En determinado momento a uno le gustó mucho algún disco del otro. Tal vez podría resumirse así, aunque en realidad no: nada de todo esto podría explicarse sólo y apenas con eso. En el encuentro de ambos músicos, en la hechura de Historia de pescadores y ladrones de la pampa argentina, disco a cuatro manos y dos guitarras que acaban de editar a través de Oui Oui Records –resaltan y señalan que todo tiene música y letra de ambos– hay otra cosa reverberando. Gabo dice: “No fue sino hasta 1974, el disco solista de él. Ahí me pareció encontrar un puente posible donde podíamos llegar a juntarnos, comunicarnos y a escribir algo. Vi un paso, el gesto de salirse de un estilo o género. Ese riesgo me gusta y ese disco suyo lo entiendo como una de las cosas más alejadas del ser cagón. Me interesa mucho en mi laburo que el significante suene como lo que significa; por eso muchas veces, por ejemplo, la palabra dolor no la puedo ni la quiero cantar afinadamente. No es posible para mí”. Y arremete: “Si 1974 hubiera sido grabado en mandarín yo hubiera entendido todo. Eso ya era un ejercicio de filiación para conmigo, fue el primer impulso. A pesar de que no es un disco que suene como los míos”. Sergio Ch, por su parte, cuenta: “Lo escuché la primera vez con Porco, hace muchos años, y salí avasallado por la energía que él traducía en esa banda. Cuando me lo encuentro en esta nueva etapa lo vi con la misma impronta, pero desarraigado completamente de todo aquel elemento sonoro. Y sí muy arraigado a dos elementos que él maneja, para mí, con perfección: su voz y su guitarra. Lo fui a ver y salí con la cabeza partida, como si hubiera visto un concierto de V8, con esa sensación de que algo te pasa por encima”.

Y se enteró que a Gabo su disco le había gustado y –cuenta– lo llamó y se tiraron un par de plumas. “Bueno, dale, juntémonos” dice que dijeron. “Primero está la admiración por la obra, por el artista. Después, cuando también es por la persona, por cómo habla y respira, por cómo trata a tu casa, tus perros, el espacio donde vivís: todo cobra sentido ahí. Y cuando pasa eso, me quiero acercar, empapar, meterme ahí y aprender”.

Hay algo en eso que cuenta Sergio que vale para los dos: de alguna manera ambos quedaron prendidos del sonido del otro cuando encontraron ese desarraigo, ese corrimiento estético: uno cuando volvió con su guitarra después de años de dejar Porco, el otro cuando se deshizo del mastodonte sonoro y eléctrico que fue Los Natas.

STONER PAMPEANO

Entonces, algo más de lo dicho en ese párrafo: ambos tienen un recorrido musical más que prolífico. Sergio Ch (el bisílabo responde a su apellido Chotsourian, raíz armenia) fue uno de los fundadores de Los Natas (1994-2012) con quienes a través de sus siete discos –sin contar piratas, en vivo y más– erigieron la piedra basal del stoner argentino. Y a su separación, además de su producción solista, comandó muchos proyectos colectivos, algunos de los cuales llegan a hoy: Ararat, Soldati, Santoro, el sello South American Sludge Records, entre otros. Y, en efecto, 1974 –editado hacia 2015– es su primer disco solo. Ahora cuenta: “Después de quince años de laburo muy intenso con Natas quedé, por así decirlo, bastante tocado de toda esa intensidad. Cuando empiezo a pagar la factura, lo primero que hago es dejar de lado las guitarras eléctricas y empiezo con el bajo. Y lo siguiente, el nuevo contacto con la guitarra fue con la criolla. 1974 de alguna manera fue un manifiesto urgente, necesarísimo de decir ‘yo quiero aprender a vivir de otra manera’”.

Gabo, por su parte, después de Porco se recluyó en la Academia de la cual se fue con honores y abrevó en una obra tan vasta como inclasificable: casi una veintena de discos –entre vivos, solistas y en dúo–, libros de historia, recopilatorios de sus canciones, un poemario, teatro, performance, resonancias en la música contemporánea y más. Y su obra musical es algo tan propio como difícil de definir: no es canción pero lo es, no es cantautoría pero lo es. Siempre tensando los límites de la lírica, de la música, porque Ferro es un pensador, un intelectual de su materia. “Yo todo el tiempo trato de desmarcarme de la tradición: de esto, de aquello, del cantautor. No hay nada que me interese menos en el mundo. Bah, interesa para salirme de ahí”.

Hace unos meses, en este mismo suplemento el propio Gabo decía que Sergio lo había definido como stoner pampeano. Otro de los comienzos, tal vez.

CANCIONES QUE DOS HOMBRES DEBERÍAN CANTAR

“Así. A la velocidad de la intemperie”. El que escribe es Gabo en el poema LIX de su libro en Recetario panorámico, elemental, fantástico y neumático (Ciclo 3 ediciones, 2015). Y así suena y comienza Historias de pescadores y ladrones de la pampa argentina. “En la Argentina de hoy, con lo que está pasando, poder meter eso de ‘ladrones de la pampa argentina’, para mí ya está. Es un gol personal. ¡Así me siento patriota!”, dice.

Un disco casi en su totalidad acústico, a excepción de algún theremin y pocos ruidos más, pero que pide –casi que exige– escucharse a un volumen alto. Porque también tiene un sonido podrido, grueso. Si la esgrima puede verse como una especie de batalla de espadas refinadas –la lírica de los espadachines en el aire– aquí, en Historias… el duelo es a ramalazos de guitarras: áspero, levantando polvo, erizando cierta poética de tierra adentro y el aire y más que eso. Lo que aquí se bate a duelo no es el honor de cada uno sino la canción que Gabo y Sergio traen y cargan. Y se erige algo nuevo, que no se sabe bien qué es pero que está ahí: once canciones de un pulso propio que no se parece a ninguna otra cosa salvo a lo que ellos mismos traen. “Es un disco que tiene una pata puesta en la tradición. Y otra arriba y otra abajo. Es un monstruo de raíz y alado” comenta Gabo. Una lírica que juega con cierta tradición gauchesca pero lo hace de forma maldita. Porque en definitiva ambos vienen de la tradición del rock y también se piensan y suenan desde allí. Y tensan. Si no, escuchar “Que parte de mí” (“que parte de mí te toca, que parte de mí querés, que parte de mi nos toca, que parte de partir te toca”), el que fue el corte de difusión “Corona de caranchos”, “Un pozo con tu forma” o “Crudo a tu cautivo” (“Ejercer libertad es salirse de acá, para volver al mundo vivo/ y poder caminar a mi paso fatal te muestra crudo a tu cautivo”). Ahí están, entonces: los árboles, el camino, la ciudad y los ladridos en la lejanía, la noche infinita, el polvo, las estaciones, los ríos, los animales, un vaso de vino, el trigo, la muerte. Como si fueran dos payadores –la tapa del disco lo ilustra– que, perseguidos y alucinados, llegan a un lugar –quizás, el confín de eso que aquí se llama pampa– y tratan de ajustar cuentas: con cada uno, con el otro, con la historia, con el dolor, con la tragedia. Porque los personajes que rodean estas canciones son trágicos. “Hay chiste pero de a poco la cosa se pone seria. Es la tragedia llevada a ese lugar yupanquiano, confuciano de un tipo en la pampa que en medio de un calambre se pone a pensar en la vida, en la muerte. En la angustia. Estos personajes se piensan en circunstancia” dice Gabo. Y agrega: “Cada uno de ellos, de repente, está pensándose. Como Yupanqui pero con todo lo que nos pasó de Yupanqui para acá: el rock, el punk, el heavy metal, el stoner, el pop, el pos punk y ¡la mar en coche! Es un disco que asume lo que tiene y asume lo que le falta”.

Y es Sergio quien aporta alguna cosa sobre la producción, que recayó totalmente sobre él, ante el encantamiento de su compañero: “Cuanto menos cantidad de elementos mejor, porque puedo lograr que esos sonidos que se están manifestando se perciban. Hasta incluso podríamos haber hecho unas criollas gigantes y acá la criolla de Gabo está de un lado, la mía del otro. Jugamos mucho con los colores de las voces. Al principio quería empatar las voces, que son tan diferentes, las texturas de los dos, cuando a los tres segundos de grabar digo: ¡ni en pedo! Terminamos la grabación y teníamos ¡seis canales!

Es un disco a dos voces y dos guitarras y, contrario a lo que puede pensarse, es un disco árido. Tiene una densidad marcada

–Sergio: Es un disco pesadito emocionalmente. Al día de hoy escucho algunas mezclas en el estudio de mi casa y no puedo evitar que se me caigan los lagrimones. Es un disco pesado que moviliza, porque lo que dice lo dice roto pero con sutileza. Con amor. No es un participación de uno con el otro, somos los dos creando un tercero. Y ese tercero es un hermoso que está lastimado, herido pero sigue parado y bancando.

–Gabo: Es un disco que busca que el escucha juegue con nosotros. No es una canchereada. El que llegue al disco como con una cosa de juez o jueza, lo único que va a poder hacer es poner pulgarcito abajo. Y lo lamento: no me desvela. Uno no pretende nada que no haga. Y además, tiene el grano de lo analógico.

Que a vos te encanta...

–Gabo: Y sí, ¡obvio! ¡Hay vida! Está la historia ahí. El peso de lo histórico, de lo que se registra. Y también esta cosa de cómo se encontraban esos dos universos: el de Sergio, el de Natas, que cuando veías eso era una híper masculinización de todo y el mío, donde hay una celebración de lo femenino. Cuando salió Canciones que un hombre no debería cantar recuerdo que decían: ¿y esta chica quién es? Me encanta que se desalambre eso. La cultura tradicional asocia ciertos lugares con lo masculino y ciertos lugares con lo femenino pero este disco eso lo pasó de largo.

–Sergio: Yo cuando vi a Gabo en el Ateneo, solo con su guitarra, me pareció de lo más cojonudo, machote y con unas bolas negras peludas así de grandes.

   Y mirándolo agrega: “Perdón, eh”

–Gabo: ¡No, por favor!

Puede ser que estas canciones queden en el monte. O en el campo, en el río, al pie de alguna colina o en las afueras de algún pueblo. Donde sea, seguro hablarán por ellos.

Gabo Ferro y Sergio Ch estarán presentando Historias de pescadores y ladrones de la pampa argentina el viernes 8 de junio a las 21 en C.C. Konex, Sarmiento 3131, CABA. Entradas en boletería o a través de cckonex.org.ar