En las últimas horas se dio a conocer la iniciativa de un grupo de vecinos de Florencio Varela que se autoorganizó “para cazar delincuentes” frente a la inseguridad reinante. Una de las características psicológicas de los hechos atroces es que los cambios que los permitieron fueron progresivos e involucraron nuevas perspectivas que la sociedad fue abrazando e incorporando sutilmente. Este es uno de los principios que marcó la obra del creador de la publicidad moderna, Edward Bernays, modificar gradualmente un sector de la opinión pública.
En la década del 30, en Alemania, la conceptualización de lo judío como un peligro a eliminar o la estrategia de dar muerte a los enfermos mentales “como un acto de humanidad” no surgió como una idea extravagante del Reich, sino que fue el resultado de un corpus teórico-práctico en el que intervinieron jueces, médicos y filósofos.
El año 2018, en materia del accionar de las Fuerzas de Seguridad, se inauguró con dos hechos que tomaron dimensión pública. En el primer caso, el policía Chocobar ultimó de un disparo a un ladrón, y pocos días después, un policía de la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria) ultimó a un chico de 16 años que lo amenazó con un arma de juguete. El discurso oficial ha invertido la relación de poder, el Estado debe apoyar el accionar policial y, frente a la duda, ratificarlo explícitamente. Incluso el presidente se reunirá las veces que haga falta con los protagonistas de la fuerza. A todas horas y en todos los canales las imágenes de robos (pequeños y grandes) forman parte de show televisivo y despiertan el horror y el morbo. Imposible no prestar atención. En un pasaje de la novela Los demonios (Dostoievski) un personaje mira cómo se queman algunas casas de madera del pueblo y el escritor advierte que esa mirada, de aparente preocupación, en realidad expresa alivio y hasta alegría. La caída del semejante en ocasiones nos aplaca. Por un momento.
El clima está instalado y las fuerzas de seguridad han leído bien el mensaje, es otra época y ellos tienen autonomía y apoyo político para desarrollar sus acciones sin moderación. Pueden tirar y luego pensar. Los civiles, por su parte, se ilusionan con batallones de caza armados y dispuestos a equilibrar la ecuación.
Lincho, luego pienso.