“Todo lo que vas a ver está basado en eventos y personas reales”, anuncia una placa antes del comienzo de Lore. Programa de seis episodios dispuesto en Amazon Prime Video que se propone desmontar ciertas leyendas anglosajonas –urbanas y no tanto– yendo a la raíz de los hechos que le dieron cabida. Lo que verdaderamente distingue a este producto es el acercamiento a ese material más allá de su advertencia provocativa: entre la investigación documental, el espíritu de las historias narradas a la luz de una vela nocturna, y una construcción escénica diversa y afín a las temáticas tratadas. El proyecto concebido por Aaron Mahnke tiene algunos intrincados puntos de contacto con American Horror Story de Ryan Murphy, pero también diferencias en cuanto a su factura. Como en aquella, por cada relato cambian el eje, los protagonistas y el contexto, pero la intención de esta antología es la de apegarse a la realidad más cruenta en vez de jugar con las imágenes.
Son apenas seis episodios que van del vampirismo a muertos vivos, de hadas que poseen cuerpos a casas embrujadas, de hombres lobos a muñecos malditos. Pero a ese sustrato (un subgénero en sí mismo por cada capítulo) se le adosa una tesitura propia de la no ficción, y dramas en los que la fatalidad se ensaña con víctimas y victimarios que muestran su versión más oscura. Aparecen los nombres y apellidos de los desdichados que con sus acciones propulsaron algunas de creencias que siguen perturbando hasta la actualidad. Los dos primeros capítulos marcan claramente la línea en la que el horror con bases históricas se conjuga con brujerías y negligencias médicas. En la primera de ellas, “Hicieron un tónico”, se cuenta la historia de George Brown, un campesino protestante de Nueva Inglaterra con una familia abrumada por la tuberculosis. El patriarca acepta que profanen la tumba de una de sus hijas, extirpen sus órganos y extraigan su sangre congelada en pos de una cura para otro de sus hijos moribundo. No hubo remedio, pero esa noticia sensacionalista llegó hasta los oídos de Bram Stoker, que poco después escribiría Drácula.
En Lore, el mundo de lo racional suele ser una de sus cartas más jugosas. “La medicina moderna era la respuesta podría ser vista entonces como una aberración del Diablo”, explica Mahnke, que además oficia de narrador. Y además expone sobre catalepsia y el negocio de los depositarios de muertos con las técnicas para verificar a los finados: escarabajos en las orejas, cortes con cuchilla en las plantas de los pies, pinzas en la nariz, una manivela para tirar de la lengua y ataúdes con campanas, entre otras sutilezas.
En varios de los episodios, por otro lado, aparecen las estructuras de poder masculinas justificando atrocidades. Allí está un hombre que asesina a su mujer y culpa a un hada de haber usurpado su cuerpo. Eso da pie para que se profundice sobre el síndrome de Capgras. También se narra el apogeo y la caída del lobotomista Walter Freeman –que operó a Rosemary Kennedy–, quien, preso de la fama y la atención que recibe, empieza a dañar a su alrededor a pacientes y familia. El último de los títulos sobre el singular vínculo entre un hombre con un muñeco puede ser visto como el semillero para cierto episodio de La dimensión desconocida, Chucky y toda la pléyade de juguetes hechiceros.
Es llamativo que el terror no sea un género tan transitado en la pantalla chica, más allá de casos puntuales como Penny Dreadful y otras variantes por fuera del cánon, como las muy decimonónicas The Terror y The Knick. Por eso es que aún hay mucha tela para cortar, como lo demostraron las logradas “remakes” de Del crepúsculo al amanecer y El exorcista.
En el caso de Lore, antes de llegar a la plataforma on demand, el programa fue un exitoso podcast, y aún respeta a rajatabla elementos de ese formato: los episodios duran cerca de cuarenta minutos y le otorga mucho peso a lo oral. Eso sí, la voz de Mahnke no toma la ruta gótica y trastornada que seguía Alberto Laiseca, sino que opta por la sequedad descriptiva y confía en el poder desconcertante de los hechos. El collage visual mezcla animación (la del capítulo sobre hombres lobos europeos es trascendental), con imágenes de archivo (video y fotografías) y la recreación de escenas con intérpretes conocidos (Robert Patrick de Terminator II, Campbell Scott de House of Cards y Adam Goldberg de Fargo, entre otros). El ida y vuelta entre tantos formatos no siempre rinde de la misma manera y en algunos momentos cae en su propio pantano audiovisual con una hechura a la que se le notan los hilos. En definitiva, es mucho más efectiva en su descripción histórica que cuando busca erizar la piel con los recursos de la ficción. Claro que hay más material para hacer nuevos episodios y ya fue confirmada una segunda temporada con estos monstruos de cara humana. Mientras tanto, las leyendas y verdades vernáculas sobre Rufina Cámbaceres, el Chancho e’ Lata, la Luz Mala y el Pombero aguardan a que alguien vuelva a contarlas.