Además de ser la capital de Islandia, un país con menos habitantes que Lanús, con el doble de ovejas que de gente, con inviernos polares, con volcanes, con géiseres y con noches de auroras boreales, Reikiavik es la placenta geográfica de Eidur Gudjohnsen, un hombre que nació en un lugar imposible para brillar en la élite del fútbol y que, sin embargo, convivió con Messi en el Barcelona entre 2006 y 2009. En la era dorada de Pep Guardiola, el rubio delantero islandés vio desde adentro del campo de juego al pibe atrevido del que todos hablaban, admiró al delantero trepidante y se rindió ante el crack en la cima. Pero lo que más le impresionaba a Gudjohnsen del chiquitito argentino era el convencimiento que lo impulsaba: “Leo sabía que iba a ser el mejor del mundo”, contó en abril de 2018, en su visita a Argentina.
Guddy -como le dicen- y Leo podrían ser los nombres de dos personajes animados, caricaturas como un gato y un ratón. Pero estos dos hombres de vidas cruzadas no compartirán ni un minuto en la máxima fantasía de los futboleros, esa montaña rusa en la que se convierte el mundo durante un mes: Messi será el foco de atención del partido de hoy entre Argentina e Islandia, en tanto que Gudjohnsen lo comentará para la televisión de su país. El capitán del equipo de Jorge Sampaoli cumplirá 31 años en Rusia, mientras que su ex compañero en el Barça llevó la cinta de la selección nórdica hasta 2016, cuando se retiró a los 37. Aunque ya no comparten vestuario ni hablan por teléfono, al menos mantienen vidas compatibles, cosidas por las estadísticas. Son lo que nadie en sus países: Messi es el goleador histórico de la selección argentina (64 tantos) y Gudjohsen el de la de Islandia (26).
Cuando en 2000 asumió como entrenador del seleccionado chino, el trotamundos Bora Milutinovic aventuró: “Entre 1.300 millones de habitantes, once jugadores buenos tengo que encontrar”. La desventaja comparativa de Islandia con el pensamiento del entrenador serbio se ve en la radiografía que hace Gudjohnsen: “Tenemos 70 futbolistas profesionales, de los cuales 20 son juveniles. De esos 50 hubo que sacar a los 23 que jugarán el Mundial”. Si en Argentina los futbolistas se encuentran como las hormigas, en Islandia ni siquiera es posible la analogía: es el único país del mundo donde no hay esa clase de insectos. Su población es de 330.000 habitantes, el 10 por ciento de la de Uruguay, lo que lo convierte en un país récord en la historia de los Mundiales. Ninguna selección llegó tan lejos como la de Islandia con una población que no la posicionaría ni entre los grandes partidos del conurbano bonaerense. Desde ahí, del kilómetro cero de un lugar hasta ahora invisible para el fútbol, Gudjohnsen aterrizó en el que fue, seguramente, el mejor equipo jamás visto.
Cuando Guardiola se presentó en el Camp Nou a mediados de 2008 todavía su cabeza no estaba rapada y nadie sospechaba –ni los hinchas del Barça- que sería la versión mejorada de Johan Cruyff para forjar un equipo irrepetible. A oscuras y con micrófono en mano, soltó una frase que, como todas las que anteceden al éxito, cobró valor con el tiempo: “Bienvenidos a esta temporada. Bienvenidos a vuestra casa. Abróchense los cinturones, que la pasaremos bien”. Formados en un semicírculo lo escuchaban Messi y Gudjohnsen, apenas separados por un puñado de compañeros. Los dos aplaudieron al nuevo entrenador, que un año antes había dirigido al Barcelona B. Messi fue el 10 y Gudjohnsen el 7, aunque el islandés no completó el ciclo de Guardiola: a mediados de 2009 fue cedido al Mónaco, de Francia. En las temporadas que compartieron en el equipo catalán, las diferencias fueron notorias: Guddy marcó 19 goles y Leo 71, aunque los números bestiales de Messi aún estaban por llegar. Así, en 2012 destrozó los parámetros al marcar 91 goles (79 con el Barcelona y 12 con la Selección), un récord que quizás nadie supere. Una coincidencia entre ambos estaba dada en la representación, a partir de que las negociaciones contractuales estaban delegadas en sus padres.
De la colección de conquistas del capitán de la selección argentina, su ex compañero tiene grabada una sin necesidad de las repeticiones para entender la genialidad. El 18 de abril de 2007, cuando Barcelona se cruzó con el Getafe por la Copa del Rey, Messi hizo la jugada más maradoniana, la fotocopia del segundo gol de Diego a los ingleses en México 86. Al caño a Nacho siguió un toque sutil de zurda deja atrás a Paredes. “Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial”. En su carrera supersónica con obstáculos ya quedaron atrás Alexis y Belenguer. “Genio, genio, genio, tá, tá, tá”. Después del amague ante el arquero Luis García, la definición. “Goooool. Dios santo, viva el fútbol”. Gudjohnsen acompaña el compilado de gambetas desde atrás, como un testigo al que lo único que le pide la escena es correr pero de ningún modo intervenir. Cuando la pelota entra, cuando por fin el 10 del Barcelona culmina el baile, cuando el último toque es la firma del autor, entonces el islandés no lo cree, no cree en lo que ve; o sí, y por eso se agarra la cabeza. La imagen puede buscarse en Youtube y describe a dos hombres: a uno que hace una jugada como si fuera Dios y al otro, terrenal, que asiste al milagro del gol perfecto.
Algunos episodios impactantes sobreviven a los momentos e interfieren en asuntos tangenciales. Cuando en 2011 le preguntaron al máximo goleador de la selección de Islandia si conocía a la modelo y actriz estadounidense Paris Hilton, respondió: “Al único famoso de verdad que conozco en persona es a Messi”.
Si después del partido de hoy entre Argentina e Islandia, Messi y Gudjohnsen se encontraran en la zona mixta del estadio del Spartak de Moscú podrían abrazarse, como cuando festejaban un gol, o hacer el saludo de la cobra, un invento de José Manuel Pinto, el arquero suplente en aquella época del Barça. Con los cuatro dedos sobre el pulgar, simulando la cabeza de una serpiente, ambos podrían revivir un momento de los años felices de la era Guardiola. Si ese encuentro se diera, como en una película, el propio Pinto podría musicalizarlo, como hizo con el documental “Taketheball, playtheball”, en el que Messi y Gudjohnsen son dos de los catorce protagonistas que presenta la película en sus créditos.
Messi nunca jugó contra Islandia, hasta hoy. Gudjohnsen tampoco se enfrentó contra Argentina, aunque sí estuvo en el país que le pide a Leo que le traiga la copa. El ex compañero de Messi quiso saber más del fútbol argentino, del ambiente y su bautismo fue el 5 de abril de este año en la cancha de Quilmes, donde jugaron Estudiantes y Santos, de Brasil, por la Copa Libertadores. Gudjohnson estuvo con el presidente del club de La Plata, aunque para él Juan Sebastián Verón será siempre su ex compañero en el Chelsea. Dos días después fue a ver Boca contra Defensa y Justicia. Esa vez, en la Bombonera, había 50 mil personas, casi la mitad de los habitantes de Reikiavik. Guddy, impresionado, reveló: “Fue una atmósfera que nunca había visto en mi vida. Aunque les encajaron un gol, ellos cantaban más. En Europa normalmente hay silencio y no dicen nada”. Messi también vivió el fervor de la Bombonera, donde jugó dos veces: cuando la Selección empató 0 a 0 contra Perú, por las Eliminatorias, y en el 4 a 0 ante Haití con el que Argentina se despidió del país. El público hizo reverencias –como hacen los hinchas del Barcelona– en cada uno de los tres goles de Leo.
Messi es interventor en asuntos internacionales. Gracias a él, Gudjohnsen se convirtió en el único jugador islandés en ganar una Champions League. Si no fuera por el 10, no habría futbolista de ese país entre los ganadores del torneo más prestigioso a nivel de clubes. El crack argentino marcó nueve veces en esa corona, que lo erigió en rey, ídolo, mejor futbolista y máximo goleador. Y transformó en un campeón inédito a su compañero Gudjohnsen, que apenas jugó un minuto en toda la fase final de esa edición 2008/2009, cuando ingresó por Andrés Iniesta en el sexto minuto de descuento en la semifinal contra el Chelsea, en Stamford Bridge.
El caso Guddy con su selección registra la primera curiosidad en el mismísimo día de su debut, cuando reemplazó a su padre, Arnor, en 1996. Por entonces tenía 17 años. Messi hacía dos meses que había cumplido 18 cuando en 2005 jugó su primer partido para la selección mayor y también produjo un hecho insólito: apenas estuvo en cancha 43 segundos y vio la tarjeta roja por un codazo al húngaro Vanczák. Con el tiempo, Gudjohnsen se convirtió en el mejor futbolista de su país. De Messi podría decirse lo mismo, aunque nunca jugó en Argentina. En todo caso, Gudjohnsen no compite contra la leyenda, ni el mito, ni se lo compara con ningún héroe que haya escalado su Everest en una Copa del Mundo. En Islandia no hay nadie de apellido Maradona.