El debate por el aborto legal, seguro y gratuito tuvo una altura institucional como ningún otro debate desde la asunción del macrismo. Lo dimos. Y lo ganamos. El aborto ya está despenalizado socialmente. En cambio, ahora, no nos encontramos frente a la fase final del debate, sino con la embestida de la neo inquisición conservadora. No es discusión, es juego sucio. No es democracia, es extorsión. No es incidencia, es apriete. No es reunión, es amenaza. No es movilización, es aprovechamiento de la subvención de la educación religiosa. No es fe, es abuso de poder. No son las dos vidas, es su doble moral.
No se movilizan igual que frente al matrimonio igualitario. En ningún otro país del mundo se acepta la unión LGTTB con menos resistencias que el aborto legal. La Argentina es más machista que homofóbica (y no porque la homo y lesbofobia no sean graves y no estén recrudeciendo y la libertad de casarse, besarse y disfrutarse no sea una de nuestras más potentes conquistas), sino porque hay un ensañamiento en los colmillos de los sectores neo fascistas contra el cuerpo de las mujeres, contra su libertad y su goce y, muy especialmente, contra la revolución de las mujeres y de las hijas que tiene, en las alumnas secundarias, la bandera del pañuelo verde como mástil frente a su autonomía y a un futuro sin mutilaciones a su libertad plena.
Y porque no son conservadores en serio. No les importan las dos vidas. No es una cuestión de religión, fe, ni valores. Es una pulseada de poder contra las mujeres de piernas abiertas. De piernas abiertas para caminar, para abrirse camino, para mandar, para manejar, para pelear, para gozar. Quieren cerrarle las piernas y la vida a las jóvenes sin freno. Y quieren frenar al movimiento político más importante de Argentina y América Latina: el feminismo.
Pelearon durante veinte años contra la anticoncepción gratuita. Dejaron los placards de las salitas sanitarias sin pastillas porque “si se abrieron de piernas que se jodan”, pelearon contra la aplicación de la ligadura de trompas (aún en mujeres con diez cesáreas que podían morir en un próximo parto) porque “si se abrieron las piernas que se jodan”, pelearon judicialmente contra la anticoncepción de emergencia porque “si se abrieron de piernas que se jodan”, pelearon contra la educación sexual integral porque no iba a estimular el sexo, sino la abstinencia sexual (que desafío a uno solo de los comunicadores y políticos que votan en contra del aborto legal que me demuestre que lleva sus principios a su cama) y pelearon contra el parto respetado porque “si se abrieron de piernas que se jodan”.
El feminismo de piernas abiertas quiere gozar. Y no joderse. Quiere derechos. Y una democracia legítima. En donde el debate es válido. La transversalidad política también. Pero a la Edad Media y el poder de una Iglesia sin votos, pero con fondos públicos, tiene que ser limitada por reglas ciudadanas. Porque son las hijas las que toman el futuro con sus propios pies. Y no quieren el miedo del cerrojo clandestino entre los miedos convertidos en fantasmas. Porque la amenaza es una práctica de las dictaduras que prohibieron todos los anticonceptivos, en Argentina y todas las formas de aborto, en Chile, y que solo con la conquista de la democracia el goce también es una posibilidad con voz y voto.
No vamos a retroceder a la Edad Media. El futuro es nuestro. Y la revolución es de las hijas.