La oferta que el Gobierno le hizo a la CGT de reabrir las paritarias para negociar un incremento salarial de hasta el cinco por ciento no parece suficiente como para frenar un paro general. Al mismo tiempo, los cinco puntos que presentaron los dirigentes gremiales no resultan ser tan complicados de conceder para una administración que pretende evitar la medida de fuerza y, de paso, aislar al moyanismo. A esta paradoja se le suma que buena parte de la conducción cegetista, enfrentada al camionero, ve con buenos ojos ese aislamiento y por estas horas medita sus próximos pasos porque una nueva postergación de la medida de fuerza resultará en una mayor debilidad para la ya devaluada conducción sindical pero sobre todo más perjuicio para los trabajadores que sufren las consecuencias negativas del programa económico y al que ahora se le suma el acuerdo con el FMI.
Cuando el jueves el gobierno reabrió, desde lo formal, un canal de negociación con la mesa chica de la CGT, el paro había pasado a la condición de stand by. Los dirigentes sindicales llegaron la Casa Rosada un tanto incómodos fruto de la fuerte discusión que habían tenido el día anterior cuando definían si participaban o no del convite. No sólo se había discutido el contenido del petitorio que presentaron, para algunos escaso, sino también sobre la conveniencia de no pausar la medida de fuerza a pesar de la negociación abierta.
En los mentideros sindicales coinciden en señalar que el petitorio está lejos de ser muy antipático para el Gobierno porque de aceptarlo provocará una disminución, aunque sea coyuntural, de la tensión social y gremial.
El pedido sindical de evitar que el impuesto a las ganancias impacte en el próximo medio aguinaldo está lejos de asimilarse al que realizaban durante el gobierno anterior y por el que hicieron más de un paro. Pero más allá del costo que le puede implicar a las cuentas del Estado, hay dirigentes sindicales (alejados de la actual conducción) que ven probable una respuesta positiva desde la Rosada. Entienden que recurrir a una decisión de corte “populista” no sólo dilata en el tiempo el reclamo gremial sino que además tiene un impacto directo en el gremio de Camioneros, donde buena parte de sus afiliados es afectado por el impuesto y podría calmar los ánimos en las bases de Hugo y Pablo Moyano. Por eso estos dirigentes creen que el pedido limitado al próximo aguinaldo esconde intenciones más relacionadas a la pelea interna que a una reivindicación laboral.
El reclamo de una norma que impida los despidos por seis meses tampoco aparece como algo tan irritante. Por caso, luego de vetar la ley antidespidos, el gobierno hizo firmar un compromiso a los empresarios de no dejar trabajadores en la calle. Un acuerdo que duró lo que tardó en imprimirse porque los despidos no se detuvieron y salvo excepciones la central obrera no dijo ni mu. La devolución de los fondos de las obras sociales sindicales si es complejo. Sobre todo para un gobierno que acaba de recusrrir al FMI pero siempre queda el tentador recurso de prometer la creación de una comisión que evalúe el reclamo gremial. El último punto del petitorio es “un compromiso” de no modificar la Ley de Contrato de Trabajo y que en Cambiemos bien puede asimilarse a una de las tantas promesas que realizaron antes de las elecciones presidenciales y que jamás cumplieron.
Ahora bien, para el triunvirato la no convocatoria a un paro tiene diferentes costos. Por caso, el triunviro Carlos Acuña aseguró ayer que si no reciben una “respuesta positiva” a su petitorio, “el Consejo Directivo (de la CGT) tiene por unanimidad decretado el paro”. Una frase que no termina de convencer a varios de los integrantes del Consejo Directivo. Por un lado, recuerdan que Acuña está de salida en la conducción pero además que siempre actúa según la conveniencia de su jefe sindical, el gastronómico Luis Barrionuevo.
El líder de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid, suele decirle a sus colaboradores que lamenta no haber sido más firme en cuanto a la relación que debía tener la central sindical con el Gobierno. También les dice que el paro es inevitable e imprescindible pero además el concretarlo sería una buena despedida de su paso por la conducción tripartita. Por su lado, Héctor Daer es el único de los tres que aspira a continuar al frente de la CGT. La no realización del paro tendría un alto costo para sus apetencias. Es más, una suspensión de la medida de fuerza podría ser comparado con aquel tropiezo de marzo en 2016. La diferencia radicará en que esta vez el que le robe el atril será el Gobierno de Cambiemos. Mientras decide que hacer, el referente de gordos e independientes conversa con sectores sindicales más duros con la intención de sumarlos a su proyecto cegetista y se entusiasma con convencer a un gremio de transporte para que lo acompañe ocupando la secretaría general adjunta de la CGT.