En un contexto de profunda crisis del modelo implementado por el gobierno de Mauricio Macri y ante el inicio de un año electoral, el movimiento nacional y popular enfrenta un doble desafío. Por un lado, sostener su identidad como la fuerza política que encabezó, con la conducción de Néstor y Cristina, las transformaciones más profundas del país en las últimas décadas. Por el otro, tener la capacidad y amplitud necesarias como para construir un frente político que le permita recuperar la mayoría en las elecciones de octubre. Lejos de ser contradictorias, estas dos tareas son complementarias e imprescindibles. 

Es necesario cohesionar y otorgar un nivel de organización mayor a una fuerza política que, con una sólida base en el peronismo, sea capaz de enarbolar sus históricas banderas de soberanía política, independencia económica y justicia social. Esta fuerza debe trabajar para defender y consolidar las conquistas alcanzadas y marcar los caminos para seguir avanzando en la construcción del proyecto que se inició en 2003. La consolidación de esta identidad es imprescindible para que exista una alternativa nacional, popular y progresista en la Argentina. La experiencia internacional reciente nos está mostrando que allí donde esta perspectiva transformadora se disuelve o desaparece, el pueblo no logra identificar alternativas progresistas viables frente a la crisis de los modelos neoliberales de turno. El resultado es que la ciudadanía termina manifestándose electoralmente por otras opciones de derecha, e inclusive por opciones de derecha más pronunciada. Si las distintas opciones políticas que se presentan se diferencian entre sí sólo por matices, el establishment habrá ganado una batalla al evitar el debate con un modelo de desarrollo nacional y popular. Pero la fuerza transformadora no se puede forjar únicamente a partir de una reivindicación del pasado. Debe dar cuenta de los cambios que ocurrieron a partir de 2003, capitalizar lo logrado, aprender de los errores y presentar las propuestas que permitan completar el proyecto que quedó inconcluso.

Esta reafirmación de identidad debe complementarse con un gran gesto de amplitud, pluralismo y apertura que permita conformar un gran frente electoral que, como señaló Cristina, sea capaz de representar a todos aquellos que han visto perder sus derechos a partir del 10 de diciembre de 2015. Este frente debe ser la herramienta que nos permita recuperar la mayoría. Por supuesto que deben incorporarse muchos de quienes no nos acompañaron con el voto en las últimas elecciones, inclusive muchos de quienes realizan un balance distinto respecto de la última década y que cuestionan sus liderazgos, pero que hoy quieren poner un freno al tsunami neoliberal que arrasa con las posibilidades de vida digna para la mayor parte de los argentinos. El peronismo históricamente ha mostrado una tradición frentista, que Néstor adoptó bajo el signo de la transversalidad. Es necesario recuperarla. 

¿Cómo se resuelve el dilema entre identidad y apertura? Se resuelve a través de la elaboración de un programa electoral común que permita dar los próximos debates frente a las políticas de ajuste y entrega. En lo inmediato, es imprescindible construir el frente electoral sobre la base de definir el papel que debe jugar el Parlamento en el período 2017/19. Se trata de coincidir electoralmente con todos aquellos que se oponen a las políticas de Cambiemos y que al mismo tiempo puedan acordar un programa  focalizado en generar un conjunto de leyes que apunten a la soberanía, el crecimiento, la igualdad y la justicia.

El imperativo de resolver la ecuación entre identidad y apertura exige dejar de lado dos tentaciones. Por un lado, la de aquellos a los que no les preocupa disolver nuestra fuerza y nuestras convicciones con el objetivo de obtener un resultado electoral de coyuntura o un lugar en las listas, aún a costa de bajar nuestras banderas de transformación social. Por otro, renunciar a las tentaciones sectarias de aquellos que suponen tener toda la razón y creen que la crisis del actual gobierno automáticamente producirá un realineamiento de la mayoría de los argentinos en torno al kirchnerismo. Por ello no creen que sea necesario unirse con otras fuerzas que se oponen al macrismo. 

El neoliberalismo ya ha mostrado en este primer año de gobierno que no tiene ninguna novedad para ofrecernos. Cambiar, para el gobierno de Macri, significó retornar a lo peor de los noventa en lo económico y a las políticas represivas en lo político. Están tratando de destruir lo que costó tanto trabajo poner en marcha. Tenemos una enorme responsabilidad frente a la historia y al pueblo argentino para lograr que el proyecto neoliberal no sea exitoso. Es clave transformar las elecciones de 2017 en el punto de inflexión  desde el cual comencemos a diseñar el camino hacia 2019. Año en el que sin más demora, el país debe retomar la senda del desarrollo, el trabajo, la ampliación de derechos y la integración regional para la construcción de una Argentina más justa. 

* Diputado del Parlasur.