El debate sobre “el empleo del futuro” es una discusión sobre las relaciones laborales actuales. Las especulaciones que a priori parecen de ciencia ficción en realidad ponen en cuestión los sistemas regulatorios laborales vigentes, tal como se observó en la reforma laboral francesa, la de Brasil y que impulsa Cambiemos. Esa conclusión puede desprenderse del debate sobre el recorrido del empleo en los próximos años del cual participaron Héctor Daer, miembro del triunvirato de la CGT; Eduardo Levy-Yeyati, decano de la escuela de gobierno de la Universidad Di Tella; Marta Novick, directora del Citra-UMET y Yasmin Fahimi, diputada nacional socialdemócrata de Alemania y ex viceministra de Trabajo. Desde el público, se sumó el ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada. El encuentro tuvo lugar en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).
La cuarta revolución industrial está basada en la inteligencia artificial y las telecomunicaciones. De ahí surgen las especulaciones sobre qué empleos podrían sobrevivir y cuáles no. Pero además, hay una ola creciente de “viejos empleos” bajo nuevas relaciones laborales, como el caso de Uber y las plataformas web que ofrecen servicios a través de trabajadores independientes. Es decir, el debate no es sólo entre lo nuevo y lo viejo sino entre los sistemas laborales de lógica colectiva y los vínculos laborales individuales, que son nuevos pero también “viejos”–previos al sindicalismo–. Esto viene engendrando un núcleo de tensión entre los sistemas de protección del trabajo fruto de las luchas obreras del siglo XIX y XX y la desregulación característica de los nuevos modelos de organización que muchas veces busca instalar como un fruto del progreso.
La diputada alemana Fahimi evaluó que “la flexibilización es acompañada por una promesa de mayor libertad y autonomía. Pero se incrementó la ocupación atípica, los tercerizados, empleados por agencia, actividades de mini empleo y a medio tiempo. Desde el gobierno dicen que hay más trabajo, pero hay que considerar el incremento de la precariedad laboral, el deterioro del salario real y de la seguridad social”. “Necesitamos contar con una construcción institucional con cierta flexibilidad pero acotada y acordada con los sindicatos y los empleadores. Además, los trabajadores en este tipo de relaciones laborales precarias deberían obtener ciertas contraprestaciones, como un salario más alto, más días de vacaciones, más capacitación o mejor prevención de la salud”, agregó Fahimi.
Eduardo Levy-Yeyati indicó que “hay un fuerte proceso de des-salarización que hace reducir la participación del trabajo asalariado de convenio sobre el trabajo total. Cuando el trabajo se vuelve fluido y la rotación aumenta, los sindicatos por rama pierden claridad. El trabajador móvil tiene que ser protegido y compensado, el Estado debe acompañar más al trabajador que al puesto de trabajo. Un ejemplo es la industria de la construcción”. La reforma laboral presentada por Cambiemos, que ahora el oficialismo busca reimpulsar, contempla la creación de un fondo de cese laboral, que opera en la industria de la construcción. Consiste en un sistema por el cual los aportes patronales suman un fondo que se utiliza como resarcimiento al momento del despido sin causa. Este esquema está pensado para la construcción a causa de la su inestabilidad característica.
Daer salió al cruce. “El convenio marco por actividad es el único instrumento de equidad regional que queda en la Argentina. Esto no quiere decir que no haya avances en las negociaciones colectivas a través de anexos a las actividades marco. Hay que generar las condiciones sociales y laborales para que la tecnología no nos lleve por delante y deje cada vez a más personas marginadas del sistema productivo. La ‘uberización’ es creciente en Europa y en Estados Unidos y se basa en el contrato laboral ‘hora-cero’, que es una divisoria de aguas para las asociaciones sindicales. Se trata de una relación no de dependencia sino de disponibilidad”. El núcleo de la reforma laboral brasileña, mucho más profunda que la presentada por Cambiemos, es el contrato laboral intermitente, que va en el sentido al que apuntó Daer.
Levy-Yeyati respondió que “si no hacemos nada, es probable que el sistema nos derive hacia una sociedad dual –integrados y marginados–, aunque la historia muestra que las sociedades reaccionaron, como con la sindicalización y la jubilación en el siglo XX. Pero el sindicato por rama ha sido adverso a discutir nuevas modalidades. No podemos pensar inercialmente, hay que ser mas creativos, ver dónde cede cada uno”. Tomada respondió que “se plantea como que todo es inexorable. Lo que falta es la dimensión política. Si otros procesos tuvieron distinta respuesta es porque el contexto político era distinto. El sistema reaccionó muy distinto con la introducción de la tecnología en el siglo XIX en relación al siglo XX”.
Yasmin Fahimi coincidió en que “el mercado no va a poder manejar exitosamente esta transformación. Hay que compensar la diferencia entre el trabajo y el capital”. En tanto, Nicolás Trotta, rector de la UMET, consideró que “en la actual ola neoliberal, los procesos económicos son administrados por el mercado y las consecuencias son previsibles”. Levy-Yeyati advirtió que el avance de la negociación salarial individual “no es sólo un problema moral sino que afecta al funcionamiento del sistema capitalista”. Marta Novick dijo que “no hay un determinismo tecnológico, se requiere de instrumentos y regulaciones definidos por las sociedades”.