Es difícil sacudirse el pesimismo que nos invade. Un empate contra Islandia en el debut sabe a un plato de sopa aguachenta. Pueden argumentarse mil porqués. El fútbol es un reino de librepensadores y está bien que así sea. Pero los más dogmáticos suelen ser los técnicos. Pocas veces son capaces de salirse del libreto. Si un rival se te mete atrás, además de pensar cómo entrarle, se debe intentar sacarlo de su zona de confort. Tirarle alguna zanahoria para ver si pica. De nada sirve tener la posesión de la pelota el 80 por ciento del tiempo. Tampoco saturar los espacios por donde se pretende pasar. Y menos a velocidad de carreta. Argentina planteó un partido en 30 metros y por el medio. Casi de play station. Que exigía precisión milimétrica. Como no la tuvo casi nunca --ni siquiera en el penal que falló Messi-- lo pagó muy caro.
Sampaoli dijo que estaba preocupado por no haber ganado los tres puntos. Debería estar preocupado por el juego. Los problemas de su equipo empiezan en el fondo (alguien ayer lo escribió con mayúsculas, por el FMI y para lacerarnos más). Cuando se cometen errores no forzados atrás, en un Mundial es muy posible que te compres un boleto anticipado de regreso. Caballero y Rojo se equivocaron. El arquero no transmitió seguridad. Tampoco el central. Incluso el esquema más defensivo con Mascherano y Biglia no aportó la solvencia esperable. Islandia llegó poco, pero lastimó mucho.
En el área de enfrente Argentina encontró un campo minado de islandeses. Además tenía que superar al arquero Halldorsson, la figura del partido. El uno es director de cine. Podría filmar su propia historia. La del héroe vikingo que le atajó un penal al mejor jugador del mundo.
Ante esa muralla que achicó espacios y siempre estuvo atenta a un pase filtrado, el seleccionado se comió el anzuelo. Fue hacia el embudo de la medialuna del área. Salvio no hizo de abrelatas, tampoco Di María por la izquierda, a Meza le costó encontrar su lugar y Agüero quedó rodeado y muchas veces de espaldas al arco. Tuvo una y no perdonó, es cierto. Pero es demasiado poco para la única referencia ofensiva nítida.
Entonces no hubo otra opción que esperar un plus de Messi. Pero el mejor no estaba en su día. Falló en los tiros libres, erró un penal, tampoco pudo con la pelota en movimiento. Hasta intentó con la de palo y mandó la pelota afuera. Argentina decepcionó, pero por el juego. Al revés de lo que piensa su técnico. Lo que proyecta este empate magro, anticipa un futuro complicado. No se trata de pedir cambios de nombres porque sí. Pero sí de planteo. Ojalá no repitamos la película del arquero Halldorsson que cerró su arco. Sampaoli debería abrir su cabeza. Así no parece que iremos muy lejos.