Vian, en la que participaba Elvio Gandolfo, Olguín publicó una crónica de Vignoli a partir de la recomendación del escritor rosarino: "La poeta rosarina que había dormido con Raymond Carver". Mientras la autora de Atopia cursaba el primer año del traductorado de inglés, en 1984, les dijeron que tenían que ir al auditorio porque había dos escritores yanquis, Carver y su esposa Tess Gallagher, leyendo poesía en el auditorio.

"No sabíamos quiénes eran, qué hacían allí. Ella leía unos poemas interesantísimos y nos terminó de cautivar cuando leyó unos versos de Alejandra Pizarnik. Pero él era un hombre gris, con una voz monótona. Era un cuento de seis páginas y me quedé dormida, por eso digo que (me) dormí con Carver", relató Vignoli, despertando las carcajadas del público.

Para Olguín, la revista fue una experiencia generacional. "Nos permitió la posibilidad de mostrarnos, pensando en armar un público propio, incorporar y abrir la cultura que en los suplementos culturales está muy marcada por la agenda del mercado editorial", consideró el autor de Lanús.

--¿Te sentís más cómoda escribiendo poesía o narrativa?, preguntó Olguín.

--El lugar donde siento que piso más firme es en la poesía, tengo una seguridad, corrijo cada vez menos. Igual, la poesía viene cuando quiere. A veces se planifica. Soliloquios fue planeado como un proyecto de libro, como un álbum conceptual. En Almagro la idea era crear una sucesión de imágenes que estuviera marcada por el paso del sol, la luz iba cambiando en los poemas. Está bueno pensar un libro como proyecto.

"Fue la obra mágica del ancestro", explicó Vignoli sobre la publicación de Proesía, primer libro escrito a los 14 años. Luis Aguirre Sotomayor, un amigo de su abuelo Herminio Blotta, hizo copias en stenciles. "Le ponía puntos suspensivos a todo, yo odiaba los puntos suspensivos. Sí me respetó que el libro fuera apaisado porque me gustaban los versos largos, en ese momento estaba leyendo a Allen Ginsberg, que conocí por la colección que publicaba el Centro Editor de América Latina", recordó la escritora.

"Uno escribe siempre a partir de las pérdidas", dijo Olguín al contar la trama de un texto basado en la historia de Lobo, su perro de la infancia al que le gustaba morder, y cada vez que lo hacía había que llevarlo a la perrera: "A la tercera entrada no volvió nunca más, no sé si es verdad o porque mis viejos se cansaron (risas)".

El autor de Filo habló sobre la necesidad de escribir la historia de su abuela, que a los 17 años vino al país desde Galicia, soltera, para tener a su hija, pero que todavía no pudo concretar. "Es un problema que pasa cuando la historia es demasiado cercana", planteó Vignoli.

Salieron rápido de esa zona para hablar de los alter egos, un tema que le interesaba plantear a la autora de Daf. Olguín utilizaba el seudónimo Santiago Pazos. "Es su segundo nombre y el apellido de su abuela materna, es lo que la gente se imagina cuando uno se imagina a un crítico", planteó Vignoli. "Tiene muchas cosas de mí, no sólo esa construcción con el nombre, si no con el amor apasionado con la literatura", destacó Olguín.

Vignoli también se refirió a la saga de Verónica Rosenthal, la periodista que protagoniza la trilogía del escritor compuesta por La Fragilidad de los cuerpos, Las extranjeras y No hay amores felices.

"Es el arquetipo de la periodista que busca la verdad. Me parece interesante cómo se construyen estas figuras ficcionales a partir del imaginario. Me pasó con una novela que tengo inédita, El Bote, hay una periodista de apellido Winograd, que es la traducción de Vignoli al Yddisch", comparó la poeta rosarina. "El amor que siento por los personajes me permite escribir secuelas, lo hice también con El equipo de los sueños y Springfield", completó Olguín, al tiempo que mezclaba anécdotas sobre las consideraciones que le hacía su editora alemana.

En el último tramo de la charla se refirieron a la importancia de la poesía argentina en los años 50. "Fue una generación maravillosa que tuve la suerte de conocer personalmente, fui muy amiga de Willy Harvey en el último año de su vida, y de Hugo Padeletti, poetas que admiraba muchísismo. Eran tipos que vivían en estado de poesía", concluyó Vignoli.