PáginaI12 En España

Desde Barcelona

No son pocos los que podrían hoy responder “Mariano Rajoy” a la pregunta “¿quién es el presidente de España?”. Pero no, se equivoca quien no estuvo al tanto de los acontecimientos de las últimas 48 horas en el país ibérico, porque el que ahora se sienta en La Moncloa es Pedro Sánchez, el líder de los socialistas. Es tan repentino el cambio de rumbo que adoptó la política española a lo largo de esta semana y, sobre todo, del jueves y viernes, que cuesta asimilar que el número uno del Partido Popular (PP) ya no es quien tomará las máximas decisiones del Estado sino su principal opositor, en  alianza con Podemos y las fuerzas independentistas. Los 180 diputados que forman el conjunto de estas formaciones apoyaron ayer con su voto la moción de censura a Rajoy propuesta por el Partido Socialista (PSOE) y consiguieron tumbar en el Congreso al bloque de PP y Ciudadanos.

Un nuevo capítulo en la historia española se abre con el cierre del que protagonizaron los conservadores durante siete años gracias a aprobarse, por primera vez desde la llegada de la democracia, una moción de censura contra un primer mandatario. “Ha sido un honor ser presidente y dejar una España mejor de la que encontré”, dijo Mariano Rajoy, grave, en su discurso de despedida. “Ojalá mi sucesor pueda decir lo mismo. Se lo deseo por el bien de los españoles”, fueron las últimas palabras públicas de quien hoy ya no está al mando del Estado.

Este viernes la votación en el Congreso Nacional confirmó lo que el día anterior, tras más de diez horas de debate, se había decidido: la acción conjunta de todas las formaciones, excepto Ciudadanos, para acabar con el gobierno del PP. Y todo se forjó en una semana. La sentencia, el jueves pasado, de la Audiencia Nacional que ratificó la vinculación del partido de Rajoy con la trama corrupta Gürtel y declaró penas de hasta 51 años de cárcel para los cabecillas de la red y el ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, precipitó la caída del presidente, quien había estado al frente  de la formación durante los seis años en que se benefició de cuantiosas coimas y contratos fraudulentos. Al día siguiente de la noticia que dejó en shock al país –el proceso judicial estaba en marcha desde el 2009, a raíz de las investigaciones del juez Baltasar Garzón– el PSOE presentó la propuesta de moción de censura y el Congreso decidió debatirla en tiempo récord, tan solo 6 días después. El voto a favor de los nacionalistas vascos este jueves por la tarde terminó de completar la jugada y, contra todo pronóstico, los 176 diputados necesarios para hacer triunfar la censura le dieron el sí a Sánchez.

Rajoy intentó resistir con todas sus fuerzas en su intervención del jueves ante el Parlamento, sacó a relucir sus mejores datos económicos, sus más aterradoras amenazas de inestabilidad financiera y de ruptura nacional, al tiempo que quitó importancia a todos los delitos de corrupción que recaen sobre su grupo, pero a mitad del debate abandonó la sala y se atrincheró en un restaurante madrileño, a aguardar su destino durante las ocho horas que restaban de debate. Este viernes, en la votación final, el ya ex presidente se presentó en la Cámara a última hora y su discurso se limitó al adiós. “Aceptaré como demócrata el resultado de la votación y quiero ser el primero en felicitar a Sánchez”, afirmó Rajoy mientras le estrechaba las manos a su sucesor y la bancada popular lo aplaudía de pie.

Ahora el nuevo jefe del Ejecutivo español es el líder socialista Pedro Sánchez, quien también entre ovaciones y gritos de “sí se puede” festejó ayer su repentino ascenso. El joven político consiguió acceder a la Moncloa después de dos intentos frustrados de investidura en 2016 y la entrega de su acta de diputado en el mismo año, cuando una crisis interna del PSOE provocó su renuncia a la secretaría general del partido. En una hábil maniobra para no desaprovechar ni un segundo desde la salida a la luz de la sentencia Gürtel, Sánchez asaltó con su propuesta de censura y convenció a la mayoría de los parlamentarios de seguir su impulso. Logró, incluso, ganar el voto de los independentistas, pese a haber sido uno de los artífices –junto con el PP y Ciudadanos– de la aplicación del artículo 155 en Cataluña, por el cual la región está desde octubre intervenida por el gobierno nacional. Y obtuvo, por último, el apoyo clave de los nacionalistas vascos (PNV), formación a la que le tuvo que prometer la preservación de los presupuestos generales aprobados hace tan solo una semana por Rajoy –y que los socialistas furiosamente rechazaron– con tal de contar con sus imprescindibles 5 diputados para el triunfo de la censura. 

En esta coyuntura de partidos con objetivos tan dispares y la ajustada cifra de 84 parlamentarios, Pedro Sánchez tendrá que gobernar, nadie sabe todavía a ciencia cierta hasta cuándo. Durante la semana previa al debate de la moción, el socialista prometió que convocaría elecciones anticipadas, aunque sin mencionar una fecha concreta. Ahora que la iniciativa progresó, sin embargo, el tema de los comicios dejó de sonar en su discurso y la posibilidad de que complete los dos años que le quedaban a la legislatura de Rajoy empieza a cobrar fuerza. Ni el PNV aboga por un adelanto, ya que peligrarían los beneficiosos presupuestos para el País Vasco que pactó con el PP; ni Podemos, que confía en un gobierno de izquierdas “fuerte e integrador”; ni los propios socialistas que necesitan tiempo para revertir unas encuestas que, de momento, dan importante ventaja a Ciudadanos. 

 “Espero que las elecciones sean en 2020 con un Gobierno fuerte, sostenido por 156 diputados que haga las políticas que necesita este país”, aseguró el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, convencido de que no deberían convocarse elecciones hasta el fin de la legislatura. “Preferiría que asegurásemos que hasta 2020 se complementa un programa de rescate ciudadano, se saca a los corruptos de las instituciones y se deja trabajar a los jueces”, concluyó Iglesias a la salida de la votación que coronó a Sánchez como nuevo presidente. Ambos dirigentes coinciden en la necesidad de derogar “los aspectos más virulentos de la Ley Mordaza”–norma que, aprobada por el PP, recorta ostensiblemente la libertad de reunión y de manifestación, así como la libertad de expresión–  y en la creación de un gobierno paritario con el mismo número de hombres y mujeres, entre otras medidas de corte social.

Lo que seguramente será más complicado de acordar será el abordaje del conflicto territorial entre Cataluña y España, dado que hasta ahora los socialistas mantuvieron incólume su rechazo a las políticas independentistas y, sin embargo, desde ayer cuentan con el apoyo de Esquerra Republicana, PdeCat y PNV a cambio de la promesa de diálogo con el nuevo Govern catalán de Quim Torra que hizo Sánchez ante el hemiciclo el día en que consiguió echar a Rajoy.