En la calle, carteles gigantes con modelos súper delgadas luciendo el conjunto de ropa interior de moda. En la televisión, una mujer contando el secreto para lucir dos años más joven gracias a una crema. En el shopping, jeans diminutos y tops en los que parecería que ninguna podría entrar. En todos lados, podemos observar lo mismo: el modelo estético hegemónico que nos oprime. Si bien el canon de belleza es inalcanzable, muchas mujeres hacen hasta lo imposible por acercarse a esa perversa idea de perfección que les impusieron.
En el pasado, la fotografía estaba en manos de varones que fotografiaban cuerpos hegemónicos de mujeres. Hoy, un grupo de fotógrafas feministas se unió con un objetivo en común: mostrar que todos los cuerpos de las mujeres son hermosos y lograr que se amiguen con sus supuestas imperfecciones. ¿Cómo? Desnudándose ante una cámara.
Para la fotógrafa Ana Harff la fotografía es una herramienta para aceptarse y empoderarse. “Empecé a retratar mujeres por una cuestión de identificación. Todas tenemos una lucha personal. El desnudo es una forma muy efectiva de conectar con otras. Posando, ellas me hablan de sus inseguridades. Con cámara en mano, yo también cuento las mías”, expresó y agregó: “Mi cuerpo no es hegemónico. Soy gorda y tuve mis mambos. La fotografía se convirtió en una terapia para mí y para las chicas que se animan a desnudarse ante mi cámara”. Para visibilizar los cuerpos disidentes y ayudar a otras a que se aceptaran cómo son, Ana creó hace dos años el proyecto Única. Comenzó a retratar a chicas que nunca había visto antes y que jamás hubiesen posado desnudas. A través de esta experiencia, colabora con su proceso de autoaceptación. “Gordas o flacas, todas tienen o tuvieron alguna historia de inseguridad con respecto a sus cuerpos. Las chicas se inspiran al ver a las otras retratadas por mí y se animan a buscarme. Mi objetivo no es hacer que se sientan bonitas, yo quiero que se sientan reales. Y que en esa realidad se sientan a gusto con ellas mismas”, explicó la fotógrafa y añadió: “Al conocer el resultado final, no a todas les gusta lo que ven. Algunas, se centran únicamente en sus supuestas fallas. Se pierden en las inseguridades. Es muy fuerte. En cambio, otras se sienten muy bien y eso las ayuda a empoderarse aún más para mostrarse como realmente son”.
Cansada de los fotógrafos que muestran el cuerpo femenino como un objeto sexualizado, Candelaria Deferrari creó su propio proyecto: Originem (que significa “origen” en latín). Nació como una necesidad de explorar el desnudo de las mujeres, lejos de la ecuación patriarcal que siempre pisó fuerte: cuerpo femenino igual a objeto de deseo sexual. También, de romper con la rama de la fotografía que se puso de moda: la de los fotógrafos que intentan transmitir el erotismo fotografiando únicamente cuerpos hegemónicos de mujeres. Exacto: la fotografía de varones para varones. “Me interesa desexualizar los cuerpos femeninos. No quiero que nos sigan percibiendo como objetos, deseo que el desnudo sea algo natural. Con mis fotos busco mostrar a mujeres reales, que cada una pueda volver a conectarse consigo misma, volver a su origen”, expresó la fotógrafa. “Cuando somos niñas, el desnudo ni siquiera es tabú. No entra como categoría. Invito a las chicas a que recuperen esa frescura y espontaneidad de la infancia.”
Al principio, a las chicas les cuesta soltarse ante las cámaras. La desnudez les pesa. A los pocos minutos, se dan cuenta de que lo que realmente les pesa e incomoda es otra cosa: las inseguridades que nacieron del modelo hegemónico de belleza que siempre las oprimió. “La fotografía depende de la realidad. Yo no me imagino cuerpos, los cuerpos existen. Hay que visibilizarlos”, contó Candelaria y explicó: “Las chicas que no se animaban a desnudarse, cuando termina la sesión se dan cuenta de que era algo mucho más tranquilo de lo que ellas pensaban. Se sienten liberadas. Una vez, una de ellas me contó que le parecía fuerte verse tan desnuda en las fotos. Como si al haber fotografiado su desnudez ella se habría desnudado aún más ante mi cámara. Es fuerte. Realmente te ves a vos misma, te ve el otro y te puede ver cualquiera. La foto le da más peso a la desnudez y más poder a esa mujer que se animó. Es una herramienta de empoderamiento”.
En la fotografía, su seudónimo llamó la atención de todxs. ¿Quién es la fotógrafa que se volvió conocida en las redes sociales y que se hace llamar Miss Complejo? Nadia Bautista. Eligió este particular seudónimo por dos motivos. El primero, para hacer referencia a los complejos personales que siempre la amenazaron con debilitarla. El segundo, por la complejidad de algunxs para entender el desnudo femenino como algo natural. Primero, empezó sacándose fotos para amigarse con su cuerpo. Al notar que esa práctica la ayudaba a sanar, no dudó en compartirla con las otras. “Todas las chicas de mis fotos son muy diferentes, pero las une un mismo sentimiento: romper con el estereotipo de belleza establecido y demostrar que lo real es hermoso. Juntas, desafiamos el esquema 90-60-90 que nos metieron en la cabeza”, explicó Nadia y, sobre la fotografía como una herramienta para luchar contra el patriarcado, explicó: “Puede ayudar a que una se empodere aún más. Cuando publico las fotos de las chicas que se animaron a posar desnudas en mis redes sociales, las protagonistas se sorprenden al ver que muchísimas personas se conmueven con el material. A lo mejor, alguna foto que no les gustó como salieron se vuelve la favorita de alguien y ahí ocurre algo mágico: se desligan de la mirada que tienen de sí mismas, se dan cuenta de que existe otra persona que considera bello eso que ellas siempre percibieron como feo y que las acomplejaba”.
A Miss Complejo no le resultó fácil entrar en el ambiente de la fotografía. ¿El motivo? Los fotógrafos querían seguir siendo los protagonistas y descalificaban su manera, heterogénea, de ver la realidad. “Hace algunos años, el ambiente de la fotografía era más machista que ahora. Los fotógrafos imponían con sus fotos un único modelo de belleza: el hegemónico. Siendo mujer, me propuse comenzar a sacarles fotos a mujeres con cuerpos reales. Fue complicado meterme en el ambiente de la fotografía, fui muy criticada”, reveló. “Se metieron con mi sexualidad, dijeron que era lesbiana porque les sacaba fotos a mujeres desnudas. Se sentían intimidados. Por suerte, la ola de fotógrafas feministas está creciendo. Entre nosotras hay sororidad. Todo está cambiando. Antes, era muy difícil que las chicas quisieran posar desnudas y mostrar sus cuerpos no hegemónicos. Ahora, se sienten más seguras. La revolución de los cuerpos está tomando cada vez más fuerza.”
Estas fotógrafas encontraron en la fotografía feminista la manera luchar con el canon de belleza establecido que siempre intentó oprimirlas. Si bien muchas de sus colegas se están animando a visibilizar todos los cuerpos, reconocen que son pocas. “Es un proceso lento. Luchar contra la idea patriarcal del cuerpo de la mujer como objeto de deseo sexual no es fácil, pero estamos haciendo hasta lo imposible para que esta marea de fotógrafas feministas crezca cada vez más. Vamos paso a paso, mostrando que acá estamos y existimos”, comentó Ana. En la misma línea, Nadia les propone a sus colegas que “no tengan miedo y sean auténticas” y aconseja: “Tenemos que hacemos cargo de lo que mostramos. Somos comunicadoras. Al elegir a una chica o a la otra también estamos emitiendo un mensaje”. A la vez, Candela cree que todxs lxs fotógrafxs tienen que deconstruirse. Es sabido: los gustos estéticos y los referentes no son innatos, son construidos socialmente. “Basta de vender siempre el mismo contenido, de mostrar la misma imagen. No existe una única versión de ser mujer. Hay que abrir el juego, diversificar”, sugirió. Las fotos cuentan una historia, tienen poder. El poder de abrir la percepción de la belleza en todos los cuerpos.