Sólo por descarte se llega a destacar a Brian Castaño como el boxeador más saliente del año pasado. En un año de derrotas feas y rápidas más allá de las fronteras nacionales, el zurdo de Isidro Casanova logró el único triunfo importante del pugilismo nacional: el 26 de noviembre y en el Polideportivo Juan Domingo Perón de González Catán, derrotó por nocaut técnico en seis rounds al puertorriqueño Emanuel de Jesús, y se adjudicó el título interino de los superwelters de la Asociación Mundial de Boxeo. Una manera marketinera y vendedora de decir que en realidad, Castaño y De Jesús pelearon apenas por el primer puesto del ranking de una categoría que de por sí, tiene otros dos campeones en vigencia (el cubano Erislandy Lara y el ecuatoriano radicado en Alemania, Jack Culcay).
Falta mucho, no menos de un año, para que Castaño pueda atreverse a un combate unificatorio contra estos dos monarcas. Mientras tanto, deberá seguir acumulando experiencia contra rivales de mucha menor valía, rigurosamente seleccionados por su manager Sebastián Contursi. Porque hay un componente curioso en todo esto: el “Boxi” (como lo llaman sus muchos amigos y favorecedores matanceros) o “Sugar Ray” (el mote con el que se lo conocía en los principios de su carrera cuando era manejado por Osvaldo Rivero) llegó con la edad justa (27 años) a esta porción de título. Pero boxísticamente está inmaduro. Profesional desde 2012, ha realizado sólo 16 peleas rentadas, tres de ellas en el marco de la World Series Boxing de la AIBA.
Sin embargo, los buenos contactos internacionales de Contursi pudieron más y aquella titánica victoria desde 2013 ante el ruso Serhiy Derevyanchenko, y sus cuatro triunfos en los EE.UU ante probadores de nivel medio lo impulsaron rumbo a una oportunidad que Castaño aprovechó a fondo, pero con previa angustia. De Jesús lo derribó en el segundo asalto, y poco le faltó al boricua para noquearlo ante el estupor de los seis mil hinchas matanceros que fueron a verlo.
Por eso, más allá del lógico hervor que provocó la victoria, hay que ser cautos con el futuro de Castaño. Bien llevado y bien entrenado en los Estados Unidos, donde ha decidido radicarse para aislarse de cualquier tentación, puede llegar a ser un crack. Pasta le sobra, más allá de que su físico retacón tiene que ver más con el peso welter (66.678 kg) que con el superwelter (69,850), que le posibilita no apretarse tanto para dar el peso, pero en paralelo, lo pone enfrente de boxeadores más duros y fuertes.
Si trabaja sin rigor y cree que con su calidad y su pegada es más que suficiente, puede llegar a pasarlo muy mal más temprano que tarde. Contra De Jesús arriesgó en un cruce y casi no cuenta el cuento. Si eso llegara a sucederle contra Lara, Culcay o el ex campeón Demetrius Andrade, le costará levantarse de la lona. Por eso, habrá que llevarlo con mano de seda a Castaño. Y no creerse que ya está para tirarlo a los leones. Ganó un tercio del título del mundo y eso le alcanzó para que se le reconozca como el mejor boxeador argentino en un año devaluado. Ser campeón en serio es otra cosa, requiere otros compromisos. Habrá que ver la manera en la que Castaño recorre ese camino.