El ministro de Energía, Juan José Aranguren, finalmente confirmó ayer que las centrales nucleares Atucha III y Atucha IV no se construirán. "Teníamos en carpeta dos centrales adicionales, la cuarta y la quinta central, que respondían a un memorando de entendimiento que se había firmado en 2014 con China. Nosotros también firmamos otro memorando. Ahora bien, una inversión de un orden de magnitud de 14.500 o 15.000 millones de dólares en la actual situación fiscal que tiene la Argentina nos obliga a ser prudentes. Por lo tanto, le hemos propuesto al gobierno chino suspender o postergar la construcción de la cuarta y la quinta central", aseguró en el Foro Latinoamericano de Energía que se realiza en Bariloche.
"No estamos en este momento en condiciones de invertir en las centrales. Por más que el préstamo lo paguemos dentro de ocho años, estamos tomando el compromiso de devolverle a alguien una determinada cantidad de dinero. En este momento, por la situación fiscal que tiene el país, no estamos en condiciones de comprometernos", agregó el ministro. La explicación es llamativa porque esa situación fiscal no le impidió al gobierno recurrir al Fondo Monetario Internacional para conseguir un préstamo extraordinario por 50.000 millones de dólares, inédito en la historia argentina.
El 18 de julio de 2014, el entonces ministro de Planificación, Julio de Vido, dio el puntapié inicial al firmar con el director de la Administración Nacional de Energía de China, Xu Xinxiong, un convenio de cooperación para la construcción de una cuarta y una quinta central nuclear, que se iban a sumar a Embalse, Atucha I y Atucha II. A partir de entonces, se comenzaron a negociar los detalles y el 15 de noviembre de 2015 ambos países le pusieron la firma a los convenios técnicos y comerciales de Atucha III en la ciudad turca de Antalya. La central iba a ser de uranio natural y agua pesada con tecnología canadiense Candú que Argentina ya domina. Además, en aquel encuentro se acordó la versión final del contrato marco por una quinta central nuclear de uranio enriquecido y agua liviana, tecnología en la que Argentina no tiene antecedentes, aunque China estaba especialmente interesada en comercializar.
El valor original previsto para Atucha III era de 5994 millones de dólares. Los términos de referencia del financiamiento se firmaron con el ICBC. El crédito contemplaba un plazo de 18 años por un 85 por ciento del total del proyecto, a un costo financiero total menor al 6,5 por ciento anual y estaba previsto que recién comenzara a pagarse cuando la central estuviese operativa. De ese modo, la venta de la energía generada serviría para devolver el dinero.
Inicialmente estaba previsto que las obras comenzaran en 2016, pero luego del cambio de gobierno Aranguren y el subsecretario del área, Julián Gadano, confirmaron que durante ese año no habría novedades porque se estaban revisando los contratos. Como parte de esa revisión, propusieron avanzar primero con la central de agua pesada y uranio natural, que menos interés les genera a los chinos, y postergar dos años la que más los seduce. El año pasado trascendió que habían llegado a un acuerdo sobre ese punto y que la negociación se destrababa. Incluso el gobierno dejó trascender que había logrado estirar los plazos del crédito a 20 años, con ocho de gracia, y bajar la tasa al 4,8 por ciento.
La firma de los contratos definitivos parecía encaminada. Sin embargo, luego de haber anunciado que se gestionaría un crédito stand-by con el FMI, desde el gobierno dejaron trascender informalmente que no avanzarían con la construcción de las centrales. "Estamos convencidos de que a partir del anuncio de este acuerdo se ha echado por tierra con la posibilidad de tener Atucha III y Atucha IV", aseguró la semana pasada el diputado del Frente para la Victoria, Abel Furlán, en una audiencia convocada en el Congreso para analizar la delicada situación del sector nuclear. Allí también se remarcó que el motivo de la suspensión no era económico porque el plazo de gracia evitaba tener que desembolsar dinero durante la construcción para cancelar el préstamo, aunque Aranguren aclaró que prefiere ser prudente, prudencia que rige para los préstamos que ofrece China, pero no para los que brinda el FMI.