Cada categoría del fútbol argentino tiene su atractivo, y el de la B Metropolitana acaso sea la concentración de equipos de capital, el Gran Buenos Aires y zonas cercanas, con mucha historia y fuerte identificación territorial. El legendario Atlanta en el corazón de Villa Crespo y Comunicaciones sostenido siempre por el club del barrio de Agronomía, pero también otro gran Estudiantes pujando desde Caseros y media La Matanza latiendo con Almirante Brown. Más lejos, Villa San Carlos bancando desde Berisso, el “kilómetro cero” peronista. Más cerca, Sacachispas jugando en el estadio Beto Larrosa, así bautizado en homenaje a un puntero radical de Villa Soldati.
A través de la evolución de estos equipos –en su mayoría centenarios y con miles de hinchas– se puede trazar en paralelo el desarrollo urbano, demográfico e inmobiliario de los lugares a los que pertenecen. El lento pero sostenido crecimiento del real estate en Colegiales tuvo como costo residual el destierro al conurbano norte del club epónimo y de Fénix, ambos fundados en un barrio que hoy los ignora. Un crudo ejemplo que también roza al nostálgico Deportivo Español, tantas veces despojado de su entrañable cancha en el Bajo Flores.
Así las cosas, la más tanguera de todas las divisionales del fútbol argentino –¡si hasta hay un equipo de Barracas y otro de San Telmo!– guarda cierto hálito de cuadros barriales que claramente empieza a perderse en las categorías siguientes, el Nacional B y la Primera A, atravesadas por necesidades comerciales a la medida del negocio televisivo que las sostiene económicamente.
A pesar de la gran representatividad que la B Metro tiene en todo el AMBA, la alegría de la temporada que recién acabó fue exclusivamente para el eje norte. Platense gritó campeón en Vicente López y, a pocas cuadras y del lado porteño, Defensores de Belgrano ganó semanas después el reducido por el segundo ascenso. Ambos jugarán en la B Nacional a partir del campeonato que arrancará en agosto, y seguirán protagonizando así un curioso clásico moderno entre dos clubes que durante mucho tiempo estilaron ser amigos de barrio más que rivales.
Es que, en una época, Defe jugaba los sábados en la B y Tense los domingos en la A, entonces era común que hinchas de un equipo fueran a ver al otro. Estaban en distintas categorías y a pocas cuadras de distancia: el Calamar en su legendaria cancha de Manuela Pedraza y Crámer (hoy reconvertida en un complejo de sintético por hora) y el Dragón donde siempre, cerca del Río, en la vieja calle Blandengues (hoy Libertador) y el arroyo Medrano, ahora entubado debajo de la Avenida Comodoro Rivadavia, que separa el estadio de la ex ESMA.}
El vínculo que entonces supieron tener los vecinos equipos de Núñez y Saavedra quedó sellado gracias a un hecho único en la historia del deporte universal. Por esas cosas lindas del fútbol, Ángel Labruna dirigió a ambos equipos a la vez en 1967 y los llevó a posiciones históricas, ya que con una mano sacó a Defe campeón de la B y con la otra dejó tercero a Tense en la A. El prócer de River se consagró caudillo del norte porteño.
Pero el tiempo pasó y los viejos vecinos volvieron a verse las caras en una misma cancha. Fue a partir del nuevo milenio, cuando Platense cayó de la Primera hasta la B Metro, orbitando de ahí en más entre ella y el Nacional B. Los choques entre Calamar y Dragón, que eran cosa del amateurismo (cuando había pocas categorías y muchos equipos en la zona) o eventualidades esporádicas del profesionalismo, volvieron a hacerse frecuentes.
El clásico de Platense es Tigre (o alguno sumará a Argentinos). Y el Defensores es Excursionistas. Pero ninguno de los dos se produce con asiduidad porque los oponentes están en categorías distintas. La tentación de recalcular el folclore con un rival recurrente encontró a Tense y a Defe en una misma división y a pocas cuadras de distancia. Otros señalan también una pelea entre murgas en una noche de Carnaval, que se resolvió a los tiros y abrió una grieta a la que no adhieren los más viejos. En estos ocho años que coincidieron en la B Metro, además, se cruzaron varias veces en situaciones decisivas.
Platense jugó 23 años seguidos en Primera, Defensores nunca. Por primera vez en la historia, los dos suben juntos a la antesala de la A. Como en la época del amateurismo, cuando jugaban con boina entre el barro, volverán a verse en una cancha. Si aún conservan entre sí alguna diferencia, que la resuelvan ahí dentro entonces.