“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”. Raúl Porchetto viaja hasta el alma de Martin Luther King y vuelve al presente con el mismo fin, sintetizar en una frase contundente la contundencia de una intrépida decisión: presentar su nuevo disco (Sombras en el cielo) en pleno Mundial de fútbol, y frente a un contexto de bolsillos flacos, desolación social y retroceso general de entusiasmos colectivos. “Siempre fui de arriesgar... si luché durante casi cincuenta años ¿cómo voy a bajar los brazos ahora?”, se inflama el cantautor mercedino, ante la pronta entrega en público de su vigésimo primer disco solista, este viernes 22 en el Teatro Coliseo (Marcelo T de Alvear 1125). “Me llevó más de un año de trabajo hacerlo, porque no me gusta la cosa comprimida. No me gusta que mi música suene compactada como en un celular... quiero que suene como un vinilo”, enmarca Porchetto, posado en uno de los aspectos de la labor que acaba de concretar cerca de los 70 años. Otro, según él, claro, es el rastreo de la excelencia. “Uno tiene que buscar la excelencia en todas las cosas, en la medida de lo que pueda, y por eso me llevó tanto tiempo hacer este disco”, sostiene.
–¿Excelencia en qué sentido, Raúl?
–Hacer un buen disco de rock, hoy, es como remar en un pantano. Parece que el disco ya no sirve, que tampoco tenés que preocuparte por la poesía “y esas cosas”, y la verdad que yo quiero mantener la esencia del hecho artístico, como artista popular que soy. Al menos eso, ¿no?
Para mantenerse en posición, entonces, el creador de Cristo Rock y Reina Madre se valió de León Gieco (su socio histórico), con quien hicieron el tema “De Mercedes a Cañada” y una nueva versión del viejo clásico “Algo de paz”. También ocupa un rol central la guitarra de Juanse, que es la que le da el tono rocker stone a un disco enmarcado en esa estética. “He pasado por muchas instancias en mi vida musical... discos más pop, discos folk, discos de baladas o medio funk; ahora decidí volver al rock. Creo que es un género necesario para decir lo que hay que decir hoy. Quise darle una fuerza musical, un marco potente a la poesía”, sostiene el comprometido Porchetto, que también cuenta con los aportes de Gabriel Pedernera (baterista de Eruca Sativa) y el cantante de La Beriso, Rolo Sartorio. Este último específicamente para ponerle voz a uno de los temas clave del disco: “Nunca nos piden perdón”.
–“Siempre te piden los votos, pero nunca te piden perdón”... metió el dedo en la llaga.
–(risas) Claro, “nunca hay cuentas claras, y no hay explicación... arman transas, y a eso llaman construcción”, cantamos con León y con Juanse. Creo que habla bastante de lo que pasa.
–Este tema, sobre todo en la cuestión de los votos, podría verse como la contracara elíptica de aquel “Che pibe, vení vota”, de 1983. La elipsis turbia es que, incluso votando, pasa lo que pasa.
–El “vení votá” hablaba de la vuelta a la democracia, sí, y de la idea de que nos incorporen como jóvenes, porque veníamos de una época en que los ministros pensaban que los pibes no teníamos que tener pensamiento propio. Hoy, ese contrato social, esa participación que tendría que darse a rajatabla, tiene que cumplirse o, sino, tendría que haber algo onda “traición a la patria” que se active cuando los gobernantes no cumplen por lo menos con la mitad de lo que prometieron en campaña. Desde ese lugar, me pareció interesante salir a decir lo que la gente piensa: te piden los votos, pero nunca te piden perdón.
–”Sombras en el cielo”, el tema, ataca el estado de la cuestión por otro lado.
–Es que se ven sombras por todos lados, muchas injusticias... hay sombras en el cielo y en el mar, en la historia y en los que tienen más, y en los pueblos originarios sin tierras que sembrar. Son tiempos mentirosos, son tiempos poco honrosos, en los que lo único que vale es ganar. Este es el ADN del disco, y por eso le puse así.
Además de mostrar los once temas que contiene el sucesor de Dragones y planetas (2010), Porchetto aprovechará la fecha en el Coliseo para recrear los clásicos del Concierto Mágico (su primer disco en vivo, publicado el año pasado), y rockearla a contracorriente del mundo virtual. “Las nuevas generaciones escuchan música en tablets y celulares, y eso es escuchar mal. O escuchan distorsionado, o escuchan todo comprimido, y eso no es así. No puede ser así. Al menos a mí no me gusta la cosa comprimida, compactada, me gusta, como dije antes, el sonido del vinilo. A ver, somos todos esclavos de una nueva libertad, y digo esto porque a la propia enajenación que te produce tu vida, se le suman todas las que agrega el mundo virtual, demasiada información, cruel y absurda”, se planta el hombre, cuya banda completan Maxi Chercover en bajo; Fernando Cosenza en slide; Daniel Porchetto en pianos, Rhodes y Hammond, más la dupla Antonella Vinaccia–Ana Clara Porchetto, en coros.
–Otro tema que podría, en cierto sentido, conectar pasado y presente es “Bajaste del norte”, aquella hermosa canción folklórica que León grabó en Pensar en nada (1981). La diferencia, tal vez, sea que pasaron casi cuarenta años, y esos hombres sufridos parecen haberse multiplicado por mil, igual que los “Chiquilín de Bachín”, de Ferrer.
–Es que en el momento que compuse “Bajaste del norte”, esas personas eran emergentes, aún. En este caso puntual, era el tipo sencillo, trabajador, que sufría pero no se victimizaba, no era verborrágico... hacía, o trataba de hacer, pese a las imposibilidades.
–¿Fue un personaje real?
–Sí, era un casero que había bajado de Jujuy hasta Córdoba con su mujer y sus cuatro hijos. Lo conocí personalmente, y lo vi como representativo de esas personas silenciosas, que no buscan retórica ni palabras, que lo único que tienen son acciones coherentes con la vida y la naturaleza. No tienen que mirar National Geographic, digo, para saber que hay que cuidar el planeta, porque son de la tierra y la respetan, tanto como respetan al otro. Hay mucho que aprender desde ese lugar, y sobre todo en estos días oscuros. Yo amo a esa gente.