Anoche soñé con una chica que era arrojada de un auto por cuatro hombres, ensangrentada, con la ropa rasgada e inconsciente. Me desperté agitada. Uno de los últimos registros que tuve antes de dormir fue la imagen viralizada del conductor Mariano Iúdica, acosando en manada, a una compañera de trabajo en su programa de TV.

"Hagan la fila", fue la frase que me resonó. Y entendí que nosotras también somos víctimas colaterales, porque hay frases, hay actitudes físicas, una conducta colectiva que nos pone en alerta y que, a muchas, nos remite a situaciones vividas.

Las tibias disculpas del conductor invocando a sus hijas fue deleznable. No había en su postura más que unas declaraciones para salir del brete. Se lo vio con el paso apurado para ir a la ceremonia del Martín Fierro, donde horas más tarde sería premiado por el programa "Polémica en el bar".

Los vestidos y los pañuelos verdes durante la ceremonia contrastaban con un premio que quedó fuera de tiempo: "Polémica en el bar", un reducto de varones en el que las mujeres tienen poca cabida, y cuando la tienen, su rol es insignificante . 

La víctima de Iúdica, Pía Shaw, aceptó las disculpas. Pero claro, ese es su trabajo. ¿Qué opciones tiene?. Las redes hablaron por ella. Rápidamente aparecieron los repudios y la indignación.

En una entrevista, Iúdica dice que Polémica en el Bar no es un programa para mujeres: Lo dice con impunidad, con estilo de provocador, a sabiendas de que le está dando la espalda al gran movimiento feminista que se ha gestado. Porque Iúdica es de esos personajes con los que tenemos que convivir, que nos hace sentir una y otra vez que no tenemos que descansar, que la lucha es en varios frentes y estas actitudes son tan persistentes como la violencia que vemos todos los días.

Hace pocos días en un diario de Salta habían incluido una solapa de "violación grupal". Allí relataban tres hechos de mujeres violadas por grupos de hombres.

Decimos que el cambio es cultural, entonces empecemos a dejar de premiar actos y actores, conductas y conductores violentos.

Salgo a la calle y llueve. Como ya es costumbre, aparecen los vendedores de paraguas. Pero hoy, junto a uno de ellos, veo a una joven ofreciendo pañuelos verdes: "Voy a llevar dos, por favor".