Horacio Fontova viene haciendo un camino musical “con mucha tranquilidad y absoluta independencia”. A la par de su faceta actoral, el cantante elige desde hace algunos años presentarse en plan intimista: solo con su guitarra, en espacios que permiten la cercanía con el público y con la música popular como hilo conductor. “Siempre trabajé en grupo y es muy placentero, pero tocar solo te da la libertad de hacer lo que se te ocurra. Además, me gusta delirar, contar historias y que la gente se entretenga. El humor, que siempre aparece, no es algo demasiado programado en mí, es una actitud. Y este show tiene esa impronta”, dice Fontova y se refiere a Variaciones Nigger, el ciclo de conciertos que mostrará durante todos los viernes de junio a las 20.30 en el Café Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330). “Laburar solo con la guitarra implica más responsabilidad porque tenés que ocuparte mucho más de la cuestión instrumental, no podés hacer cagadas, tenés que lucirte con la guitarra. Una de mis preocupaciones es ésa: me la paso tocando la viola todo el día, descubriendo nuevas cosas”, resalta.
El espectáculo en cuestión, que debutó en el CAFF y que hoy desembarcará en San Telmo, reúne el repertorio de tres conciertos distintos que remiten “al más puro estado de juego, como el de la niñez”. Uno lleva por título “El color de mi tierra”, que incluye clásicos como “La nochera”, “Paisaje de Catamarca”, “La añera”, “Zamba de mi esperanza”, obras de Atahualpa Yupanqui y canciones de su autoría. “Después tengo otro concierto que se llama ‘El affaire Luciana’, que habla de amores y desventuras en París. Son historias ciertas y algunas inventadas. Aquí canto todas las músicas del mundo que me gustan desde niño, desde jazz hasta canzonettas italianas y bossa. Y después me despacho con un poco de tango. En este momento estoy haciendo una ensalada de los tres conciertos”, explica Fontova, y aclara con su particular humor: “A pesar de que suena medio peyorativo, todo el mundo me dice El Nigger”.
Aunque la música ocupa gran parte de sus días, el oficio de actor es otra de sus “pasiones” que no desatiende. Este año se estrenó El padre de mis hijos, dirigida por Martín Desalvo, que lo tiene en el elenco. Y en el verano se estrenará otra en la que participa, Soy tóxico, dirigida por Pablo Parés, una película de ciencia ficción “apocalíptica y oscura”. “¡Me tocó hacer un personaje perverso!”, dice.
–¿Cómo es su recorrido con la música?
–Mi historia musical es medio complicada. Vengo de familia de músicos clásicos. Mi viejo era cantante lírico y productor cinematográfico; mi vieja era una gran concertista de piano. Mi abuelo León Fontova fue un gran violinista, creador de la Sociedad de Música de Cámara de Buenos Aires. Yo debería haber salido un músico “serio” como ellos, aunque eran una manga de dementes. Pero al principio me resultó aburrida la cuestión del solfeo y la teoría, hasta que en mi adolescencia apareció en un cumpleaños una prima guitarrera y folklorista, y me regaló una guitarra. Y empezó a enseñarme a tocar cuecas, zambas, chacarera y bailecitos, entonces dije: ‘¡Esto es más fácil y me gusta mucho!’. Ahí comenzó mi carrera folklórica. Y el tango apareció inevitablemente: nací en pleno centro, en Plaza Lavalle, y me crié en la calle Corrientes. Soy más porteño que el Obelisco, o sea que el tango lo vengo mamando de ahí. Y después se fueron sumando músicas a mi vida: el rock, la música latina y músicas internacionales que me acompañan desde niño. Con la excusa de amores y desventuras, me largo con todo en cualquier idioma.
–¿En estos conciertos se filtra lo político según el clima del momento?
–No te quepa la menor duda. Acá aprovecho a desgarrar mis temas. Hay muchos que tienen bastante actualidad. Hay temas que hace tiempo los había sepultado, como “Me tenés podrido”, una canción que vuelve a estar en el repertorio. Viene perfecto para estos tiempos. Lo mismo pasa con “Canción del indio triste”, que la vuelvo a hacer porque tienen que ver con el contexto. No soy un cronista de la actualidad política, pero mi opinión en la música está siempre presente. Es momento de definiciones.