Ud. se formó en la universidad pública, ¿cómo fue su experiencia? y ¿cuál considera que es el rol de la universidad pública en la actualidad?
Estoy plenamente agradecido a la educación pública. Hice la primaria y secundaria en la escuela San Martín de Salto. De hecho, hace poco presentamos nuestro nuevo libro allí como gesto de agradecimiento. Como dije esa noche, mi historia personal, como la de muchísimos argentinos, está signada en gran medida por las oportunidades que me dio la educación pública de mi país. Cuando terminé la secundaria en Salto viajé a estudiar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y también fue una experiencia maravillosa. De hecho, ahí fue donde nació mi vocación por el cerebro. Recuerdo con mucho cariño toda esa etapa de formación. Y como yo mismo lo viví, considero que las universidades tienen un rol fundamental en el crecimiento individual de las personas y en la transformación de la sociedad. Una sociedad basada en el conocimiento requiere de universidades fuertes. Además la universidad tiene entre sus funciones incorporar conocimiento científico-tecnológico a la sociedad en general y al sistema productivo en particular. Todo esto redunda en una mejor calidad de vida. Sabemos que los países que construyen un sistema universitario amplio y fuerte que genere conocimiento original de calidad tienen ventajas sobre el resto. Por eso, la Argentina necesita del compromiso de todos para que la universidad constituya una prioridad en la agenda pública y se transforme de verdad en uno de los pilares de la revolución del conocimiento.
¿Por qué decidió volver al país a pesar de tener una destacada trayectoria internacional?
Volví a Argentina en 2001, en ese momento tan difícil porque quería colaborar, contribuir para salir adelante. Volví con muchísimas experiencias compartidas con colegas de otras universidades y laboratorios del mundo y también lleno de expectativas, con el compromiso de desarrollar recursos locales y así lograr investigaciones líderes en el mundo en el campo de las neurociencias cognitivas desde nuestro país. Es el lugar que quiero para mi familia, para mis hijos. Siempre supe que este era mi lugar, así que todo lo que podía aprender en otros países era para intentar mejorar nuestro país.
Acá me quiero quedar. Necesitamos pensar la Argentina del futuro, trabajar para las próximas generaciones. Necesitamos miles de personas que piensen un país más allá de su vida biológica. Lo importante es trabajar para conseguir la Argentina deseada.
¿Por qué cree que genera tanta adhesión o curiosidad la neurociencia?
Me parece que debe ser bienvenido el interés por el conocimiento sobre el cerebro. Así lo describiría yo, como una curiosidad, una disciplina que despierta un gran interés. La palabra “moda” muchas veces tiene una valoración negativa, parece que se trata de algo efímero, pasajero y a veces, superficial.
Y entiendo que tiene diversas razones. Hoy hay un gran avance de las investigaciones científicas sobre el cerebro. En las últimas décadas hemos aprendido más sobre el funcionamiento de este órgano único que en toda la historia de la humanidad. Además, el cerebro es el órgano que nos hace humanos y es razonable que a todos nos interese saber cómo funciona. También, es un elemento tan complejo y fascinante que, como dije anteriormente, nos genera curiosidad. Las enfermedades del cerebro son la principal causa de discapacidad en el mundo, más que las enfermedades cardíacas y más que el cáncer. Por esto es tan importante conocer sobre el cerebro y es tan importante difundir este conocimiento. Porque cuanto más uno sepa sobre el cerebro, más va a saber cuidarlo y eso va a redundar en una mejor calidad de vida.
¿Considera necesario que en el país se despierten más vocaciones científicas?
Sí, por supuesto. La ciencia es la base para el crecimiento de un país. Invertir en ciencia significa también generar vocaciones científicas. Hoy vivimos en el mundo del conocimiento, son las ideas que alimentan la economía de los países. Los países se desarrollan de manera sostenida gracias a las grandes inversiones en ciencia, educación, capital humano, investigación, desarrollo e innovación. Todo esto se traduce en mejor calidad de vida de la población en el largo plazo. Frente a las crisis económicas alrededor del mundo, muchos políticos piensan que la investigación científica debe generar réditos económicos y que la ciencia básica es un “lujo” reservado sólo para economías ricas. Sin embargo, el razonamiento debería ser el opuesto: esas economías alcanzaron el desarrollo porque primero invirtieron en el ecosistema del conocimiento. Un país que no invierte en ciencia básica, por ejemplo, difícilmente logrará desarrollo tecnológico propio; cuanto mucho podrá imitar tecnologías de otros países y eso lo deja en una situación de dependencia y desventaja frente al resto.
En varias oportunidades se lo ha escuchado resaltar la importancia de la educación y la ciencia para el desarrollo de las naciones ¿Cómo observa a nuestro país en relación a los desafíos del futuro y las deudas del presente?
En un contexto de dramática desigualdad social como es el de la Argentina actual, debemos comprender de una buena vez que la educación, la investigación científica, la innovación y el desarrollo tecnológico constituyen las herramientas más eficaces para terminar con la reproducción intergeneracional de la pobreza. Es una inmoralidad que haya en Argentina un niño que pase hambre, que no tenga las necesidades básicas satisfechas. Esto necesita una respuesta urgente, no puede esperar. Porque además de ser una inmoralidad es una hipoteca para el futuro. Todos los niños y jóvenes en nuestro país tienen el derecho de recibir una educación de calidad desde las primeras etapas de sus vidas hasta acceder a los títulos de mayor nivel. El crecimiento económico sin inversión en desarrollo humano (es decir, en una adecuada nutrición, educación de calidad, salud, infraestructura, ciencia, cultura) no es sostenible y no podrá conducir a un futuro con verdadera equidad social. Debemos invertir en conocimiento, en ciencia, porque esto nos va a permitir superar las limitaciones económicas actuales y futuras. Como ejemplifiqué en la respuesta anterior, ser dependientes en materia científica y tecnológica es lo que resulta verdaderamente “caro”, como así también el puro marketing y la corrupción. Respecto del futuro, yo creo que debemos ser optimistas porque tenemos grandes científicos, grandes docentes y el potencial para desarrollar las capacidades científicas en futuras generaciones.