Pasar de día por la puerta de la ex-Biblioteca Nacional de San Telmo y ver esa fachada neoclásica siempre conecta con sentimientos de grandeza y superación intelectual.
Cae la noche y el mismo edificio, convertido desde 1994 en el Centro Nacional de la Música, ya no invita demasiado a ver su fachada y lo primero que llama nuestra atención es el techo del hall de entrada con sus columnas marmoladas y sus arcas con molduras importadas.
Aunque pueda parecer extraño comenzar la reseña de una obra describiendo la sala en la que se presenta, en este caso es clave. La apropiación de ese espacio público, durante la noche y en horarios de bajo tránsito de personal, es el marco indispensable para que la magia ocurra.
Si bien Leche negra es presentada por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, quienes firman su autoría son Juan Miceli, Magalí del Hoyo y Victoria Hidalgo. El primero proveniente del mundo de las artes plásticas e instalativas y las otras dos de la danza, a tal punto que también se suman como performers activas de la pieza.
“Video instalación en la que confluyen lo sonoro, lo audiovisual, lo performático y lo instalativo”, reza la invitación y creo que se queda corta. Quiero decir, todo eso ocurre pero lo más importante es que se da siempre en función del espacio ocupado por la acción. Todos los finos hilos narrativos que se desprenden de las acciones de los performers y cierta “danza invisible” serán fundamentales en la obra.
Luego de recibir nuestro ticket en el hall y esperar algunos minutos, los mismos autores nos guiarán a través de un pasillo armado con paneles en forma de “casita” y nos explicarán que aunque en la Sala Guastavino, “escenario” principal de la acción, haya algunas butacas no es necesario ni recomendable permanecer sentados durante la hora que dura la función.
Toda esta primera caminata hacia la sala principal del evento es una experiencia que ya forma parte de la pieza. Se oye cierto ambiente sonoro “sucio” pero agradable todavía, que nos invita a adentrarnos, dándonos pistas de lo que vendrá.
Al entrar a la sala el audio está intensificado, ya tiene más presencia y cuerpo. También notamos una constante que define el espacio: cintas de VHS por todos lados. Colgando de las barandas, hechas bollos gigantes sobre las butacas, enredadas en las columnas.
Este guiño “retro” parece ser crucial en la obra. Más allá de la insinuación que dicho elemento representa para cierta generación que creció a la sombra de los videoclubes, el material en sí con su brillo opaco parece querer decir otra cosa.
Miceli habla de “lo institucional como forma”, y el formato, a su vez, habla.
Leche negra se puede ver el sábado 9 y el domingo 10 de junio a las 19 y a las 20.30. La entrada se reserva escribiendo a: [email protected]