Google devuelve que la pasión es un “sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón”. Si el apasionado aplica todo ese fragor interno al cine -a las películas, pero sobre todo a su consumo en una sala oscura-, habrá de convertirse en miembro de la numerosa aunque languideciente cinefilia. Las seis mujeres que acompaña la cámara de la debutante María Alvarez son exponentes perfectos de esta comunidad: personas que viven para, por y desde el cine, y para las que sentarse junto a ilustres desconocidos a mirar cómo en una pantalla se construye una historia tiene el peso de un rito sagrado. En común tienen la pulsión por los datos enciclopédicos y las fichas técnicas. También algunos rasgos relacionados con un profundo temor a los fantasmas de la soledad y la añoranza de los mejores tiempos del pasado. Ese espíritu entre naif y melancólico abraza el documental Las cinéphilas.
De Buenos Aires a Mar del Plata, y de ahí a Madrid con escala en Montevideo. Alvarez elige a seis mujeres de más de 60 años para acompañarlas mientras desarrollan sus cinefilias. A una de ellas la muestra armando la grilla del Festival de Mar del Plata con un método que explica con lujo de detalles. A otra, esperando ansiosa una función en la cinemateca uruguaya mientras dice, casi como al pasar, que no entiende como alguien puede casarse para toda la vida. Para ellas el cine significa un refugio a los avatares diarios. Ganadora del Premio del Público del Bafici del año pasado, la película va y viene de un lugar a otro, de una mujer a otra, con un respeto que coquetea el homenaje tanto a ellas como a una forma de consumo. Aquí no se habla de DVD ni Netflix, sino que el centro es el ritual y cómo éste se convierte en articulador de agendas. Pero, ¿qué hay detrás de todo eso?
Simpática y arremolinada como sus protagonistas, Las cinéphilas encuentra su principal mérito en ir más allá del carisma de las mujeres, evitando caer en el subgénero de “documentales sobre viejitxs simpáticxs”. Álvarez es respetuosa en su aproximación y se mimetiza con ellas anulando la distancia entre observadora y observadas, develando progresivamente una faceta intimista. La cinefilia, entonces, funciona como plataforma de despegue para indagar en cuestiones más profundas como la vejez y las consecuencias del paso del tiempo. Ese mismo tiempo que, dentro de una sala, queda en un estado de suspensión.