Yeal Kim, empresario textil de origen coreano, acaba de reemplazar a Jorge Sorabilla al frente de Pro Tejer, la organización empresaria posiblemente más fuerte y representativa de la industria nacional, la más vinculada a la demanda local y mano de obra intensiva. Como tal, está padeciendo las peores consecuencias del actual modelo económico. Sin embargo, Yeal es una rara avis en el sector: su empresa es líder en diversos rubros, tiene una industria ampliamente integrada y sigue creciendo. ¿Por qué su firma tiene éxito adonde a otros les va tan mal? ¿Cómo puede representar este empresario exitoso a un sector duramente golpeado por la coyuntura y la política económica oficial? Kim no ignora que en estas preguntas se engloba el principal desafío de su gestión. Al comenzar el diálogo, el industrial de origen coreano define rápidamente su propio diagnóstico.
“Hoy el sector textil está trabajando al 50 por ciento de su capacidad instalada, pero con una diversidad muy notable. Hay empresas que apenas están trabajando al 20 o al 30 por ciento, y otras al 70 o al 90. Mi empresa, Amesud, está en el 90 por ciento, por condiciones que tienen que ver con haber desarrollado productos diferenciados y de alta calidad, y de poder contar con la maquinaria más moderna que existe en el mundo en cada renglón del proceso. Yo sé que tengo que trabajar para todos, para que el conjunto del sector textil se recupere. Y en base a eso están los ejes que nos proponemos en esta gestión al frente de Pro Tejer. Desocupación y pobreza son dos problemas fundamentales, y este sector, con un marco adecuado, tiene las condiciones para crear fácilmente empleo. Podemos ayudar mucho en eso y queremos apoyar al gobierno actual en políticas para lograrlo”, dice.
–Pero la política del gobierno está lejos de buscar como aliados a los sectores industriales mano de obra intensivos. Podría decirle que está en la posición opuesta: para el gobierno el sector textil está entre las actividades “inviables” que debería ser sustituido por la importación.
–“Sabemos eso. Este gobierno, cuando habla del nuevo empleo, se refiere a empleos sofisticados, de alta tecnología, tipo Silicon Valley. Pero eso no se logra de un día para el otro y tampoco asegura la masividad de empleo. Sabemos que es una discusión a dar. Particularmente, porque la conozco, hay una experiencia muy interesante en el desarrollo industrial de Corea del Sur, que tuvo uno de sus ejes en la industria textil. No muchos lo saben, pero Samsung nació y creció como empresa textil, para luego derivar en la electrónica. LG también. Y crecieron con fuerte apoyo del Estado. No con subsidios, sino ayudando a dar trabajo. Le reconozco que es un modelo muy diferente al que hoy se quiere implantar en Argentina, pero nos gustaría invitar al ministro Francisco Cabrera a Corea para que conozca esta experiencia en el rubro textil”.
–Para el gobierno, si a una empresa textil le va mal es por ineficiente, porque no puede competir con la prenda terminada importada, porque producir en Argentina es caro. En ese razonamiento, no le va a encontrar ninguna motivación para ayudarlos a subsistir.
–Es verdad que el sector tiene muy mala prensa, que tiene fama de ser obsoleta, que los productos terminados son caros. Pero la realidad es diferente. La hilandería argentina es proveedora de fábricas de ropa deportiva de primera línea, incluso para las camisetas de fútbol profesional. En Argentina nadie importa hilados de algodón, porque en calidad y precio no pueden competir con el nacional. En tejidos y telas también somos competitivos, la diferencia está en el proceso de terminado de la prenda, ahí dejamos de ser competitivos. Pero es por un montón de componentes del costo en los que no tenemos ninguna incidencia. Hoy, del precio final de una prenda, de lo que paga el que compra en un negocio, si se trata de ropa de marca el 50,3 por ciento es impuesto, el 12,7 por ciento se va en alquiler, otro 12,2 por ciento son costos bancarios, por citar los rubros de mayor peso ajenos al sector. Menos del 25 por ciento son los costos de la materia prima, los costos de insumos y las diferentes etapas del procesamiento, incluido el margen de ganancia de cada renglón. Esto es lo que no se ve, o no se quiere ver. Y de esto es lo que tengo que convencer, para que una vez despejados estos factores se entienda lo que el sector puede aportar. En empleo pero también para erradicar la pobreza.
–Necesitan convencer al gobierno pero mientras tanto el sector sigue en crisis. ¿Cómo se atiende la emergencia sin quedarse congelado en una discusión de un futuro ideal?
–Planteando que tenemos respuestas para la desocupación y la pobreza, como le decía, al tiempo que atendemos la crisis propia. Hay que seguir haciendo esfuerzos a pesar de la caída. Vamos a reclamar medidas urgentes para promover la inversión y el desarrollo sectorial. Tenemos un proyecto muy ambicioso en capacitación, en la formación de mandos medios con instrumentos actualizados en materia de manejos de equipos y maquinaria. Vamos a fomentar la capacitación de nuestra gente, pese al mal momento. Le estoy hablando de programas para que participen miles de personas. Encarar esto a pesar de la crisis del sector por caída de la demanda. En números globales, estamos hablando de un mercado nacional de 500 mil toneladas de producto (no sólo prendas de vestir, también toallas, ropa de cama, telas, etc.), en el que la producción nacional aportaba unas 250 mil, la mitad. Hoy ese mercado es de 400 mil toneladas de productos consumidos al año, de los cuales aportamos 160 mil. Se cayó el mercado y perdimos participación. Pero también se cayó el empleo, se perdió poder adquisitivo, se cayeron producciones regionales. Esto es lo que hay que analizar, el desorden macroeconómico en que devino esta situación. Por eso nuestra estrategia es mostrar futuro, ofrecer una salida y que, en ella, éste es un sector ganador. Esa será nuestra forma de abordar la agenda política.