El director napolitano Vincenzo Marra conoce a la perfección las calles de Buenos Aires: estuvo de visita en 2002 para presentar su ópera prima, Tornando a casa, durante la cuarta edición del Bafici -donde terminaría llevándose el premio mayor de la Competencia Internacional-, y regresó un año más tarde al mismo festival para formar parte del jurado oficial. Antes de eso, ofició de asistente de Marco Bechis durante el rodaje de Garage Olimpo (1999) y terminó viviendo durante un año como un porteño más. Eso explica su perfecto español con acento italiano y pronunciación argentina del otro lado del teléfono, en plena preparación de las valijas antes de regresar a Buenos Aires, esta vez como uno de los invitados estrella de la 5° Semana de Cine Italiano, la nueva edición del tradicional evento anual que levantó sus telones ayer y continuará hasta el miércoles 13. La excusa en esta ocasión es la presentación de su último largometraje, El equilibrio, un notable acercamiento a las realidades sociales de una pequeña ciudad de la región de Campania, en Nápoles, que podrá verse hoy a las 22 horas en el Village Recoleta.
El protagonista del film, un sacerdote católico que abandona un puesto en Roma para ejercer en su lugar natal, se encuentra con una estructura social marcada por la presencia ubicua de diversas mafias. Los miembros de la iglesia local parecen estar haciendo plácidamente la plancha, apuntando como políticos melindrosos a lograr ese equilibrio mencionado por el título, simple eufemismo para un statu quo de conveniencia, falsa paz y pequeñas y grandes corrupciones. Rodada con un reparto integrado en gran medida por actores no profesionales, la película se suma a una no muy extensa lista de films religiosos exclusivamente materialistas. A lo largo de un camino lleno de peligros y enemigos poderosos, tanto dentro como fuera de la estructura eclesiástica, Don Giuseppe, el cura interpretado por el dramaturgo Mimmo Borrelli (esta es su primera participación en un film), deberá deslizarse por una superficie sinuosa y decidir cuál será su sacrificio o calvario personal. Problemas no faltan: a la región se la conoce como la terra dei fuoci, por sus fuegos y humaredas de residuos tóxicos quemados al aire libre, y al control mafioso de las calles se le suman la venta de drogas ilegales y un posible caso de abuso sexual.
“Tengo tres curas en la familia. El más cercano es el hermano de mi padre, un jesuita”, afirma Marra en comunicación con PáginaI12, resumiendo su interés por la cuestión religiosa. “Siempre supe que algún día iba a hacer una película sobre el tema, un film cristológico, es decir, que siga todos los pasajes de la Biblia, pero llevando los conceptos centrales a una historia metropolitana moderna. El personaje de Don Giuseppe, de alguna manera, es una suerte de pequeño Jesús. Debo decir aquí que mi carrera como director se puede dividir en dos partes, como si fueran dos cabezas: las películas de ficción, aunque siempre con una mirada fuerte sobre la realidad, y los documentales dedicados a Nápoles, de los cuales he realizado cinco, entre ellos Estranei alla massa y L’udienza è aperta, que también se exhibieron en el Bafici. Originalmente, mi idea era hacer un film documental acerca del tema, sobre los religiosos que trabajan en zonas complicadas. Al principio estaba todo encaminado y comenzamos a filmar, pero en algún momento el sacerdote cambió de opinión. Supongo que no estaba de acuerdo con el tipo de obra que hago pero había pensado ingenuamente que me podía manipular. Nos terminaron echando de ese barrio, un lugar terrible. Para que se comprenda mejor, un lugar completamente abandonado. Era claro que el cura no quería molestar a la gente del lugar. Todo eso terminó decantando en una historia de ficción: El equilibrio.
–El trabajo con los actores no profesionales es casi un dogma en algunas de sus películas. ¿Lo ve como una necesidad estética?
–Muchas veces, cuando veo a actores profesionales de primera categoría -sean italianos o estadounidenses, sin dar nombres-, la verdad es que no me creo lo que están vendiendo. Para mí un hombre de la calle o un actor no profesional me genera una emoción genuina. Eso siempre fue una búsqueda en mi cine. En el caso de El equilibrio los actores hicieron un entrenamiento de tres meses. Los dos protagonistas -Don Giuseppe y el religioso al que éste reemplaza en la iglesia, Don Antonio- se transformaron en curas, fueron a iglesias y hablaron con mucha gente.
–Es casi imposible no mencionar el nombre de Roberto Rossellini como posible influencia de esta película, en particular el de las primeras épocas.
–Cada vez que me dicen algo así me da un poco de vergüenza y al mismo tiempo es un gran honor. Es uno de los padres espirituales de mi carrera y sus películas siempre me hacen pensar en las razones por las cuales solía optar por una opción narrativa y no por otra. Y ahora estoy en una etapa de mi carrera en la cual, a veces, me enojo mucho. Hace poco estuvimos en Nueva York con una delegación de directores italianos y comentábamos que muchos cineastas actuales hablan solamente de la forma y casi nada del contenido. Qué linda la luz, qué linda la actuación, qué lindo el encuadre, olvidando casi por completo lo que está en la pantalla. Y claramente ninguno de esos directores es Antonioni. Todo eso me parece un peligrosísimo paso atrás. Lo cierto es que la escuela de Rossellini me salva, realmente.
–Podría decirse que en El equilibrio hay un equilibrio entre forma y contenido y sus temas (la corrupción, la posibilidad de mantenerse íntegro a pesar de los golpes) son tan importantes como la manera en la que se transmiten.
–Las ideas que traté de transmitir tienen que ver con eso pero, fundamentalmente, con el miedo. Me gusta pensar a la película como un grito contra el miedo. Creo que la sociedad, la gente, está llena de miedo. No sólo del terrorismo, de la muerte, de la enfermedad, de miedos universales y lógicos, sino de miedo a protestar, a defender sus derechos, a decir sus opiniones, a discutir. Un miedo que bloquea nuestras vidas. El personaje de Don Giuseppe también tiene miedo, pero además también tiene coraje y está dispuesto a pagar las consecuencias de sus acciones. Creo que ese es el subtexto más importante de la película, la idea de luchar contra ese sentimiento cada día más profundo de miedo que bloquea a las personas.