Amaneció y fue una fiesta. Y bailamos entre los escombros de la ciudad que habíamos deshecho y reconstruido a nuestra medida. Nos abrazamos, lloramos, nos felicitamos, nos recordamos mutuamente tantas otras marchas diferentes a esta que anduvo despacio por la avenida Callao, las viejas caminando juntas detrás de la bandera verde, las pibas saltando; todas llorando y abrazadas. Todas sintiendo que por fin nuestro deseo había desbordado, lo desalojó todo alrededor y nos dejó en el centro, obligó a los que querían y a los que no querían a hablar en nuestro idioma: autonomía, soberanía sobre nuestros cuerpos, derecho a decidir; todo eso votado por la positiva, argumentado en la arena pública, defendido en la calle contra el frío, contra cualquier mal pronóstico, contra las estrategias de un conteo que al fin dijo nuestros nombres. No es fácil describir la calle, no es nada fácil ponerle palabras a las ganas de que nada siga adelante y se detenga en llantos y cantos, en sonrisas y abrazos. En reconocimiento de nuestras luchas y nuestra persistencia feminista.

Amaneció y fue una fiesta. El sol se coló entre los edificios y nos besó en la cara. Las viejas bailaron delante de la bandera verde que avanzaba despacio como en una procesión, en un éxtasis que hablaba de habitar el propio paraíso desobediente. Viejas como se les dice a las Madres de Plaza de Mayo, con ese cariño, con ese reconocimiento de que esos pasos que hoy se agitaron alzando un bastón al cielo que era celeste pero que era verde abren camino, lo abrieron para esta fiesta feminista que suspendió el tiempo y lo trastocó todo. Es media sanción pero será ley, así como dicen los textos jurídicos, lo afirmamos, será ley porque así Será Justicia.

La noche no fue larga porque a la noche la inventamos por fuera del calendario. Imposible reconocer a la Avenida Callao debajo del acampe colectivo, de la música sonando, de las fogatas encendidas sobre el asfalto. Fue un aquelarre en el que conjuramos las noticias dudosas que llegaban de adentro del recinto a fuerza de hacernos cucharita unas con otras, unxs con otras, unas con otrxs. A cielo abierto comunidades enteras de adolescentes entrelazados entre mantas y bolsas de dormir, acunando el cansancio y el frío que también fue suspendido.

No podíamos amanecer de otra manera y lo logramos. La vida no sigue igual aunque la calle intente retomar su ritmo. El festejo desborda nuestras fronteras, desborda los teléfonos, hace paro más allá de qué gremio lo convoque porque nosotras paramos y así lo cambiamos todo. Este movimiento es imparable y lo saben; después de tantos años de demandar aborto en los márgenes, de que se ninguneen los Encuentros de Mujeres, después de víctimas que no tendrían que haber sido, acá estamos; somos poderosas. Las que agradecemos haber vivido para ver este amanecer, las que con los primeros rayos de sol se instalaron en la vida adulta con una victoria política que ellas mismas empujaron. Las adolescentes de ojos rojos tienen otra vida por delante y eso lo hicimos juntas. Ninguna será la misma, desde hoy somos todavía más poderosas y por eso no dudamos: Será ley. El aborto legal será ley porque así Será Justicia.