En una nota para la revista El Psicoanalítico (“¿Dónde está la madre? ¿Dónde el niño?”) escribía en el año 2012:
“La asociación católica (de Argentina) Pro Vida presentó –el día 9 de octubre del corriente– un amparo, a través de los abogados Jorge Lafferriere y Pedro Andereggen, con el fin de impedir la realización del primer aborto encuadrado dentro de la categoría de no punible a practicarse ese día en la ciudad de Buenos Aires. La jueza Miriam Rustán de Estrada, a contramano de la decisión de la Corte Suprema sobre este tema, ordenó la suspensión del aborto, y aconsejó la asistencia física y psíquica de la mujer, embarazada durante su cautiverio como víctima de una red de trata. Su argumento fue: “(...) no es justo procurar el paliativo de una de las víctimas (la madre) suprimiendo la vida de la otra”. Añadió que “no es posible reparar un daño generando otro mayor e irreversible”. La jueza encuentra una “madre” allí donde había “una mujer violada y embarazada contra su voluntad”.
Uno de los abogados describió a esa mujer “como perdida”, y confesó haberla consolado diciéndole que todo se aclararía cuando ella se encontrara, al término de su embarazo, con su hijito en los brazos. Asimismo, aseguró que le había garantizado ayuda material y espiritual, por parte de la Asociación que representa, para llevar adelante el embarazo, lograr reinserción laboral y criar al niño. Tanto “hijito” como “niño” parecían ser, para este hombre, categorías aseguradas tanto en su existencia como en su destino futuro. Queda por ver si la anticipación de la existencia de la madre y del niño por parte de una jueza o de un abogado que actúan desde su propia creencia religiosa basta para garantizar la constitución del vínculo materno filial y la aparición de un sujeto humano.
La vida como valor supremo
A propósito del actual debate sobre la despenalización del aborto, retomaré algunos de los conceptos volcados en mi nota de 2012 así como algunos de los artículos que el diario Infobae ha publicado al respecto, el 24 de febrero del corriente, en su Sección ‘Opinión’. Se ha partido de diferentes puntos de vista para exponer criterios y opiniones en relación con lo que se juega si se despenaliza el aborto. Me interesa revisar notas que ponen el acento en la custodia de un valor supremo, así como la que señala que lo principal es privilegiar la cuestión del derecho y de lo que éste valora como esencial. Dejaré para el final las consideraciones que se plantearon desde el psicoanálisis.
Los argumentos son contundentes cuando se trata de defender el valor de la vida: es el bien esencial; darla o quitarla no es nuestro asunto. Este punto elimina toda posibilidad de debate ya que implica que los hombres no pueden ni opinar ni decidir. Conviene leer, teniendo presente este postulado, los artículos de Cháves, quien defiende la vida por sobre la libertad, y de Márquez, quien enfatiza que la vida se inicia con la concepción y habla de delito filicida.
Así, dice Cháves: “(...) plantear el aborto desde el derecho a ejercer la libertad es blasfemar sobre este valor. El primer derecho es el derecho a la vida y la libertad tiene sentido si se defiende la vida. Asociar al aborto con valores como dignidad, igualdad, libertad o justicia es como asociar una hiena con un perro hogareño”. Y afirma Márquez: “¿Y qué es el aborto entonces? Es la muerte de la persona por nacer. ¿Y cuándo comienza la vida? Desde el momento mismo de la concepción. Y lo dicho no es la ‘anacrónica’ sentencia de un teólogo preconciliar, sino la ciencia desde la embriología y la biogenética la que nos ha demostrado con absoluta certeza que la vida humana comienza en el momento en el cual se unen el gameto masculino (espermatozoide) y el gameto femenino (óvulo), y es en este proceso de fusión cuando se acoplan 23 cromosomas del espermatozoide con 23 cromosomas del óvulo materno.”
Núñez Mietz, por su parte, también coloca a la vida en el sitio del bien supremo, pero no avala la certeza acerca del comienzo de la vida tal como la destaca Márquez. Dice: “(...) la ‘persona humana sujeto de derecho’ es una construcción socio-jurídica, carente de existencia objetiva (Las bastardillas son mías). Algunas de estas doctrinas nos pueden parecer más atractivas o sensatas que otras, por sus propios méritos o por la autoridad de quien las avala, pero esto no deja de ser una preferencia individual por una doctrina arbitraria sobre otras. (...) La despenalización del aborto aliviaría significativamente los problemas de salud pública causados por la clandestinidad del aborto. Sin embargo, es importante entender que, mientras el embrión/feto sea considerado una persona humana sujeto de derecho, no hay problema de salud pública, por más grave que sea, que pueda justificar la legalización del aborto. El derecho a la vida no es, ni debe ser, negociable”. Me parece que este autor da en el blanco al poner sobre la mesa la incertidumbre que, no en vano, reina sobre las opiniones y estudios en torno al tema del comienzo de la vida. Sólo la religión se adjudica, en verdad, esa certeza. Es por ello que convendrá retomar este debate en el punto en que Núñez Mietz lo deja ya que nos habla de “construcción socio jurídica” y despega, así, al “sujeto de derecho” de una existencia objetiva. Quizás el psicoanálisis sí pueda aportar algo que sintonice con estas afirmaciones.
La colega Irene Greiser se centra en el recorrido, en Freud y en Lacan, del lugar que ha tenido la mujer y la madre en la obra de ambos. Así, respecto del aborto, concluye despegando lo biológico y lo divino de lo propiamente humano: “¿Será que el aborto pone de relieve el atentado que se hace a la figura de la santa madre? ¿Podríamos decir entonces que, a falta de hacer existir a la mujer, se quiera hacer existir a la santa madre con su majestad, el bebé? (...) Una mujer puede ser atea y negarse a hacerse un aborto o puede ser creyente y decidir hacerlo. Lo que como psicoanalistas podemos hacer es escuchar uno por uno y que cada sujeto tome su propia decisión. Lo que sí es claro es que todas estas nuevas legalidades dan cuenta de que las leyes no obedecen al real biológico, que esa naturaleza que fue tomada como divina hoy tiene otras lecturas”.
Es cierto, el psicoanálisis puede aportar otro punto de vista, descentrado respecto de consideraciones cronológicas y/o biológicas, ligado al lugar de amor y de deseo en el que puede o no alojarse el ser por venir, lugar que –tras un complicado movimiento intersubjetivo– permite su humanización. Las notas de Infobae aluden a una madre y a un niño ya presente allí, a un hijo, y renuevan la discusión acerca de cómo considerar el comienzo de la vida humana, ya que son varias las posiciones al respecto. Todas ellas, sin embargo, hacen girar el asunto en términos de tiempo, fijan el inicio en tal o cual semana de gestación o hacen coincidir ese comienzo con el momento mismo de la concepción. Acordamos con Núñez Mietz en que es indispensable aportar a este punto del debate: ¿cuándo y cómo comienza la vida humana? Creemos que éste es el principal aporte que podemos dejar en un debate que concierne a leyes, al para todos, dado que nuestro hacer apunta a lo singular, al uno por uno.
La vida humana
Un hijo puede llegar a tener, y generalmente lo tiene, un lugar muy anterior al momento de su gestación. La madre por venir, en ese caso, lo es en cuanto a su posición y a su deseo, incluso sin que se haya concretado la concepción. Se trata de un espacio que trasciende lo corporal y lo biológico; de un lugar, en primer término, en el inconsciente femenino y, en algún momento, en su proyecto subjetivo con o sin una pareja. Para el psicoanálisis, como yo lo entiendo, el peso del deseo otorga vida humana incluso al infans por venir, antes o en cualquier momento de la gestación. Así, es todo un dato en este sentido la gestión de algunos padres que apuestan a obtener una ley de identidad civil para bebés fallecidos en el vientre materno, de modo de poder registrarlos con su nombre y apellido. En esta petición se pone de manifiesto, de modo clarísimo, quién otorga vida y cuándo y cómo lo hace.
Como contracara, pero en la misma dirección de reconocimiento del papel del deseo en la donación de humanidad, podemos ubicar los reclamos que defienden el aborto no punible para los embarazos que no son deseados ni podrán libidinizarse. Esta cuestión, la libidinización, no la puede ni medir ni decidir la ciencia. El psicoanálisis tiene instrumentos para dar a esa operación todo el peso en el proceso de la subjetivación.
Dos afirmaciones de Lacan son muy claras en este sentido. La primera apela a los que tienen en sus manos tomar decisiones en estos temas: “Una reflexión final me ha sido sugerida en estos días con la presentificación siempre cotidiana de la manera con la que conviene articular decentemente, y no sólo en burla, los principios eternos de la Iglesia o los rodeos vacilantes de las diversas leyes nacionales sobre el Birth Control, a saber: que la primera razón de ser, que ningún legislador hasta el presente ha hecho constatar para el nacimiento de un niño, es que se lo desee y que nosotros que conocemos bien el rol de esto –que haya o no haya sido deseado– sobre todo el desarrollo ulterior del sujeto, (...) hacer observar la relación constituyente efectiva en todo destino futuro, supuestamente a respetar como el misterio esencial del ser a venir, que haya sido deseado y por qué”. La segunda relativiza un punto esencial a su teoría, el que dice que el sujeto es siempre responsable, ya que indica, nuevamente, los efectos decisivos de lo que lo antecede: “Su resorte único está siempre, por supuesto, en la manera en que se presentaron los deseos en el padre y en la madre, es decir, en que ellos han efectivamente ofrecido al sujeto el saber, el goce y el objeto a. (...) Allí reside lo que llamamos impropiamente la elección de la neurosis, hasta la elección entre neurosis y psicosis. No hubo elección porque ésta ya estaba hecha en el nivel de lo que se presentó al sujeto, y que sólo es localizable y perceptible en función de los tres términos que acabamos de intentar despejar”.
En franco desconocimiento de estas determinaciones están los que se manifiestan contra el aborto y desconocen el lugar del deseo en la constitución subjetiva. Llegan a amenazar a las adolescentes con frases que ubican al niño allí donde, por ejemplo, el horror de una violación dejó su marca monstruosa en la apreciación de la víctima. En algunos colegios se han repartido obleas con la siguiente consigna: “El aborto no te des-embaraza. Te convierte en la madre de un niño muerto”. Ese “niño” se ubica allí no por el deseo del Otro sino por un deber ser religioso, por ejemplo, que viene –en este caso– del exterior de la dupla materno infantil y que no alcanza de ningún modo para constituirla.
El psicoanálisis puede introducir en el debate público alrededor del tema del aborto, un punto de vista acorde a lo que es la radical desnaturalización de la sexualidad y la procreación en los humanos, su trastrocamiento por efecto del lenguaje y la cultura. La madre y el niño, considerados desde esta perspectiva, no están necesariamente allí donde hay una gestación sino que pueden –y es deseable que así sea– preceder, en tanto representaciones de deseo, al hecho biológico en sí. Las representaciones maternas anticipan, y crean, un niño allí donde todavía no lo hay. Tenemos la contraprueba cuando consideramos casos en los que la patología denuncia el fracaso de esta anticipación. El ser a venir, además, consiente luego en alojarse en ese sitio simbólico que lo antecede. Nuestro punto de vista sobre la despenalización del aborto apunta no sólo a los casos en los que para la ley es claro que no debe ser punible –embarazo producto de violación, peligro de vida para la mujer, etc.– aunque no implica suponer que el aborto sea un hecho simple o sin consecuencias para la mujer. El aborto que una mujer decide, considerado desde el psicoanálisis, podría pensarse como una respuesta posible, y no punible, por afectar casos en que –por diferentes circunstancias– no se puede constituir ni una madre ni un niño/hijo, casos en los que el dato biológico del embarazo no coincide con las condiciones subjetivas que le otorgarían la dignidad de lo humano.
No obstante, el aborto no es una decisión simple ni sin consecuencias en el psiquismo femenino. Todo ello trasciende el fin de esta nota. Podemos, sin embargo, señalar que se torna indispensable cumplir con la progresión que indica la consigna: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
* Psicoanalista.