Aparece en el cielo de un celeste poco diáfano y la tormenta se precipita, sus características abruman la ciudad, trastornan su vida. La ciudad sabe de qué punto del planeta viene esa masa desplazándose, en ese punto hay emanaciones peligrosas, generan vapores que se condensan en formas muy pesadas que se desparraman por el mundo. El verdor por efecto de las lluvias de esas descargas una vez transcurrido cierto tiempo desaparece, tanto de la ciudad como de sus zonas aledañas, no es posible encontrar una hojita verde en ninguno de sus jardines, quedan áridos y desiertos.
En la ciudad donde la masa poderosa sobrevuela, los capos del Centro Superior de Decisiones Determinantes que dirigen la vida de la ciudad, se entusiasman, lo que arroja la masa lo almacenan en un sector bien delimitado, lo aprecian como un maná del cielo, aunque en algún momento su fluido volátil se escurra y sus efluvios se cuelen por los orificios porque la presión provoca muchos, los capos aplauden; guardan bajo siete llaves el verdor de sus propios jardines de un verde como el del paraíso, y ponen especial cuidado en elegir frases entusiastas que alienten a los habitantes de la ciudad a figurarse dentro de un futuro lejano en una ciudad maravillosa.
En la zona opuesta de la ciudad, de un diseño muy distinto, hay grupos de capitos, de medio capos, y cuasi capos, que quieren ser capos del Centro Superior de Decisiones Determinantes, para poder operar directamente en cuestiones de la ciudad. Mirando hacia el cielo advierten a la ciudad del peligro, relevan datos de la masa gigantesca, registran en fotos sus dimensiones, sus discursos de denuncia están en cada micrófono que logran conseguir.
Mientras tanto, aunque estén quienes evalúan el fenómeno haciendo cálculos interesados y los que cierren la ventana para olvidarlo, el grueso de los habitantes de la ciudad, despavorido, mira con qué velocidad se desplaza por el cielo la masa desmesurada, y lo negro que se pone el horizonte. En las calles hacen señas desesperadas. No pierden de vista a los cuasi capos, a los medio capos y a los capitos, muy activos para pergeñar en las oficinas de la ciudad más apartadas del Centro Superior de Decisiones Determinantes los peores pronósticos sobre la masa, yendo de una reunión a otra haciendo mediciones, controles, comparaciones, pero esquivando las ideas, la capacidad de resolución, la experiencia, volcadas en proyectos de operaciones, de maniobras concretas que puedan enfrentar la tormenta y aliviar el peso que la masa provoca en la atmósfera de la ciudad. Los habitantes esperan el plan sobre cómo desplazarla fuera del firmamento ahora tan apagado, lo buscan en los afiches de sus muros y no lo encuentran.
En cada avance, la sombra crece, es tan invasora que los habitantes no saben dónde meterse, ningún sitio les resulta demasiado seguro, en sus propias casas se encuentran aislados, sufriendo los vapores, con las ventanas insuficientemente seguras como para no filtrarlos. Los habitantes están pendientes de que ninguno de los aspirantes al Centro Superior de Decisiones Determinantes se exponga a las emanaciones de la masa que deja ciego y sordo, y que nadie sea empujado al tragadero de las esquinas en el trayecto de llegar a los escalones de la gran escalinata del Centro Superior de Decisiones Determinantes. Los habitantes esperan la máquina inteligente con todas sus partes bien ensambladas que barra la masa y sus vapores y mejore sustancialmente el aire turbio que respira la ciudad. En medio de la confusión y el griterío, y el mar de voces en las calles, el cúmulo que avanza y despliega su energía no se topa con ningún viento fuerte que rote en el sentido opuesto y le corte el paso.
Un cuento que reaparece, se olvida y vuelve.