Desde París 

Las palabras con las cuales absorbemos el mundo no siempre son las pertinentes, ni las que corresponden a nuestras realidades. En los países del Sur, usamos palabras cuyos sentidos han sido colonizados por Occidente y que, por consiguiente, no son el espejo de nuestra configuración moral o política. Esa es la impecable demostración que lleva a cabo la artista boliviana Vanessa Trepp a través de una exposición cuyo centro es el velo que usan las mujeres en el mundo arabo musulmán: El Velo de Sur a Sur. La propuesta, a la vez estética y política, es doblemente tentadora porque, por un lado, la exposición convierte al visitante en parte esencial de la misma: en algún momento el espectador se vuelve el expuesto. Por otro lado, a través de la experiencia y su consiguiente confrontación con el velo, el proyecto del Velo de Sur a Sur se propone “descolonizar la percepción que se tiene del velo para reinstalar o re-significar su sentido en el contexto de un dialogo directo entre actores de países del Sur”. 

No es lo mismo una mujer con velo caminando por las calles de París que en Buenos Aires. Sin embargo, la colonización de los conceptos hará que el transeúnte porteño o el de cualquier posible ciudad del Sur la vea con los mismas aprensiones que un parisino o londinense. La historia colonial de Occidente manipuló el sentido del velo y lo llevó a significar lo que auténticamente no es: el símbolo del terrorismo, de la mujer musulmana oprimida por el hombre o sumisa a sus dictados. Esa narrativa del Oeste del mundo ocupa el espectro del imaginario moderno cuando, en la realidad, el velo no es eso.  

El arte recupera aquí toda su función redentora. La exposición causa estragos de epifanías entre los espectadores que asisten y participan en ella. La muestra se presenta en un espacio amplio, bien iluminado, con varios espejos y una serie de pañuelos y velos expuestos. En una mesa hay una máquina de escribir con papeles donde aparece la pregunta: “¿qué significa el velo para ti?”. Las personas que ingresan a la galería cambian de estatuto. Son espectadores e, inmediatamente después, actores plenos. Se los invita a tocar, oler, mirar y probarse los velos. El cambio que se produce en ellos es sorprendente: por primera vez toman contacto real con ese objeto colonizado. Alrededor de ellos hay fotografías de mujeres con velo. De pronto, el espectador tiene puesto un velo y debe responder usando la máquina de escribir qué representa ese velo. Su verdad emerge de dos formas: en los textos que los espectadores dejan en la máquina de escribir y en sus expresiones capturadas por las fotos que se toman. 

La reacción de la gente es una suerte de retorno al estado más puro del concepto. La exploración real del velo les abre un interrogante nuevo: muchos dicen “ah, esto no es lo que yo pensaba”. Lo que sienten puede diferir mucho de lo que pensaban antes, o de las ideas prefabricadas con las que llegaron. Sin embargo, cuando la gente del Sur protagoniza la experiencia enseguida se percibe una suerte de pureza en su mirada. Quizá por primera vez, pueden pensar libremente. No se están poniendo encima una historia colonial, o un tejido de sentidos importados sino, simplemente, un objeto que se llama velo y cuyas funciones no sólo están presentes en el orbe arabo musulmán. La primera exposición sobre El Velo de Sur a Sur se llevó a cabo en México. Según explica Vanessa Trepp, “el proyecto demostró que la mayoría de los participantes tienen una percepción descolonizada con respecto al ‘velo’. Es decir,  que no lo relacionan inmediatamente con algo negativo, ni tampoco el tema suscita en ellos agresividad, rechazo o pasión. Esta realidad se evidencia tanto en las respuestas escritas como también en las expresiones de curiosidad y diversión que se ven en los rostros de las personas en las fotos. Alguien volvió dos horas después con una cuartilla impresa con sus percepciones acerca del velo. Aparentemente el pequeño papel que proporcionamos no alcanzó para todo lo que quería decir”.  

La exposición ha logrado despertar en la gente una reflexión que tal vez estaba en estado durmiente. El Velo de Sur a Sur conduce a pensar en tiempo real y a través de un juego propuesto por el arte en lo que realmente significan las palabras y cuáles son las significaciones que esas palabras tienen para mi. Evidentemente, esos significados están muy lejos de los que les imprime Occidente. Un francés o un alemán que vivieran la misma experiencia tal vez no se expresarían de igual manera. El Velo de Sur a Sur es, de hecho, una propuesta dinámica a abrir espacios de descolonización en un momento de la historia mundial en el cual las tecnologías de la información han reactualizado la colonización cultural. “Pensamos como ellos pero no somos ellos”, dice Vanessa Trepp. Y no podemos serlo porque la gran mayoría de las culturas de Sur no han participado en empresas de conquistas territoriales. Occidente sí y, en el caso de Medio Oriente, sigue en ello. 

En Europa, con Francia a la cabeza, se han votado leyes que regulan o prohíben el uso del velo. La excusa es evitar la invasión de “signos religiosos” o promover el respeto de los principios laicos. La verdad es diferente: se trata de concesiones a las retóricas de la extrema derecha que ha hecho del Velo uno de los signos de lo que los sectores ultra conservadores llaman “el gran reemplazo”. O sea, la invasión de Occidente por parte de los musulmanes y el consiguiente remplazo de la cultura occidental. ¿Y qué tenemos que ver nosotros, en el Sur, con eso? Pues nada. Sin embargo, sentimos los significados de las palabras con las marcas de Occidente. “Desde allí, nuestra mirada sobre el velo y muchas otras cosas no puede sino ser radicalmente distinta”, afirma la artista boliviana. 

El Velo de Sur a Sur propone un espacio de interacción entre público y obra, una alegre confrontación entre sentidos heredados y significados propios que empieza por ser una extensión de fronteras. Al mostrar el velo tal y cómo es le saca el velo que la palabra lleva puesto.

Pagina Internet del proyecto: https://elvelodesurasur.com/