En el intento de comprender el triunfo de Cambiemos en las elecciones de 2015 y 2017, José Natanson acuñó el término de nueva derecha democrática para caracterizarlo. Se trataría de una derecha distinta a la última dictadura militar o el menemismo, con la “decisión de prolongar el generoso entramado de políticas sociales construido por el kirchnerismo”, sin “recurrir al despido masivo de empleados públicos” y la promesa de no “reprivatizar las empresas públicas”. La visión del politólogo coincide con el planteo oficialista de haber elegido un camino “gradualista” frente al “ajuste feroz” por el que presiona cierta parte del establishment. 

Este análisis tiene cierta coincidencia con la categorización de “populismo financiero” que realizamos desde el CESO para interpretar el programa económico en el camino a las elecciones de 2017: abaratar el dólar, impulsar la obra pública y cierto gasto social apalancándose en el endeudamiento externo. 

Esa ilusión de una nueva derecha parece estrellarse con la realidad actual de suba de tarifas, dólar y tasas de interés que dejó la última corrida. Mucho menos coincide con el paso del gradualismo al shock en materia de ajuste del gasto público, que se presupone será parte del acuerdo de un crédito con el FMI. ¿Qué sucedió? Una interpretación es que los intentos de montar un gobierno de centro derecha moderada chocaron con los límites estructurales de nuestra periférica economía, imponiendo el camino de una derecha cada vez más agresiva y arcaica. En otras palabras, la ilusión de una nueva derecha sólo se mantuvo durante el breve período en que el ingreso de dólares por el endeudamiento externo y la bicicleta pudieron sostenerlo económicamente. Ya limitado el crédito en los mercados voluntarios y fugándose los capitales especulativos, el gobierno gira hacia la derecha intentando dar señales a especuladores, organismos internacionales y grandes grupos empresarios, para asegurarse cierto financiamiento que evite el estallido del frágil esquema económico en curso. Una política que reduce su base social de sustentación y lo conduce, muy probablemente, a una derrota política. 

En cierta forma, el devenir de la derecha liberal argentina es un espejo inverso del desenvolvimiento de nuestro nacionalismo popular. También el intento de una centro izquierda moderada de Néstor Kirchner con un apoyo policlasista amplio, tuvo su propia radicalización a medida que sus bases económicas comenzaron a estrecharse. Los controles de capitales, estatizaciones, reducción de los márgenes de ganancia empresariales y un discurso político cada vez más confrontativo durante el último mandato de Cristina, fueron de la mano de una restricción externa que fue limitando la expansión del mercado interno y agudizando los conflictos en torno a una torta que ya no aumentaba de tamaño. También las bases sociales fueron estrechándose, con la pérdida de apoyos de sectores empresarios, medios y parte del sindicalismo, que se tradujeron en una fragmentación del frente político hasta llevarlo a la derrota electoral

@AndresAsiain