¿Quién procura que se aleje del suelo la gloria vana?

¿Quién siendo toda cristiana, tiene la cara de hereje?

¿Quien hace que al pobre aqueje, el desprecio y la tristeza?

La pobreza

                                       Francisco de Quevedo y Villegas. Siglo XVI

 

¿Cómo le va, lector, cómo está, lectora? ¿Qué hicieron esta semana? ¿Trabajaron, estudiaron, pasearon, protestaron, vetaron? ¿No vetaron? ¡Peeero, que vintage son ustedes! Desde que el Sumo Maurifice, (aka: el Gran Descansador) se dedica al su nuevo deporte favorito, el veto, esta disciplina ha hecho furor entre los argentinos, y ya hay un buen equipo, tal vez el mejor de los últimos 50 años, entrenando para el Mundial de Vetos, que se llevará a cabo en Nebraska, Lillyhammer, Bogotá, Nairobi o donde Su Crediticia Majestad Cristinne I Euromarquesa de Austeria, así lo decida.

Muchos argentinos, argentinas y argentinitos se están aclimatando (más “matando” que “acli”, si se me permite el mal chascarrillo) a los nuevos tiempos, en los que el reloj no sólo marca, en sentido horario el paso de minutos y segundos. Ahora también nuestra, aunque a los saltos, la cotización del dólar. Y también, aunque girando en sentido antihorario, el valor de su trabajo (el suyo, el mío). Así es la tecnología, querida lectora.

Lo cierto es que recién estamos a 9 de junio, con lo cual falta mucho para fin de mes. Bueno, esto para la clase media, porque para los sectores humildes, fin de mes ya llegó, y hasta tengo dudas de que no haya llegado ya fin de año. En estos tiempos de la Revolución de la Alegría, “Clase media” es aquel que ya no llega a fin de mes, y “Clase humilde” el que no llega a principio de mes.

Pero además del veto, estamos en tiempos del auge de lo privado, y los argentinos, fashion for ever, nos privamos.

  • ¡Cuántas y cuántos se van a reunir a ver los partidos del Mundial, no por cábala ni por cariño a sus semejantes, sino para gritar el gol entre todos, saltar, abrazarse, generar calor humano y así evitar encender la estufa.
  • ¡Cuántas histéricas e histéricos serán, a partir de ahora, partenaires sexuales preferidos, porque “no me da bola, pero no sabés cómo me calienta, y con este friiio”
  • ¡Cuántas y cuántos mirarán una y otra vez a la Mariuneta proponiendo cerrar universidades, al dúo de Caputos haciendo “malaberismo” (sí, es malaberismo, viene de “mal haberes”), a Marquiavelo Desempeña evadiendo hasta los temas, o al Sumo Maurífice explicándonos que cuanto más pagamos el gas, más barato es, para estar bien calentitos!

 

Pero ¿por qué nuestros votados autoritarios dicen que aumentar la nafta, las tarifas, el transporte, no es una mala noticia para los pobres? Tiene que ver con la mismísima filosofía de este gabinete.

“Todo cuerpo que se sumerge en la pobreza, permanece pobre”, diría  Marquímedes Peñócrates. El mejor equipo contrario leyó a Descartes y por eso “descarta” a parte de la población. También habrán tomado alguna clase sobre Kant. Quizás al Maurífice lo fascinase el imperativo categórico, y de ahí salió el veto. O lo habrán leído en inglés, entonces es Cant, o sea “no se puede”. O mejor dicho “ustedes no pueden, nosotros sí”. No olvidemos al rabino Bergman, y su socrático “sólo sé que nada sé” a la hora de afirmar sus conocimientos sobre medio ambiente.

Volviendo entonces, la idea central es que hubo que vetarla porque la ley que aprobó el Congreso -congelar las tarifas- era mala. Primero, porque congela, no calienta, pero, lo más grave, es porque va contra la misma esencia de la pobreza.

“El esencialismo es la doctrina según la cual un objeto, es lo que es en virtud de su esencia; o sea de una o varias propiedades que, si las perdiese, el objeto en cuestión perdería su naturaleza”, dicen los manuales.

Recordemos que el principal exponente de esta escuela es Mauristóteles, y ahí se entiende todo: si no vetaba esta ley, algunos pobres corrían el riesgo de ser un poquito menos pobres, y eso, este gobierno que prometió “ocuparse” de los más humildes. Jamás lo podría permitir ya que sería “hacerles perder su esencia de pobres”, esencia que, tal como el crecimiento es invisible (esto no sé si lo dice la filosofía o la filomauricia).

Quitarles a los pobres “su esencia”, no está en los planes del Sumo Maurífice: “podremos quitarles todo lo demás, pero la esencia, ¡no!”.

Ahora sí entendemos, lectora, lector, por qué vetaron la ley: era mala, iba contra la esencia de la pobreza. No como afirman los terribles opositores, que sostienen que “si la ley hubiera sido mala, el Primer Autoritario no la hubiera vetado”

Finalmente una reflexión: hace una semana, escribí, poco antes del veto (aunque la nota fue publicada después del mismo), que el gobierno nos estaba aplicando una “economía machirula (una forma de maltrato, ninguneo y desprecio que suelen aplicar los machistas hacia las mujeres, y en general). Creo que debo pedir disculpas: me quedé corto. Pareciera que el “machirulismo” lo están aplicando, también, contra las mismísimas y mismísimos senadora/es y diputada/os que se tomaron el trabajo de estudiar, debatir y aprobar una ley, y contra todas y todos las ciudadanas y ciudadanos que elegimos a estos parlamentarios para nos representasen

Hasta la semana que viene.