El Gonzervatory es un programa atípico para jóvenes músicos de todo el mundo, que tuvo en abril su primer edición. Chilly Gonzales, renombrado y excéntrico pianista y compositor de música clásica con sensibilidad pop, además de conductor de programas musicales de radio y TV, abrió una convocatoria que resultó en el proyecto más arriesgado de este canadiense radicado en Alemania. Siete jóvenes fueron seleccionados para una residencia televisada de diez días en París, con todo pago, para asistir a workshops, clases magistrales con íconos de la música pop y ensayos colectivos, todo culminado con un concierto de graduación en la mítica sala parisina Le Trianon. Los aspirantes debían tener más de 18 años, mandar un video de no más de tres minutos describiendo su universo musical y responder a un cuestionario bastante delirante, con preguntas como “¿Qué artista que les gusta a todos a vos no te gusta?”. Esta heterodoxia es la clave del Gonzervatory.
Gonzales es sabidamente un docente nato, y siempre estuvo interesado en reformular el concepto de enseñar música, fuera yendo a la organización de lo emocional más que a la repetición de fórmulas o calando en lo expresivo en lugar de ir detrás de técnicas perfectas. Por eso, este conservatorio –término por demás irónico ya que de “conservar” no tiene nada– está enfocado en lo performático.
“Es un experimento muy difícil de llevar a cabo, bizarro y muy íntimo, súper rico ya que está enfocado a lo humano: cómo nos sentimos y cómo usarlo, trabajando sobre la línea entre la performance y la vida real”, cuenta Natalia Spiner, porteña de 25 años quien fue la única argentina que integró el primer equipo de gonzervatorians. ¿Su respuesta sobre la música que no le gustaba? Bruce Springsteen.
Spiner es guitarrista, cantante, toca el piano y compone música electrónica y para cine. Acababa de lanzar su segundo disco solista, el delicado y misterioso Por ser, luego de una frondosa carrera ya de años entre lo analógico y lo electrónico, con sus bandas anteriores Benditos los Niños y s.i.e.r.r.a. Y viajó inmediatamente después de lanzar su disco: “Fue una decisión. Me parecía interesante que la repercusión fuera sin mí. Todo lo que aprendí me va a servir para presentarlo porque fue sobre todo un trabajo de performance y de actitud escénica, más que de música en sí. Mi idea es armarme un show nuevo con toda esta data que incorporé”.
Una joven chilena, una italiana, una francesa, un estadounidense, un austríaco y un ucraniano compatieron la residencia con ella. Permanentemente estaban tocando juntos, haciendo videos, ejecutando, mientras convivían en un loft. Sí, habiéndose recién conocido. Entre los profesores que tuvieron, con los cuales compartieron además tocadas, comidas y charlas, estuvieron los mismísimos Jarvis Cocker y Peaches.
“Fue muy interesante porque yo los tengo muy arriba y ellos estaban ahí laburando, siendo humanos con inseguridades. Vivimos juntos y trabajamos: no era una clase típica con un profesor. Pude decirle a Peaches que me encanta que siendo mujer transmita lo que transmite... lo charlamos mientras almorzábamos. El Gonzervatory es un experimento increíble y me interesa que siga creciendo, que cada vez más gente se entere”, sigue Spiner.
No sorprende que la artista, de una sensibilidad casi onírica y de relatos sutiles, se haya sentido interpelada por estos métodos: seguramente muchos músicos y compositores se sientan incentivados al ver que hay un espacio como éste, y eso a su vez sirva como plataforma de difusión de talentos atípicos alrededor del globo que no tienen necesariamente un enfoque comercial. El plan, ahora, es que esta edición –emitida como reality en el canal francés Arté y por streaming en Facebook y en la página de Chilly Gonzales, donde todavía puede verse– haya sido la primera de una futura tradición.