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Desde Barcelona
Todos a la espera de los primeros movimientos de Pedro Sánchez como presidente. Pero el socialista no parece todavía dispuesto a dar pistas sobre la composición de su flamante gobierno ni sobre las medidas que piensa llevar a cabo al mando de un país aún desconcertado. El vértigo de la última semana que acabó con la destitución de Mariano Rajoy como jefe del Ejecutivo y la asunción del cargo por su principal adversario dio paso a la incertidumbre e infinitas conjeturas que intentan sobrellevarla. Después de la toma de posesión en el Palacio de la Zarzuela que tuvo lugar el sábado, Sánchez se dirigió a su nuevo despacho en la Moncloa y desde entonces no pronuncia palabra. Solo se sabe que su primer acto como mandatario fue ayer una reunión con el presidente ucraniano en Madrid y que mañana el líder del Partido Socialista (PSOE) hará públicos, finalmente, los nombres de su equipo de gobierno, a la vez que participará el viernes en su primer Consejo de ministros.
Pese al secretismo reinante en torno a Sánchez y sus decisiones, algunas cuestiones sí que van tomando forma. La primera –y también la más previsible– es la “venganza” de la anterior formación de gobierno, el Partido Popular (PP), ahora desde la bancada de la oposición. Este lunes el portavoz del grupo de Rajoy en el Congreso, Rafael Hernando, explicó que se proponen presentar enmiendas para modificar los Presupuestos Generales del Estado que ellos mismos aprobaron, un día antes de la sentencia judicial sobre corrupción que dejó al PP fuera del Gobierno. Hernando aseguró que ahora “tienen las manos libres” para sacar las inversiones prometidas a los nacionalistas vascos (PNV) para su región, dada “la traición” del PNV a la hora de apoyar la moción de censura contra Rajoy.
La ley de los Presupuestos prosperó gracias al voto de los nacionalistas vascos frente a la negativa del PSOE, Podemos y los partidos independentistas catalanes, luego los socialistas se comprometieron a mantenerlos para conseguir el apoyo –nuevamente clave– del PNV y ahora que el PP está furioso por el giro repentino de los vascos, buscan “revancha” en el Senado, donde todavía tienen mayoría absoluta. “Estamos ante un gobierno que es incapaz de articular una propuesta de política económica diferente a la que ha presentado el PP. Lo que era tan malo tan malo tan malo hace unos días ahora es tan bueno tan bueno tan bueno, que constituye el eje central de la política económica de este gobierno”, espetó el portavoz de los conservadores en el Senado, José Manuel Barreiro. De todos modos, cualquier enmienda a los Presupuestos presentada en la Cámara Alta deberá volver al Congreso donde el PP no tiene mayoría y se encuentra desde el sábado en la oposición, con el posible apoyo de Ciudadanos pero, al miemo tiempo, con los 180 diputados que votaron para echarlo previsiblemente en contra.
El PSOE no tendrá un camino fácil para aprobar las medidas que proponga, se supo ya el viernes cuando ganó la moción de censura quedando al frente del Estado con sus 84 parlamentarios en un Congreso de 350 sillas, y se confirmó ayer con los anuncios de los primeros obstáculos interpuestos por el partido de Mariano Rajoy. No obstante, el secretario de Organización de los socialistas, José Luis Abalos, descartó ayer en una entrevista elecciones a corto plazo, ya que “el principal objetivo del gobierno será no generar inestabilidad”. El nuevo presidente planea conformar los ministerios mañana y poner en marcha lo antes posible una serie de medidas enfocadas en revertir las políticas “antisociales” del PP durante los últimos siete años.
Entre las prioridades que Sánchez citó durante la votación de la moción de censura presentada por su partido, figuran la derogación “urgente” de los artículos de “la ley mordaza” que fueron recurridos ante el Tribunal Constitucional por la oposición y que limitan las libertades de expresión, reunión y manifestación; el fin de las llamadas “devoluciones en caliente” de los inmigrantes llegados a las fronteras de Ceuta y Melilla, y garantizar la pluralidad de la radio y la televisión pública. También el “impuesto al sol” con el cual el anterior Ejecutivo penaliza el autoconsumo eléctrico es uno de los objetivos a revisar por Pedro Sánchez, así como la ampliación del sistema de becas y la universalización de la sanidad para devolver a las personas “sin papeles” el derecho que en 2012 les fue retirado.
La lucha contra la violencia machista fue otro de los ejes del discurso del nuevo presidente, recalcando la promoción de leyes de igualdad salarial y de acceso al empleo. Las enormes movilizaciones feministas del 8 de marzo fueron citadas por Sánchez, quien aseguró que en ese sentido iría también la composición paritaria de su gabinete. Lo que todavía no está claro es, sin embargo, si entre esos hombres y mujeres que formarán el nuevo gobierno español, habrá miembros de otros partidos o solo socialistas. El secretario de Organización del PSOE, José Luis Abalos, no pareció dispuesto a compartir los altos mandos con las demás formaciones pero sí se mostró abierto a su presencia en diferentes instituciones administrativas como el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial o el Consejo de Administración de Radio Televisión Española.
Desde Podemos se insiste en “un gobierno fuerte” con la presencia de su partido y del resto de grupos que apoyaron la moción de censura pero todavía no se produjo el encuentro entre Sánchez e Iglesias para discutir el tema. Los portavoces de la formación izquierdista, Pablo Echenique y Noelia Vera, afirmaron ayer en rueda de prensa que “están esperando para conocer los planes del nuevo Gobierno” y alegan que para Podemos hay dos opciones: “un gobierno de integración o un gobierno de monocolor”. Ambos defendieron que lo mejor sería, para ellos, un Ejecutivo de igual a igual: “Sánchez va a tener más difícil hacer cambios legislativos y en políticas públicas. Será el que menos apoyos parlamentarios tenga de toda Europa”, advirtió Echenique. “Pedro Sánchez debe entender que el PSOE tiene cinco millones de votantes y Unidos Podemos, también”, concluyó el número dos de Podemos, en una nueva apelación hacia el flamante presidente de conformar un gobierno progresista conjunto.