Pigna cuenta en clave tragicómica que la principal pregunta que le hacen en reuniones sociales es si, tal como indica un rumor extendido de nuestra historia (de alcobas), Manuel Belgrano era homosexual. Para el historiador, esta caracterización con fines de denuesto originalmente respondió a la encendida defensa que el creador de la bandera argentina hizo de género femenino durante toda su vida. “Ya en la época del Virreinato, cuando era secretario del consulado, Belgrano hablaba de la educación femenina en los tres niveles y de su acceso a la universidad, incluso cuando no había universidad en Buenos Aires. Fue el primer en toda la región que atendió una agenda de género. ¿Cómo un varón se iba a ocupar tanto de los derechos de las mujeres?”, teoriza Pigna con ironía. “A diferencia de Belgrano, Sarmiento, a quien consideramos ‘el padre del aula’, insistía únicamente en la educación primaria como único espacio de acceso a los sectores populares. Pero Belgrano, ya cien años antes, escribió que había que educar a toda la gente en los tres niveles, y entre ‘la gente’ daba por sobreentendida a la mujer, de quien decía que ‘no sólo está en condiciones de ser educada, sino también de educar ejerciendo la docencia’. Fue un discurso innovador y revolucionario para la época, ya que esos textos los escribió apenas dos años después de que guillotinaran a Olympe de Gouges, quien pidió en la Francia de la Revolución que los Derechos del Hombre fueran extensivos a la mujer. Presentó 17 planteos y como respuesta le cortaron la cabeza”.
–¿Qué reclamos imagina como superadores o continuadores de los de género? ¿Los de la diversidad sexual?
–Ninguna corporación se puede meter en nuestra cama. No hay derecho, sobre todo cuando uno no pertenece a esas corporaciones que se imponen como universales pero sólo responden a determinados sectores. Hay que avanzar hacia la libertad.