Con buzo gris, verde o azul, en varias fotos de Manchester United en los 90 aparece un niño tan rubio como su padre. En la clásica formación conjunta antes de los partidos y en las muchas celebraciones en Inglaterra y Europa de aquel equipo dirigido por Alex Ferguson, el danés Peter Schmeichel y su hijo Kasper, vestido como una réplica en miniatura, empezaban -sin saberlo- una carrera de postas en el puesto más distintivo que tiene el fútbol: el de arquero. El destino trazó algunas diagonales y cuando comenzaba la carrera de Kasper en el City, su padre, que había sido campeón de la Eurocopa en 1992 con Dinamarca, decidió colgar los guantes como guardavallas del ciudadano.
La esforzada peregrinación de Kasper en el fútbol británico, desde las categorías de ascenso hasta la consagración en la Premier League con el Leicester City, lo llevó a la selección de su país por primera en 2012, cuando fue el tercer arquero del plantel en la Eurocopa que ganaría España. Seis años después, hoy será titular en el debut de Dinamarca ante Perú. Así, el encuentro en el Mordovia Arena, de Saransk, convertirá a los Schmeichel en otra de las duplas de padres e hijos mundialistas, ya que Peter estuvo en los cinco partidos que el elenco nórdico afrontó en Francia 1998.
Dieciocho años antes de que Paolo Maldini jugase la primera de las cuatro Copas del Mundo que protagonizaría en su extensa carrera, Césare, su padre, participó en 1962. Época en la que no había banco de suplentes por no existir los cambios (algo que recién se implementaría a partir de México 1970), en Chile estuvo presente en dos de los tres partidos de Italia: el empate con Alemania y la victoria ante Suiza. Al retiro le siguió una carrera como entrenador muy vinculada a la Azzurra: en la consagración en España 1982 fue ayudante de campo de Enzo Bearzot, durante una década estuvo al frente de la selección Sub 21 y en 1996 reemplazó a Arrigo Sachi como seleccionador de la mayor. Entonces, padre e hijo marcaron un hito que hasta ahora nadie pudo igual: disputar mundiales como futbolistas y compartir uno en distintos roles. Sucedió en Francia 1998, cuando Césare fue el entrenador de Italia y Paolo el capitán. Cuatro años más tarde ambos tuvieron su última participación mundialista, el técnico al frente de Paraguay y el crack otra vez como el primero de la fila de su equipo.
Desde la orilla oriental del Río de la Plata, Pablo Forlán y Julio Montero compusieron la fiera dupla central charrúa en Alemania 1974, mientras que sus hijos, Diego y Paolo, fueron compañeros en Corea y Japón 2002. El caso de los Forlán es el único en el que ambos anotaron su nombre en más de una Copa del Mundo. El defensor fue uno de los 22 uruguayos en 1966 (aunque no tuvo minutos en la cancha) y 1974, en tanto que el delantero participó en 2002, 2010 (cuando convirtió cinco goles y fue elegido el mejor jugador del certamen) y 2014.
En Brasil, Domingos da Guia y Ademir da Guia afrontaron, en distintas competencias, la misma instancia de un Mundial: la disputa por el tercer puesto. En 1938 el padre (campeón con Boca tres años antes) lo consiguió con la victoria de su equipo ante Suecia, pero en 1974 su hijo –en el único partido que jugó en Alemania– no lograría subirse al podio a partir de la derrota brasileña frente a Polonia.
El árbol genealógico de Javier Hernández Balcázar tiene registros futbolísticos dos generaciones hacia arriba. A los 30 años, Chicharito está en Rusia para jugar su tercer Mundial. Con los goles convertidos en 2010 y 2014 busca convertirse en uno de los pocos futbolistas en marcar en tres mundiales distintos. Su padre, también Javier, fue local en México 1986 y su abuelo materno, Tomás Balcázar, estuvo en Suiza 1954 y le marcó un gol a Francia, selección a la que también le anotó su nieto en Sudáfrica 2010. El fútbol mexicano ya tenía otro antecedente con Luis Pérez, presente en el primer Mundial de la historia, y Mario, uno de sus cuatro hijos futbolistas, que participó en 1970.
La continuidad de padre a hijo en la máxima competencia del fútbol se dio en tres ocasiones en España. Homónimos, el primer Manuel Sanchís jugó en Inglaterra 1966 y el segundo en Italia 1990. En Alemania 2006 estuvieron Pepe Reina y Xabi Alonso, hijos de Miguel Reina, mundialista también en 1966, y Miguel Ángel Alonso, que participó en 1982. Cuatro años más tarde ambos superaron por mucho lo hecho por sus padres al consagrarse campeones del mundo en Sudáfrica. Ahora, Reina está en Rusia para disputar su cuarto Mundial, con el detalle de que sólo jugó un partido, el último de la etapa de grupos en 2014, cuando España -ya eliminada- derrotó 3-0 a Australia. En Inglaterra su padre había sido suplente de José Iribar.
Otro campeón del mundo, Youri Djorkaeff, también alzó la copa al seguir los pasos de su padre, ya que Jean Djorkaeff había jugado para Francia del otro lado del Canal de la Mancha en 1966. Antes, Roger Rio se puso la camiseta azul en el único partido de Les Bleus en el Mundial de 1934 (derrota 3-2 ante Austria) y su hijo Patrice Rio participaría luego en Argentina 1978.
En Suecia, Roy Andersson jugó el Mundial de 1978 y la continuidad de su apellido se dio por partida doble: sus hijos Patrick y Daniel estuvieron en Corea y Japón 2002, pero ninguno de los dos jugó siquiera un minuto. Sí lo hicieron antes y después de la Copa del Mundo en Asia: Patrick fue titular en los siete encuentros que su seleccionado disputó en Estados Unidos 1994 y Daniel estuvo apenas unos segundos ante Inglaterra en 2006. No fue el único caso con la casaca amarilla. Anders Linderoth fue compañero de Andersson padre en 1978, y su hijo, Tobias, también integró el plantel sueco de 2002 (jugó entero el partido en el que Argentina quedó eliminada) y luego repetiría en 2006.
Archie Gemmill hizo dos goles de los tres con los que Escocia le ganó a Holanda en el estadio Islas Malvinas, de Mendoza, el 11 de junio de 1978. Dos décadas más tarde, su hijo Scot fue uno de los 22 escoceses en Francia 1998, pero no tuvo la oportunidad de jugar.
Primero en 1990 y después en 1994, Ioan Lupescu enfrentó con Rumania en dos Copas del Mundo a la Argentina. “Tenía 21 años y jugué en Nápoles contra Diego Maradona. Fue espléndido. Había 50.000 argentinos en el estadio”, recordaría años después. La cantidad de compatriotas no era tal, pero los devotos de Diego en el sur italiano aquella noche en el estadio San Paolo no hicieron otra cosa más que gritar por el equipo de su ídolo máximo. El mediocampista nacido en Bucarest fue el segundo de su familia en jugar un Mundial y enfrentarse a uno de los mejores de la historia: Nicolae, su padre, había intentado frenar a Pelé en el estadio Jalisco de Guadalajara en 1970.
En 1986 Bum-Kun Cha enfrentó a Maradona y en 2010 Dun-Ri Cha se quedó con las ganas de medirse con Lionel Messi. El padre es la máxima leyenda del fútbol coreano, autor de más de cien goles en la Bundesliga alemana y distintas copas europeas en los 80, pero no alcanzó la misma estatura mundialista que su hijo, titular en una de las semifinales de 2002. Bum-Kun se cruzó con Maradona en el primer partido de Argentina en México, pero su hijo no pudo compartir la cancha con Messi porque el único partido de Corea del Sur en el que no participó en Sudáfrica fue, precisamente, la victoria 4-1 de Argentina.
Bélgica también se anotó en la saga familiar con Jan Verheyen, que estuvo en 1970 pero si tener acción, y Gert Verheyen, que nació en el año en el que su padre estuvo en México y luego jugó un partido en 1998 y cuatro en 2002.
Además de los padres e hijos que compartieron la misma camiseta están los que lo hicieron bajo una bandera diferente. En 1934 el vasco Luis Regueiro y el catalán Martín Valtonrá jugaron para España, pero luego exiliados en México por la Guerra Civil, sus hijos, Luis y José, se calzaron la casaca azteca en 1966 y 1970, respectivamente. Rio Mavuba, hijo de Mafuila Mavuba, mundialista con Zaire en 1974, nació el 8 de marzo de 1984 y no se pudo establecer su nacionalidad ya que su madre lo dio a luz en aguas internacionales, a bordo de un barco que huía de la guerra interna que se había desatado en Angola; vivió más de una década como un refugiado, hasta que Francia le otorgó la nacionalidad en 2005 y lo tuvo como parte de su selección en Brasil 2014. En Rusia también está escribiéndose una historia de vínculo sanguíneo y distancia de colores, es que la camiseta número 10 de España la lleva Thiago Alcántara, el futbolista que nació en Italia, juega en Alemania y es hijo del brasileño Mazinho, campeón del mundo en 1994.
Argentina todavía no tiene su dinastía mundialista. Tal vez pueda establecerla dentro de cuatro años a partir de los goles de Giovanni Simeone que cada vez resuenan con más fuerza en Europa. Aunque quizá la espera se haga más larga y acaso haya que aguardar para ver si alguno de los hijos de Lionel Messi decide seguir el camino del Diez o si Bejamín Agüero Maradona carga en sus pies parte del talento de su padre y su abuelo.