“¿De dónde sos?” La pregunta se escucha todavía en la mayoría de las milongas porteñas. Se la hacen los bailarines locales a los turistas que visitan cada año la capital del tango desde un sinfín de países lejanos. Sin embargo, advierten en el circuito, la escena está en decadencia. Y no porque sea temporada baja. La caída se nota ya desde hace un par de veranos. En el turismo tanguero, la afluencia fuerte comienza en agosto y se extiende hasta marzo, cuando los festivales europeos toman el relevo. Aunque hay pocas cifras, nadie discute que el problema existe. No peligra la cena-show en Puerto Madero sino la llegada de quien agarra sus zapatos, sube a un avión y sale corriendo a una clase o una milonga para repetir eso todos los días durante las siguientes semanas.
Los factores son muchos. El primero es económico: Buenos Aires es caro. No las milongas, que tienen entradas que no pasan de los 4 o 5 dólares. Es caro llegar, alojarse, comer y vivir. El segundo factor es que en el mundo el tango creció lo suficiente como para generar un circuito paralelo al argentino. En algunas capitales al otro lado del Atlántico (Roma, París, Moscú, Estambul) se puede milonguear, como en Buenos Aires, de lunes a lunes. Algunos también apuntan al impacto de un boca en boca negativo que provocan la inseguridad y las clausuras, que arrecian cuando los espacios deberían ofrecer su mayor impacto positivo con el turista especializado: durante las competencias internacionales. El resultado es que hay menos turistas y por viajes más cortos.
En este sentido, un informe de TangoTecnia, organización especializada en generar estadísticas del sector, advierte sobre “la progresiva pérdida de ingresos por turismo receptivo asociados al tango que experimenta el país hace cinco años”. El informe, que hace especial hincapié en algunos problemas estructurales del Festival y Mundial oficiales, aporta también datos y cifras. Por ejemplo, estos turistas tienen una alta tasa de reincidencia en su destino (2,96 visitas al país en cinco años), con una permanencia promedio de 24 días y un gasto estimado en el país de 1562 dólares por viaje, sin contar su pasaje.
Esto impacta particularmente en los espacios más amigables para los extranjeros. Dana Jazmín Frígoli es la directora de DNI Tango, una academia de baile con práctica donde confluyen entusiastas de todo el mundo. Si antes los extranjeros eran el 70 por ciento de los asistentes, ahora son apenas la mitad. “La gente sigue amando la calidad, cantidad y concentración de tango que se vive en Buenos Aires, pero hay un ingrediente económico que es real: hoy Buenos Aires es más caro que Europa”, señala. Sus alumnos, la gente con la que habla en sus giras, insiste con ello. Su colega Noelia Coletti, de la práctica De Querusa (que sostiene el slogan “la práctica del mundo”), acuerda y agrega que se acortó la cantidad de días que se quedan los turistas. “Antes la gente venía un mes antes del Mundial para competir y se quedaba un mes más, el año pasado ya a la semana no quedaba nadie”, observa. Y sí, claro, los turistas que no compiten siguen llegando hasta marzo, pero en las milongas cuando tras la pregunta “¿de dónde sos?” viene la de “¿cuánto tiempo te quedás?”, cada vez se escucha menos el “por dos meses” que antes era habitual.
Para Jorge Arellano, CEO de TangoTecnia, el crecimiento de otros mercados es un factor determinante. “Es como el fútbol: Inglaterra fue el país que lo reglamentó y durante años fue su propietario, creyendo que eso iba a ser siempre así, pero el crecimiento en los demás países desplazó el eje del interés”, considera. Además, señala que la infraestructura fuera del país es superior y que el mercado local no está haciendo nada por superarlo. “Incluso expulsamos al extranjero. Imaginate que hacés el Torneo Metropolitano, oficial, en Salón Canning, a la semana van 30, 40 extranjeros y lo clausuran... ¿qué van a decir?” A propósito del qué dirán, Coletti también recuerda el caso de una milonguera extranjera a la que le robaron el celular. “La policía para turistas no le quería tomar la denuncia, que ella sólo necesitaba para que el seguro le repusiera el celular, después esa chica lo puso en Facebook, lo contó a sus amigos y se hizo una prensa horrible”.
La excampeona mundial Inés Muzzopappa, referente del colectivo Trabajadores del Tango Danza, también observa la merma de extranjeros en sus clases. La temporada alta dejó de ser tan alta. “Es algo que vengo charlando con algunos colegas dentro y fuera del TTD”, dice.
¿Hay políticas públicas para sostener los espacios? La consulta genera sonrisas tímidas. “Los funcionarios de turismo creen que el tango es la cena-show y ni conocen el mundo de las milongas, en las oficinas de Cultura no hacen nada más allá del Mundial, que tiene un conjunto de malas prácticas con los extranjeros”, apunta Arellano. Un Mundial sin jurados internacionales, con localizaciones incómodas y sin tradición tanguera (como la Usina del Arte), cronogramas que aparecen recién a último momento y organizado a espaldas de las milongas son las quejas recurrentes. Peor aun, llega el Festival, la competencia, y con ellos, de modo incomprensible, recrudecen las clausuras. El caso de Salón Canning después de alojar el Metropolitano es emblemático. Aunque ya reabrió, junto con otros dos casos encendió las alarmas de la Asociación de Organizadores de Milongas y del colectivo #ElTangoNoSeClausura.
La última dificultad, finalmente, está fuera del alcance local: el tango está creciendo afuera. “Afuera ya hay mejor tango”, sintetiza Frígoli. “Antes, una persona que empezaba a bailar tango no tenía maestros afuera salvo en eventos puntuales, de un fin de semana y con bailarines argentinos. Ahora, en cualquier ciudad grande tenés un par de parejas suficientemente buenas para la primera etapa del aprendizaje”, analiza. Su colega Coletti coincide, y destaca el nivel que alcanzaron los festivales y maratones tangueras europeas y asiáticas, que frecuenta. “Después hay lugares comunes, con los que no estoy muy de acuerdo, pero que dicen que si querés buenos líderes te vas a Turquía, y que si querés mujeres que bailen, a Rusia, pero en Corea tenés bailarines divinos, así que muchísima gente va a esos lugares, o a otros que están bárbaros: el Mediterráneo, Bali”, explica.
Para Arellano, esta merma es orgánica e inevitable. La clave está en compensarla. En su opinión, hay que apuntar a los países limítrofes y a México. Sus estadísticas señalan que, por ejemplo, en Brasil el tango tiene un gran crecimiento, pero la mayoría de sus practicantes aún son principiantes. En poco tiempo necesitarán pistas más exigentes para crecer. Hay que atraerlos. “Los europeos, los asiáticos, ya incorporaron el tango a su matriz de oferta turística, ¿cómo nosotros no? La Argentina se queda con una parte muy marginal de los beneficios de turismo receptivo. Brasil está a dos horas de distancia y se puede pensar en un turista milonguero de fin de semana, como ya pasa con los uruguayos”, reflexiona. “Se baila más tango en el mundo, pero no se está bailando acá.”