Los despidos alcanzaron a 192.917 personas entre diciembre de 2015 y noviembre pasado. Las suspensiones sumaron 39.369 casos en el mismo período. Las cifras surgen de una investigación del Conicet, Flacso y universidades públicas a la que accedió este diario, en la cual se revisa el impacto en la salud de la población provocado por los despidos y la incertidumbre laboral de 2016. “Las recetas ortodoxas implementadas en Argentina en los últimos meses generaron el mayor y más intenso deterioro de las condiciones de trabajo desde la crisis de la convertibilidad, y el primer evento de esta naturaleza que se verifica en nuestro país en ausencia de grandes crisis o golpes de Estado”, afirma el documento. Los investigadores encontraron entre los principales resultados que hubo un deterioro del 20,5 por ciento en los indicadores de salud física y se triplicaron problemas de salud mental entre los trabajadores. Aumentaron en forma exponencial los cuadros depresivos por efecto de los despidos. Las mujeres de mediana edad fueron el grupo que registró los mayores niveles de vulnerabilidad a raíz de las tensiones laborales.
La investigación realizó un relevamiento exhaustivo de los recortes de personal en el sector privado y público a partir de diciembre de 2015. La metodología aclara que se computaron los despidos y suspensiones a través de denuncias efectuadas por los sindicatos y colectivos de trabajadores, información publicada en medios de comunicación nacionales, provinciales, regionales y municipales, y consultas a referentes gremiales de cada rama de actividad. En detalle se registró que entre diciembre de 2015 y noviembre de este año hubo 122.802 trabajadores desafectados en el sector privado y 70.115 en el público. La industria manufacturara registró 83.905 trabajadores expulsados del mercado laboral, mientras que en la construcción la cifra ascendió a 60.626 individuos y en el sector de servicios a 14.581 personas.
“Este proceso de desgaste del mercado laboral está teniendo fuertes consecuencias en la salud mental y físicas de las personas despedidas, problemática que tiende a agravarse con la duración del desempleo”, remarca el documento, que lleva la firma de Cecilia Ros y Miriam Wlosko, de la Universidad de La Plata, de Demian Panigo, del Citra-Conicet, de Hernán Letcher, de la Universidad de Avellaneda, de Julia Strada, de Flacso y de Patricia Rivero, del Conicet. También figura unos de los mayores referentes en estudios sobre el trabajo en Latinoamérica, Julio César Neffa, que actualmente forma parte del Consejo Académico de la carrera de Economía de UMET.
La investigación encontró que los indicadores de salud física empeoraron un 20,5 por ciento por efecto de la ola de despidos. Se precisó que los quintiles de ingresos 3, 4 y 5, donde se ubican trabajadores de clase media, anotaron los mayores niveles de desgaste, al superar incluso los impactos negativos observados entre segmentos de menores recursos (quintiles 1 y 2). En el detalle por sexo, se estimó que el indicador de salud física cayó 21,2 por ciento entre las mujeres y 19,4 por ciento entre los hombres. En relación con el grupo etario, los efectos más fuertes se observaron entre individuos de 30 a 45 años (21,1 por ciento) y de más de 46 años (24,4 por ciento). En cuanto a la cantidad de hijos a cargo del trabajador, aquellos que sostienen 4 hijos registraron mayores impactos, con empeoramiento del índice de salud física del 45,5 por ciento.
El deterioro de la percepción de la salud mental de la población se midió a partir de encuestas que siguieron criterios avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMC). Con ello se armó un índice general, que mostró un aumento de la percepción negativa de la salud mental en un 181,1 por ciento por efecto de los despidos, y 20 items en los que se desagrega este indicador general de salud mental. El ítem vinculado con la pregunta ¿tiene falta de apetito? Mostró un aumento de 225,5 por ciento, al tiempo que los asociados con sentimientos de infelicidad lo hicieron en 301,7 por ciento y los de dificultad para disfrutar de las actividades diarias 278,7. Otros indicadores relacionados con las consultas ¿ha estado llorando más de lo normal? Mostraron subas de 380,1 por ciento; ¿se siente incapaz de tener un papel útil en la vida? (468,2 por ciento); ¿le ha pasado por la mente terminar con su vida? (261,9 por ciento), y ¿duerme mal? (171,1 por ciento).
“Al analizar de manera desagregada los indicadores de salud mental se visualiza con claridad que los despedidos se sienten particularmente infelices y sin capacidad de disfrutar de las actividades diarias. Han perdido interés en las cosas e incluso han pensado en terminar con su vida”, indica el documento. Agrega que “todos estos ítems están estrechamente vinculados a vivencia depresiva esperable luego de despidos compulsivos, violentos y humillantes. No obstante ello, resulta de particular importancia epidemiológica el hecho de que, en la muestra examinada y luego de los despidos, casi 1 de cada 6 encuestados reportan tener fantasías suicidas”. Ante preguntas como ¿le tiemblan las manos? se anotaron subas del 104,3 por ciento; ¿se asusta fácilmente? (151,1 por ciento); ¿tiene dolores de cabeza frecuente? (128,4 por ciento); ¿le cuesta pensar claramente? (325,0); ¿ha perdido interés en las cosas? (236,1) y ¿tiene sensaciones desagradables en su estómago? (166,2 por ciento).
Los indicadores de salud mental, al igual que ocurrió para la medición de salud física, empeoraron más entre las mujeres (189,0 por ciento) que en los hombres (169,0 por ciento), en los grupos etarios de más de 46 años (263,0 por ciento) y entre los trabajadores con 4 hijos a cargo (463,0 por ciento). También se observó que entre asalariados de clase media, del quintil 4 de ingresos, estuvieron los individuos con mayores problemas, al registrarse aumentos de las percepciones negativas de un 274,4 por ciento.
Los investigadores alertaron por la continuidad de la tensión en el mercado laboral y pidieron una respuesta de las políticas públicas para evitar que sigan empeorando las condiciones de vida de los sectores de ingresos fijos de la población. “A partir de la evidencia de la literatura científica y la severidad de los resultados encontrados en esta investigación, es preciso y responsable anticipar que de no mediar iniciativas de empleo, sociales y de salud que combatan y contengan el impacto económico, social y sanitario de esta situación, sobrevendrá un notable incremento tanto de la morbilidad como de la mortalidad por causas violentas y evitables, de exclusiva responsabilidad de la política pública”, plantearon.
El Estado, según el documento, debe intervenir en la economía para promocionar en forma activa el pleno empleo de la población. No hacerlo esconde intereses redistributivos de grupos conservadores de la sociedad. “Es sabido que los despidos masivos forman parte de la agenda en toda reforma neoliberal, de todo régimen político que busca una redistribución regresiva del ingreso”, menciona el informe. Considera que en los últimos meses, los despidos formaron parte de una estrategia de shock, cuyo objetivo es reducir el costo laboral de la mano de obra local y disciplinar a la clase trabajadora, la que posee la tasa de sindicalización más alta del continente. “Se trata de una operación que, para tener éxito, necesita fragilizar individuos y colectivos, poniendo en duda su valor e identidad, desmovilizando mediante el miedo y la deslegitimación”, concluyeron los investigadores.