“Para abortar nos tenemos entre nosotras”, coinciden las mujeres que forman parte de Socorristas en Red, un espacio que articula acciones para pasar información y acompañar a otras mujeres que deciden abortar.
Mientras la legalización del aborto se debatirá el 13 de este mes en la Cámara de Diputados, una niña de 11 años violada en Mendoza por su padrastro no puede recurrir al aborto legal porque la provincia no adhirió al protocolo que le permitiría interrumpir el embarazo de forma legal y que tiene aplicación obligatoria en todo el país. Por estos y otros tantos vacíos en los que el Estado está ausente, nacieron y nacen colectivos feministas para trabajar junto a las mujeres. La iniciativa política de La Revuelta de Neuquén dio origen en 2012 a Socorristas en Red (feministas que abortamos). Fue posible en una época particular, marcada por el activismo y la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que se convirtió en emblema y lucha de género.
La red de socorristas nació en el garaje de una casa en Córdoba. Allí empezaron a realizarse las primeras reuniones de un grupo de mujeres que decidieron replicar lo que ya se venía llevando a cabo en Neuquén, de la mano de Belén Grosso, que empezó intuitivamente acompañando a las mujeres. Con los años se fue convirtiendo en una red que se extiende en casi todo el país.
“Nos parecía que no alcanzaba con solo dar los números de teléfono o las direcciones de médicos, que en general eran varones y que hacían la práctica del aborto. Nos dimos cuenta que podíamos hacer más por esas mujeres, acompañarlas, no dejarlas a la deriva solo con el nombre de un médico, que además sabíamos que cobraba caro. La práctica médica no es lo mismo que la práctica socorrista. Entonces empezamos a acompañarlas nosotras, empezamos a estudiar sobre el uso de la medicación, mostrarles en qué farmacias podían conseguirla más barata o sin receta, y así fue que empezamos a acompañar a las mujeres. Y después, a medida que la red iba creciendo y la demanda era mayor, decidimos hacer encuentros grupales con las mujeres”, relató Grosso en diálogo con PáginaI12.
Hoy la red cubre casi todo el país y cuenta con la integración de casi cuarenta colectivos feministas no vinculados a partidos políticos. Llena un espacio vacío que no sólo contiene a las mujeres que deciden abortar sino que además relevan información que hasta puede tirar por la borda varios de los argumentos que presentan los auto proclamados “provida”.
En la Sistematización de Acompañamientos a Abortar, sobre datos relevados durante 2017, de un total de 5871 mujeres entrevistadas que se acercaron para solicitar ayuda a la red, más de la mitad, el 58,3 por ciento, dijo creer en alguna religión, el 57,2 por ciento ya eran madres, y el 72,9 por ciento tenía entre 20 y 34 años.
“La religión es uno de los argumentos más fuertes y de las cosas que más se escucharon en estos días en las audiencias de los sectores antiderechos. Y la idea de que las que abortan no son madres y en su mayoría son jóvenes es lo que socialmente se cree o se intenta difundir. Otro dato que a mí me llama la atención tiene que ver con la percepción de la violencia sexista. El 62 por ciento dijo que fue víctima y de ese total, es decir, 3651 mujeres, el 71 por ciento nunca lo denunció. Y no solo se refiere a la denuncia en la policía o en la justicia, sino tampoco en escraches o manifestarlo en las redes sociales. Entonces ahí también hay algo que es llamativo, de cómo se vive la violencia por ser mujer y el bajo nivel de denuncia: lo que no se dice y cuesta visibilizar”, precisó Julia Burton, socióloga e integrante de la Comisión de Sistematización de Socorristas en Red.
De todas las mujeres entrevistadas, 1509 no sabían de la existencia del misoprostol, el medicamento con el que las socorristas acompañan para llevar adelante la interrupción de los embarazos.
“Es el método más seguro y más eficaz según la Organización Mundial de la Salud. Lo vemos nosotras también en los datos que sistematizamos desde el 2014 hasta 2017. Más del 90 por ciento de las mujeres abortó la primera vez que usó la medicación, entonces es efectivo: no es invasivo y tiene la comodidad de que se puede hacerlo en la casa con quien la mujer quiera, en un ámbito que la contenga. Hay un montón de cuestiones más allá de lo médico, está la cuestión afectiva desde el momento en que la medicación revolucionó las formas de abortar”, explicó Burton.
Ellas atraviesan la decisión de abortar acompañadas por las Socorristas en Red con el misoprostol, combinado o no con mifepristona. Este medicamento produce contracciones uterinas:según la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (Flasog) abortan nueve de cada diez mujeres que lo utilizan. Es un método caro, pueden llegar a cobrar hasta 3 mil pesos por el medicamento, pero desde la red ayudan también a quienes no tienen la posibilidad de pagarlo.
Según Burton, lo que se hace desde la red “está amparado en el derecho humano de dar y recibir información, no se hace nada ilegal, los talleres se basan en dar información a las mujeres y acompañarlas en sus procesos de aborto para que no aborten solas, para que aborten acompañadas por una feminista”.
“El derecho de acceso a la información está en la declaración de los derechos humanos de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, es información certificada por la Organización Mundial de la Salud, lo único que se hace es circularla. Garantizan el derecho a la información el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”, remarcó.
Paula, que prefiere mantener en reserva su identidad y por eso no comparte su apellido, tiene 27 años, es tucumana y abortó con misoprostol, contenida por la red de socorristas de su provincia. Su familia no está la tanto de esta decisión.
“Más humano que lo que ellas hacen no existe”, aseguró durante la entrevista con PáginaI12, y explicó que ella no quería continuar con el embarazo “porque sentía que no estaba preparada para ser madre, no era el momento, no tenía la intención de serlo. No sentía el deseo”.
Por esa decisión, como tantas otras mujeres de todo el país, contactó a la red con la ayuda de una amiga, acompañada por su novio de entonces. “Fue en un bar del centro de acá en Tucumán, en San Miguel. La cita fue en una esquina con otras chicas, éramos varias. El resto eran más chicas que yo, pero todas estábamos nerviosas. Las socorristas nos empezaron a contar todo lo que hacían, nos explicaron paso a paso el proceso, detalladamente en qué consistía todo y cuáles eran todos los puntos del proceso que íbamos a llevar adelante. En mi caso al menos, creo que ese día de la charla fue cuando tuve la certeza de que lo que estaba decidiendo estaba bien”, recordó Paula sobre su primer contacto con las socorristas.
“Me parece muy bueno que se empiece a visibilizar el trabajo que hacen, sobre todo en una provincia tan conservadora como Tucumán. Por ese contacto diario que ellas entablan con personas que no conocen, con mujeres en situación de muchísima vulnerabilidad, tanto económica como emocional, porque pasar por una situación así es terrible y te destroza por adentro de muchas formas. El trabajo que hacen es incuestionable”, agregó.
Para Carla, una neuquina de 30 años, contactarlas fue un poco más difícil. “Abrí un perfil anónimo de Facebook, porque estaba desesperada preguntando quién me podía ayudar, y una mujer que nunca voy a saber quién es me contesta por privado y me pasa el número de un contacto de ella que era socorrista y que creía podía ayudarme”. Madre de cuatro, con un hijo autista y una hija enferma de cáncer, a lo que se enfrentó fue a mucho más que el dolor y la desesperación. Y en esa sensación de desamparo logró no sentirse tan sola.
“El amor de ellas era algo increíble. El amor, la comprensión, la escucha sincera, vos sabés que estás hablando con alguien que de verdad le interesa lo que te pasa, y sabés que no te va a juzgar. Es una escucha hermosa, intensa y supersincera. Cuando hablé con la socorrista fue como sentir el amor de una madre diciéndome que todo iba a estar bien”, explicó Carla en diálogo con este diario.
Hacen un llamado, envían un mensaje privado o escriben un mail. Concretan una cita para un taller donde hablan de sus dolores más profundos, de sus miedos más aterradores, de sus soledades más intensas y de una decisión que les cuesta tanto como les duele y comienzan un proceso que las lleva a terminar con eso que las angustia, que no las deja seguir, que las detiene. Pero en ese camino no están solas, hay otras mujeres, como ellas y en la misma situación que ellas, o con otras que pasan a ser casi sus madres, sus hermanas, sus amigas.
“Las esperamos con el mate listo, las sillas en ronda, con caramelos, con información, con folletería. Hacemos una ronda, conversamos sobre quienes somos nosotras, quienes son ellas, cómo van transitando ese embarazo no deseado, qué las lleva a tomar la decisión de interrumpirlo. Charlamos un poco sobre sus vidas, cómo llegaron al taller y a tomar la decisión de abortar. Hablamos sobre el aborto y les damos toda la información que necesitan. Ellas de ahí se van con el número de teléfono de una de nosotras, que les hace el acompañamiento durante el uso de la medicación, si ellas así lo requieren, si nos conectan, si necesitan que las escuchemos, si quieren que las llamemos, que les escribamos durante el proceso”, precisó Grosso, que fue socorrista de Carla.
También subrayó que se acompañan y se cuidan cuando termina el proceso y se hacen los controles médicos. “Tenemos una gran lista de médicos, médicas, enfermeras, trabajadoras sociales, psicólogas a los que llamamos amigables, que sabemos tratan bien a las mujeres, que son garantistas, por eso les decimos amigables. Muchos efectores y efectoras de la salud, donde ellas pueden ir y hacerse el control. Y ahora también estamos implementando algunos espacios de acompañamiento posaborto, donde nos encontramos a hablar sobre la experiencia del aborto para seguir conversando y encontrándonos”, concluyó Grosso.