La compulsión a generar deuda inspiró la tesis de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es una religión asentada en la fe de que, en algún momento, el matrimonio entre la ciencia y el mercado proveerá los bienes para subsanar la burbuja financiera en que hoy descansa el mundo. Se trata de una tesis acorde con la ética protestante a partir de la cual Max Weber supo describir el capitalismo fordista, el cual encontraba en la familia pequeño burguesa el fértil terreno para decir -‑tal como en la famosa serie de los ´60-‑: "Papá lo sabe todo". Ahora bien, según Byung Chul Han, el capitalismo no constituye en absoluto una religión en virtud de que su loca deriva no respeta deuda alguna, ni siquiera con el orden natural que nos permite llenar los pulmones, agregamos nosotros. (Hoy Papá se asemeja a Homero Simpson) Por algo, advertía Lacan que la astucia del discurso capitalista no le impedirá arribar a su propia consunción (aniquilarse a sí mismo y a cuanto lo rodea). La cuestión se hace interesante en lo que a la práctica del psicoanálisis refiere por cuanto interroga el destino del excedente de goce (léase: Angustia, eso que desborda la tramitación psíquica) en este comienzo del siglo XXI. Esto es: si la deuda simbólica con el Padre generaba síntomas en tanto retorno de lo reprimido, es decir: un padecer localizado (por ejemplo: atentados terroristas como retorno de las acciones de la OTAN en Medio Oriente), hoy que los school killers irrumpen en cualquier momento y lugar para matar a sus propios compañeros o que en las principales capitales del mundo -‑sea Londres, París o Barcelona-‑ hay sujetos repartiendo balas o cuchillazos como si nada, pareciera que la angustia cobra un carácter más afín con "el sentimiento de verse reducido al propio cuerpo" que Lacan describe en su texto de La tercera, esto es: el cuerpo desconectado de todo vínculo simbólico con el Otro, sin deuda. Ni siquiera con el aire que nos alimenta.
*Psicoanalista. Hospital Álvarez.