El río, el canal, la cancha de bochas del Club Comercio de Villa Dolores, pedazos de monte y los fueguitos de invierno son tópicos que, en la voz y la pluma de José Luis Aguirre, suelen mezclarse con otras improntas (también) regionales. Las tonadas del Churly Corroza, por caso. O los versos de don Osvaldo Guevara, como suele evocarlo él, cuando se le pide un paso atrás en el almanaque. “Es el sonido de mi infancia, ¿cómo evitarlo?”, refrenda el cantautor cordobés que no solo se autoabastece sino que “exporta” sus canciones a grandes referentes del folklore de hoy: Bruno Arias, Chiqui Ledesma y la Bruja Salguero, entre otros. “El sonido de mi lugar está en mí de un montón de maneras; en la voz y en la tonada que resiste, especialmente”, sintetiza Aguirre que, además de integrar el Amicha Dúo con el riojano Ramiro González, está a punto de mostrar en Buenos Aires (mañana a las 21 en Xirgu Espacio Untref) su cara solista, basada en un recorte sonoro de esos hermosos valles cordobeses.
En esencia, un mosaico de gatos, zambas, cuecas e incluso cuartetos inherentes a los cuatro discos que grabó hasta la fecha: el bien telúrico Los nietos de don Gauna; Pintura de pago chico, publicado en 2008, cuando ya estaba instalado en Córdoba capital; Gajito i’ luna, producto de uno de retornos a las sierras; y el más reciente, llamado Amuchado. “Mi camino es seguir siempre por las sendas que va dictando el corazón, pero también buscando ser medio bicho para ver lo que está pasando con nuestra gente y con nuestra tierra, en nuestro tiempo”, declara el también guitarrista, en un intento por englobar la sustancia de sus tres discos, y del que vendrá, cuyo único anticipo explícito es que será “más criollo”.
“Siempre hay un hilo conductor dado por las canciones y el paisaje intrínseco en ellas... En este caso, y felizmente, el repertorio que elegimos esta llenito de canciones que van a ser de futuros discos: cositas nuevas que van naciendo y vamos armando con los changos de la banda durante los viajes”, refiere Aguirre, cuyos laderos para el recital en la casa musical de Chacabuco al 800 serán Federico Seimandi, en contrabajo; Mauro Ciavattini, en saxo y cañas; Mariano Vélez, en piano y acordeón; Lucas Millicay, en percusión y los bailarines Sonia Lescano y Francisco Sparantino. “Hay una chacarera nueva para Sonia, bailarina de Villa Las Rosas... Una canción para ella y para las mujeres que se redescubren en la danza, en la tierra, en los oficios, en el amor. No sé, creo que el arte no necesita de las grandes capitales para ser, tampoco del apoyo del gobierno de turno, el arte es”, finaliza el músico, consciente del talante de la época.