Natalia Vinelli
Docente en la Carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA) y referente del canal Barricada TV 32.1 de la televisión digital.
Rodolfo Walsh escuchó en un bar de La Plata la historia de un fusilado con vida. Era 1956 y la decisión de ir tras esa pista fue el punto de partida de la investigación sobre los fusilamientos de civiles en un basural de José León Suárez, por orden de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu. El resultado de su trabajo, editado por entregas y publicado después bajo el título Operación Masacre, es inaugural del género de la “no ficción” –en la línea precursora del Facundo-, e incluso es anterior a la publicación de A sangre fría, del estadounidense Truman Capote.
Walsh nació en Choele Choel en 1927. Fue comerciante de antigüedades, corrector de pruebas y traductor. Asistió al nacimiento de la Revolución Cubana y participó en la fundación de la agencia Prensa Latina. Después de publicar los libros Los oficios terrestres y Un kilo de oro, se integró a la dirección del diario obrero más importante del país, el Semanario CGT de los Argentinos, una experiencia que funcionó como bisagra respecto de sus maneras de entender los vínculos entre intelectuales y política.
Durante la apertura democrática del ´73 escribió en el diario Noticias; cuando fue clausurado y se profundizó la represión comenzó a diseñar la agencia clandestina ANCLA, realizada en el marco de la contrainteligencia montonera, organización a la que se sumó luego de su paso por el Peronismo de Base. Después nació la Cadena Informativa, más artesanal en su forma, y finalmente las cartas que llevaron su firma: Walsh ideó medios de comunicación adecuados al contexto en que les tocaba desarrollarse, en función de la evaluación política de la etapa.
Si bien no desarrolló un cuerpo teórico sistemático, Walsh ofrece a las nuevas generaciones una práctica, unas reflexiones y una obra que ocupan un lugar destacado en el periodismo de investigación, en la comunicación popular y, por supuesto, en la literatura.
Militante, escritor, periodista, combatiente montonero, cambió el “yo” por el “nosotros” e hizo el periodismo en la calle, con el grabador colgado al cuello, registrando la vida cotidiana en el noroeste argentino o recopilando las voces de la gente común en los barrios y en las fábricas de Buenos Aires. ¿Quién mató a Rosendo?, es una de las expresiones de ese arte documental radicalmente político, que señala una vía para el tratamiento de las fuentes y, dentro de éstas, para la jerarquización de las voces populares.
Frente al periodismo del puro presente que desconecta razones y resultados, su praxis permite ubicar los hechos en un sistema, que se hace visible en tanto totalidad. Toda una enseñanza en tiempos de trolls, fake news y “postverdad”: su obsesión por el chequeo de la información, por documentar la verdad cruda de los hechos y hurgar en el detalle ayuda a pensar un discurso periodístico de contrainformación capaz de ser apropiado por el público, y por eso útil en el camino de la emancipación.
Rodolfo Walsh cayó resistiendo su intento de secuestro por parte de un grupo de tareas de la Armada en 1977, durante la última dictadura cívico militar. Tenía 50 años y dos hijas. Su cuerpo permanece desaparecido. Hoy sus textos nos orientan; sus proyectos animan el impulso de una prensa que no “esquive el bulto” ni se limite en la obsecuencia y la repetición, sino que –por el contrario- movilice y provoque: como le decía a Ricardo Piglia en una entrevista de 1970, la escritura puede ser, según como se la use, “un abanico o una pistola”.