El presidente Mauricio Macri ya está poniéndole tinta a la lapicera para firmar el veto de la ley que busca que los aumentos de tarifas no superen los de los salarios. Luego de que todas las estrategias fracasaran, desde las exigencias en videos hasta las negociaciones de último momento, ayer en el Gobierno indicaban que el mandatario buscará pasar rápido por el mal trago e intentarán que el tema desaparezca de la opinión pública lo más rápidamente posible. La decisión se tomaría sin anuncios y sin estridencias, según comentaban ayer en la Rosada. Para los macristas, el Presidente ya pagó el costo político por esta decisión, de tan preanunciada que está. Ayer la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, sostuvo que después del veto “nada va a cambiar para los argentinos en ese esfuerzo enorme que tienen que hacer para pagar las tarifas”.
El oficialismo tuvo una actitud oscilante en su estrategia para frenar la ley contra el tarifazo. En Diputados hizo lo imposible por detener las sesiones especiales, hasta que no le quedó otra que ir a afrontar una primera derrota legislativa. En el Senado, la estrategia al principio fue la misma: no negociar, cuestionar la “racionalidad” del proyecto e intentar dilatar los tiempos. En medio, pasó el vendaval de la devaluación y la corrida cambiaria. A último momento, los macristas comenzaron a ceder ante los planteos de un sector de los gobernadores, referenciados en el salteño Juan Manuel Urtubey.
Presentaron en los últimos días un proyecto para bajar el IVA en las tarifas, algo que habían conseguido eliminar del proyecto original en Diputados. Luego, en una última reunión con Miguel Angel Pichetto, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, ofertó sumar a la lista de concesiones el traspaso de Edesur y Edenor a la Ciudad y la provincia de Buenos Aires (no así de AYSA). Esto respondía a un reclamo de los gobernadores de pasar las tres empresas. No incluyeron la empresa de agua, que tanto Vidal como Horacio Rodríguez Larreta resisten sumar a sus cuentas. Nada de esto sirvió. “Ya es tarde”, sentenció Pichetto, según relataron quienes participaron de la negociación.
Todo quedó dispuesto, entonces, para la sesión de ayer y el veto veloz. En la Rosada, advertían que Macri la vetara no bien lo notifiquen de la sanción en el Congreso. Y lo hará sin un anuncio público. “Es un veto cantado a una ley muy mala. Breve y simple”, repetían en los pasillos de Balcarce 50. Ayer el secretario legal y técnico, Pablo Clusellas, estaba dándole los últimos retoques legales al texto.
En el Gobierno, por supuesto, evaluaron el costo político que tendrá esta decisión. Los macristas ningunean las encuestas que estuvieron circulando desde el peronismo: “La pregunta es si está o no a favor de la ley que le baja las tarifas. Hasta yo voto a favor”, decía un funcionario, quien señalaba que las encuestas propias no dan una caída tan dramática, ya que le agregan la consideración del proyecto que rebajaba el IVA. Nadie niega, no obstante, que habrá un costo. Pero algunos funcionarios consideran que, de alguna manera, se repartirá con el peronismo, al que se esforzaron por mostrar como demagógico y populista. De hecho, en su último video, Macri intentó pegarlos a “las locuras de Cristina Fernández de Kirchner”. Ante todo, logró cohesionarlos como pocas veces.
Puentes dinamitados
Otra historia es cómo quedan las relaciones con el “peronismo racional”, al que Macri no se cansó de fustigar. Las líneas de diálogo que supieron mantener con Sergio Massa y con Pichetto quedaron claramente derruidas. En cambio, el gobernador Urtubey apareció en la mirada oficial como quien les tiró una soga en un momento difícil. No obstante, toda la disputa –y la reacción furibunda de Macri– ponen en duda que se pueda avanzar con el gran acuerdo nacional que soñaban tras recurrir al FMI. Frigerio reconoció que a partir de ahora será “más complicado lograr consensos”. “Habíamos logrado que la parte más racional del peronismo nos apoyara en muchos momentos difíciles porque somos el gobierno más débil en los últimos cien años”, aseguró. En la Rosada piensan que a partir de hoy habrá que volver a empezar: “Hay que reconstruir todo”, decían.
Ayer la gobernadora Vidal defendió el veto, que dio por sentado, en una charla con socios del Rotary Club Buenos Aires. “Espero que, si se sanciona la ley, esto nos deje a todos una lección. No va a mejorar en nada la situación de los argentinos que no tienen los recursos para afrontar las tarifas”, afirmó Vidal, quien reiteró el rosario de argumentos oficiales. “Mañana o pasado, cuando el Presidente vete la ley, nada va a cambiar para los argentinos en ese esfuerzo enorme que tienen que hacer para pagar las tarifas”, indicó.
Frigerio confirmó que el veto será fulminante. “El Presidente fue muy claro en lo que iba a pasar con esta ley. No vamos a dudar ni un instante en hacer las cosas que tenemos que hacer”, remarcó el ministro, quien sostuvo que la ley “afecta la previsibilidad y cómo nos miran en el mundo”. Y advirtió que el veto será también una señal hacia el FMI en la negociación que están llevando adelante: “El Presidente adelantó el veto porque tenemos que sostener la confianza y credibilidad que tiene la Argentina en el mundo”. “Tenemos que dar claras señales al mundo, ahora nos está mirando con mucha inquietud, de que no vamos a dudar ni un instante en hacer las cosas que tenemos que hacer”, remarcó. No obstante, el hecho de que no hayan conseguido alinear a las otras fuerzas políticas podría ser leído internacionalmente como una señal de debilidad, más que como una fortaleza.