Dakar no es sólo un rally que pasa por la Argentina. No, señor: que quede en claro que Dakar es la capital de Senegal, país africano, futbolero y mundialista. De aquel rally original Paris-Dakar que terminó desandando los caminos de Sudamérica sólo quedó el nombre: el Dakar. En cambio la Dakar, que antaño supo ser la máxima plataforma portuaria para exportar esclavos hacia América, aún conserva vestigios de sus primeros habitantes, de la etnia de los mandingos. Vaya uno a saber si será cosa e’ Mandinga o qué, pero en una misma fecha (16/4) de distintos años nacieron allí tres personajes que se entrelazan para acomodar la suerte senegalesa en Rusia 2018.
Baakir Mbaye, alias “Boucher”, el marcador central con más cara de malo que habita en la prisión de Rebeuss, la más grande y peligrosa de todo Senegal. Futbolista con actividad condicionada. Cuando juega, se siente con más obligación de atropello que de derecho a roce. Presidiario. Intolerante. Calentón. Machista, para mayores datos.
Ousmane Thiam, entrenador de fútbol a cargo del seleccionado nacional. Práctico, nada de lirismo. Tomaría un café con Bilardo antes que con Gallardo, y seguiría con más placer en redes sociales a Mourinho que a Guardiola. Porfiado. Obsesivo. Filántropo.
Aissatou Dieng, la doctora Dieng. Abogada penalista. La mejor de la costa Atlántica de Senegal. En sus 43 años de vida, jamás pronunció la palabra “escrúpulos”. Nunca perdió un caso: a la corta o a la larga, se sale con la suya. Coqueta. Derrochona. Trepadora.
De ellos, en gran parte, dependerá la marcha de “los Leones de Teranga” en el Mundial de Rusia. Teranga refiere a la tradicional amabilidad que tiene el pueblo senegalés, que saluda amigable y ceremoniosamente con el “Salaam aleikoum” o el “Aleikoum asalaam”. Un dato a tener en cuenta: ni Baakir ni Ousmane ni Aissatou son fundamentalistas de la teranga. Ellos, cada cual en lo suyo, son de ir al grano. A la abogada sólo le interesa el dinero, nada de teranga. Eso quedó claro en una conferencia de prensa que dio en su lujoso buffet de la route de Ngor, cerca de la exclusiva Clinique des Mamelles.
La historia que los junta a los tres es sencilla de explicar y un tanto complicada de resolver. El entrenador de la selección pidió a la Federación Senegalesa de Fútbol que contraten a esta abogada para que libere de la cárcel a Mbaye porque, según el DT, es indispensable para su equipo. El problema es que hay varios problemas: 1) El marcador central tiene una condena de cinco años por intento de homicidio, robo y resistencia a la autoridad (recién va por los dos años de cumplimiento efectivo). 2) La doctora Dieng es la más cara del condado y la Federación Senegalesa tiene más deudas que la AFA. 3) Thiam es terco, lo quiere sí o sí en el equipo y amaga cada dos por tres con presentar la renuncia.
Futbolísticamente, dice el entrenador, Mbaye está en condiciones de jugar porque se entrena todos los días en la prisión de Rebeuss y es la figura del campeonato interno. Impasable en el fondo, saca provecho de su nombre, de su estado físico y de sus años en las divisiones juveniles y en la Primera de Union Sportive Ouakam. Tiempista, fuerte, veloz y un cero por ciento de cargo de conciencia a la hora de usar codos y meter planchazos. Jugando recio justamente en el Stade Demba Diop, cuando su almanaque tenía más días mejores que peores, había deslumbrado al hoy entrenador de la selección. Paradójicamente, Ousmane Thiam no llegó a convocarlo nunca porque a fines de 2015 tuvo ese desliz, ese contratiempo, ese problemita con la policía y la justicia: acompañó a sus amigos de la vida a robar una empresa de transportes y, pese a que él no tenía armas, casi acogotó a un vigilador y fracturó a un par de agentes cuando la policía llegó al lugar. El club se abrió de gambas y un abogado de confianza no pudo evitar que le dieran cinco años de pena.
Al DT no le preocupa la parte futbolera. Pero, claro, jurídicamente el “Boucher” está cuanto menos comprometido. Para colmo, fue uno de los cabecillas del motín de reclusos que se realizó en 2016 y que finalizó con un muerto y una decena de heridos. Fácil no la tiene la doctora Dieng y por eso la cotización de sus servicios casi mata de un infarto al presidente de la Federación. “Antes del Mundial lo pongo en la calle”, se comprometió la abogada. En medio del despacho presidencial de la FSF, ella le susurró algo al entrenador. Y él le respondió con un rotundo “Sí, me sirve”.
El plan estaba en marcha. Ella le conseguiría a Ousmane una visita a la cárcel para hablar cara a cara con Mbaye. Si el jugador se enganchaba, hablaría con el alcaide de Rebeuss para que autorizara entrenamientos en la canchita de la prisión con parte de la selección senegalesa. Mientras tanto, iría avanzando en los trámites judiciales hasta pedir, llegado el caso, un indulto del presidente de la Nación. “Si ustedes me sacan de acá antes del Mundial, cruzo la playa de Gorée de punta a punta haciendo la vertical en pelotas”, dijo el defensor. “No hace falta tanto. Colaborá con la doctora, empezando por tener buena conducta acá adentro para favorecer el proceso”, le indicó el entrenador.
En una semana, la línea de 4 que tenía en mente Thiam coordinaba movimientos de recuperación de pelota en el patio interno de Rebeuss. Los demás reclusos no lo podían creer y aplaudían desde los ventanales enrejados del primer y segundo piso. El alcaide, bastante malhumorado, tenía menos fútbol que La Familia Ingalls y por eso se negó rotundamente a que algunas noches se quedaran a dormir en la celda el 2 y el 5. “Es como para que se vayan conociendo entre ellos y se vaya armando el grupo”, le explicó la abogada al mandamás del presidio. No hubo caso. De todas formas, el primer marcador central y el volante de marca nunca mostraron demasiado interés de ir a compartir una noche en la celda del “Boucher”.
Venía todo bien, más en lo jurídico que en lo futbolístico, hasta que el plan se salió de control. Baakir Mbaye disputó el tradicional partido de todos los fines de años: de un lado los guardiacárceles; del otro, los presos. El muchacho jugó como lo que era para él: una final del mundo. Después de todo, ¿quién le daba garantías de que finalmente iría a Rusia? En menos de 40 minutos, le quebró la tibia al oficial Diallo en mitad de cancha y le partió el tabique a un suboficial recién incorporado (de apellido Gueye) en un córner en contra. Lo peor: cuando el árbitro quiso cobrar penal para los vigilantes, se trenzó en una trifulca fenomenal con todo el servicio penitenciario. Resultado: partido suspendido, visitas prohibidas por un año e indulto presidencial archivado.
El técnico entró en una depresión de la que no puede salir y está en dudas para dirigir en Rusia. La doctora amenaza con hacerle un millonario juicio a la Federación para cobrar sus honorarios. El que aún no cae en la cuenta de que estuvo a punto de ir al Mundial es Baakir Mbaye. “Boucher”, que en francés remite a nuestro viejo y querido “Carnicero”.